El espíritu humano es como una voluta de humo. Cambia fácilmente, se adapta a las situaciones y muta con facilidad.... Somos manipulados por nuestras apetencias desde la juventud...
y descubrimos, demasiado tarde, que cuando nos liberamos de esa hambruna, es cuando apreciamos de verdad la vida.
Los sentidos se nos obturan, confundidos, hasta ese mágico momento en que somos libres....
Entonces percibimos los colores, nos inundan aromas no apreciados anteriormente, aprendemos a escuchar y saborear cada preciso momento de nuestra existencia...
pero, fundamentalmente, nuestra nueva educación nos conduce a apreciar el tacto... aún mejor, el contacto.