Una casa endulzada,
la bruja Eugenia tenía,
la puerta sola se abría
con una gran carcajada.
La cocina, era una fiesta,
sonaban todas las ollas
y cantaban las cebollas
formando una gran orquesta.
El salón, de gelatina;
las sillas, de caramelo;
el sofá, de terciopelo
y, de flan, una cortina.
La cama, de mermelada;
la colcha, de chocolate;
la manta, de aguacate;
y una galleta de almohada.
El baño, de menta pura;
y la tina de guayaba;
allí no se resbalaba
al bañarse con dulzura.
Con su casa golosina
esta, dulce bruja Eugenia
que tiene dulces de Kenia,
y a todo el mundo fascina.