Me llevaste de la mano bajo la lluvia ligera… Qué frescor de primavera bajaba del monte al llano. Qué horizonte tan cercano nubes y mar parecían. Por tu rostro descendían gotas brillantes rodando; pero no estabas llorando, tus labios me sonreían.
Hay un misterio oculto en cada mano, una corriente eléctrica, un conjuro, un pulso indefinido, un roce puro que en cada situación ve un gran piano.
Al tocarte, despiértanse en el llano coplas y luz; estalla el semioscuro crepúsculo en fulgor, y me apresuro al beso audaz, recíproco, pagano.
Te llevo de la mano, y la energía que entre los dedos fluye, es melodía tácita que no alcanzan los oídos.
Vibre esa voz armónica en tu mente, y percibe la gama iridiscente que va de mi sonrisa a mis gemidos.