Aquí tienes mi hombro, querido amigo:
¡vuelca sobre él tu angustia…, tu desazón…,
y el llanto desolado de ese pantano
en el que se está ahogando tu corazón!
Ya sé que ante una pena tan honda y grave,
-cuando tu vista fija se hunde en el suelo-,
las palabras, amigo -¡qué duda cabe!-,
no sirven ni siquiera como consuelo…
Y sé también que ahora sería muy burdo
pretender que en el medio de tu dolor,
comprendas lo que puede sonarte absurdo:
¡que hay detrás de las cosas un Plan Mayor…!
Por eso, cuando luego, pesadamente,
te duermas agotado sobre mis brazos,
le hablaré con dulzura a tu subconsciente,
para ver si recuerda los "grandes trazos"…
Y tal vez rememores, que "antes de entrar",
esas almas valientes que ahora partieron,
ya habían dado su acuerdo -al encarnar-,
para servirle a Gaia como lo hicieron…
Porque nada es casual tras lo aparente,
y no existe el azar en el Gran Cuadro…,
y la muerte no es tal: es simplemente
el paso de "un recuadro" a "otro recuadro…"
Y son las almas de esos que hoy has perdido,
las que aquí nos brindaron su Santo Oficio,
¡que es por la Compasión que han inducido
que ha valido la pena su sacrificio!
Y es que ese sentimiento es tan potente…,
su acción es tan intensa y tan completa,
¡que abre los corazones de la gente,
y cambia la energía del planeta!
Y lleva a que "lo dual" se desmorone…,
y aunque al caer provoque gran destrozo,
permite finalmente que se asome
la Nueva Tierra desde el fondo del pozo…
¡Pero sé que es difícil que lo entiendas
cuando el dolor que aprieta es infinito
y el pesar cubre todo con su venda…!,
por eso, hermano mío, te repito:
¡Aquí tienes mi hombro…y el de tantos,
que en el mundo escoltamos tu vigilia…!,
para que sientas, -en medio de tu llanto-,
que no estás solo…: ¡somos tu familia!
Jorge Oyhanarte