El amor de Dios, siempre presente, es mi mayor consuelo.
Si me siento descorazonado o ansioso, busco consuelo. Las distracciones externas pueden proporcionar un alivio temporal, pero me dejan anhelando más. Para superar la negatividad, me dirijo a mi interior, a la presencia de Dios y a la verdad de Su amor. Gracias a la oración, encuentro lo que busco —consuelo profundo y duradero.
A tono con el amor de Dios en mí, soy consolado. Dios y yo somos uno. Cualquier sentimiento de separación es un falso sentir. El consuelo, la paz y el gozo de Dios están disponibles para mí siempre; estoy envuelto en el amor divino. En armonía con la presencia de Dios, siento la paz que sobrepasa todo entendimiento y mi alma recibe alivio. Dios es realmente mi ayuda en toda necesidad.
Ella es mi consuelo en mi aflicción, porque tu dicho me ha vivificado.—Salmo 119:50