EL CHERCAN
Pequeño vecino redondo, todo de pluma revestido, siempre detrás de tu tesoro: buscando un átomo extraviado, una noción, un filamento, un otrosí de la maleza, un párpado del matorral: algo que debe estar allí porque el chercán vuelve y revuelve: sus ágiles ojos chispean, su mínima cola dirige enderezada hacia las nubes y entra y sale y vuelve a volver, chilla de pronto, y ya no está, hasta que otra vez ha brotado de su nido color de pluma dejando allí sus huevos mínimos, el pequeño esplendor redondo de donde algún día saldrá la curiosidad del chercán a investigar la primavera.
Pablo Neruda
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