Para Paloma Corrales,
que tanto gusta de estos poemas.
Marengo
en la palabrería insulsa de los predicadores,
en la imposible levedad de la galena,
en la certidumbre amarga del laurel y la albahaca,
en la injuria del pordiosero que lo ha perdido todo,
en el pesaroso retorno de las grullas,
en la cobardía de las murmuraciones,
en la premura de los mensajeros,
desde la tortura amorosa de los impúberes.