Si sientes que está débil la luz de tu linterna, y a veces te parece que la esperanza muere…, recuérdate a ti mismo esta verdad eterna: ¡estoy hecho de luz…, y ya nada me hiere…!
Si acaso el escenario de tu vida ha cambiado, y ahora la incertidumbre de pesares te embarga, declara desde el templo de tu Ser elevado: ¡estoy hecho de luz…, y ya nada me amarga…!
Y si tus circunstancias se presentasen duras, y un fantasma de dudas y temores te acosa, recógete en tu alma, y afirma con premura: ¡estoy hecho de luz…, y ya nada me roza…!
¡Recupera de prisa, compañero de viaje, tu memoria más pura, más luminosa y sabia!, y ordena –aún en el medio de ofensas y de ultrajes-: ¡estoy hecho de luz…, y ya nada me agravia…!
¡No estás solo, mi amigo…, ni aislado, ni indefenso…! ¡Tienes adentro tuyo la mejor remembranza…!, la que te hace decirte, -mientras vas por lo denso-: ¡estoy hecho de luz…, y ya nada me alcanza…!
¡Tenlo presente, hermano!...si es que la desazón quiere hacer de tu vida una pesada cruz, repítete en silencio desde tu corazón: ¡nada puede afectarme…!,