Tal como ocurre con el centro de un torbellino, el centro de mi ser es un lugar de paz y tranquilidad. Me dirijo a este santuario interno en cualquier momento que necesite apartarme del mundo. En este espacio sagrado, nada puede perturbar la dulce paz de mi alma.
En momentos de oración y meditación, enfoco mi atención en la luz en mí. Al dirigirme tiernamente a mi interior, logro sentir serenidad en cualquier lugar y en cualquier momento. El amor de Dios me llena. Siento la fortaleza, la sabiduría y la luz divinas que me envuelven y me preparan para lo que está ante mí. Centro mi atención al inhalar y exhalar profundamente, y descanso en la conciencia de que Dios y yo somos uno. Estoy en paz.
Vivan en armonía y paz; y el Dios de amor y de paz estará con ustedes.—2 Corintios 13:11