Una estrella recién nacida tomó entre sus manitas de luz a una luciérnaga que volaba en el espacioso jardín de la noche.
Eres tan pequeñita -le dijo- y tu luz es tan débil.
La luciérnaga se detuvo sobre la hoja de un ciruelo bajando la cabeza para que su hermana no supiera de su tristeza.
Eres tan llena de luz -le dijo entonces con un hilo de voz- y agregó: ...y sin embargo, hermana mía, tan ciega.
El tamaño de las cosas, ¿pertenece al reino del espacio o al reino de la Esencia? No importa que tan grande seas tú, y cuán pequeña parezca yo, lo que sí es importante es que ambas somos portadoras de luz.
Deja tus huellas gigantescas en el inconmensurable cielo; a mí me basta con iluminar el sendero de los pequeños insectos voladores para que en sus viajes nocturnos no sean atrapados por telarañas y otros peligros.
Cada uno ayuda según la luz que posee, no interesa la magnitud o pequeñez del servicio.
Lo que sí es importante es que éste sea el producto de la luz que cada uno tiene en su corazón.
La fuente es la misma.
"Cuentos para el alma" de Ada Albrecht