Una sola gota de agua puede que no fluya muy lejos, pero como parte del mar, puede viajar por todo el mundo. Soy una gota de agua en el océano de Dios. Conozco esta verdad cuando entro en el Silencio. En ese encuentro callado, las paredes de mi ego se disuelven. Ya no siento separación. Dios respira en mí y yo respiro en Dios.
Paso tiempo en el Silencio todos los días, invitando a una mayor conciencia del único Poder y la única Presencia. Supero patrones que quizás hayan obstaculizado que experimente la Presencia en mí, a mi alrededor y como yo mismo.
Me entrego al amor tierno y luminoso del Uno. No tengo límites —la Unidad está en mí, soy Unidad. Siento el Infinito y soy libre.
Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.—Juan 8:32