Olvidaré al invierno, que se atreve
a desplegar en campos y ciudades
su monótona túnica de nieve;
Y en tristes, lúgubres oscuridades
envuelve los paisajes de la mente,
anestesiándolos en soledades.
Le olvidaré para mirar de frente
el arco del exótico trineo
y su efusivo auriga sonriente.
Sueños de niños elevarse veo
de cada chimenea, en espirales
con el humo, en inquieto balanceo,
Enviando inequívocas señales
de la curiosidad adormecida
cansada de esperar tras los cristales.
Y tú y yo esperaremos su venida
tendidos en el suelo, junto al fuego,
el alma en flor, la piel estremecida,
Redescubriendo sin cesar el juego
que encadena sentido y sentimiento,
y enlaza el arrebato y el sosiego.
Tropezará sobre la calle el viento,
en el hogar crepitará la llama,
y sobre tí caerá mi atrevimiento,
Cálida catarata que derrama
suavidades con tintes de locura
y que en cualquier lugar te hará una cama.
Moldearán mis manos tu escultura,
me besarás, recibirás mi beso,
y dormiré abrazado a tu cintura,
Soñando en un viaje sin regreso,
por un camino azul de fantasía,
donde he dejado ya tu nombre impreso.
Y al despertarnos el albor del día
veremos que está el árbol navideño
engalanado con la sinfonía
de colores que vimos en el sueño.
Francisco Álvarez Hidalgo.