LA ILÓGICA E INTERMINABLE BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD
Por Francisco-Manuel Nácher
La vida es hermosa. Pero no nos damos cuenta. Nos la pasamos
esperando que llegue algo que la hará feliz. Y, esperando ese algo, que
nunca llega, aunque miles de veces parece próximo, se nos pasa y se nos acaba sin habernos proporcionado ese momento de felicidad.
Curiosamente, sólo hallamos atisbos de plenitud y de dicha
recordando momentos pasados, que entonces no nos parecieron
especialmente felices, o imaginando momentos futuros, adornados con
toda suerte de circunstancias deseables.
Sin embargo, ni el pasado ni el futuro existen. Y, por tanto, la
felicidad que pueden proporcionarnos es una felicidad artificial, de
ficción y que no acaba de satisfacernos.
Pero, ¿qué hacemos con el presente? Desgraciadamente, se nos
escurre entre los dedos sin que nos paremos a estudiarlo, de tan
preocupados como estamos por ese momento feliz, tan esperado y que,
no sé por qué misteriosa razón, ubicamos siempre en el futuro.
Tratemos, desde hoy, sin embargo, de mirar al presente, ese
presente que siempre está ante nosotros, en nosotros, y puede que nos
llevemos una grata sorpresa. Porque, mientras nos sentimos
desgraciados, el mundo que nos rodea está preñado de belleza, de
armonía, de gracia, de equilibrio, de música, de felicidad...Y, mientras,
ciegos a todo menos a nuestro egoísmo, nosotros lamentamos cualquier
contratiempo, a nuestro alrededor cantan los pajarillos y las plantas abren
sus capullos y ríen los niños y el sol transforma en diamantes las gotas de
rocío y las nubes dibujan mil figuras en el cielo y la mar arrulla
continuamente a la playa adormecida y las mariposas adornan el cielo y
las flores lo llenan todo con sus aromas...Y nosotros, ciegos y sordos y
ajenos a todo, excepto a nuestra fantasía egoísta, no vemos nada ni oímos nada ni percibimos nada y nos sentimos solos y olvidados y
desamparados y desgraciados, en medio de la dicha y la plenitud y la
alegría y la vida, que lo llenan todo, que lo constituyen todo...
¿Por qué no damos un frenazo en esa estúpida huída hacia delante
en que hemos convertido nuestra existencia, y disfrutamos la belleza y la
plenitud y la armonía de que está repleto cada instante? Es sólo cuestión
de intentarlo, de mirar dentro de las cosas y dentro de nosotros mismos, y
ver la mano de Dios que, incesantemente, vela por nosotros, nos ayuda,
nos acaricia, nos protege y nos empuja suavemente hacia delante posada en nuestro hombro...
Cada instante, pues, cada persona, cada animal, cada ser, cada
acontecimiento, están llenos de vida, de luz y de amor. Sólo tenemos que
mirar, y veremos. Y dejaremos de sentirnos desgraciados. Y de esperar
ese momento en que nos llegará la felicidad que ya tenemos y que no
habíamos aprendido a ver ni a disfrutar.