Según este nuevo año comienza, pienso acerca de mi vida —donde he estado y hacia donde voy. Evalúo mis logros y errores con honestidad. ¿De qué estoy más orgulloso? ¿Qué deseo cambiar y cómo? Comienzo por aceptar mis circunstancias actuales. Cada nuevo año trae posibilidades para escribir una nueva historia.
Soy fiel a mí mismo y enfoco mi atención en lo que es realmente importante. Partiendo de esta conciencia, creo una vida auténtica que refleja quién soy verdaderamente. Soy único y mi vida es única. Soy el creador, director y escritor de mi historia, y la dirijo de manera que brinde mayor gozo a los demás y a mí. Al vivir de manera auténtica, disfruto de bienestar y amor.
Para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad.—Juan 18:37
La vida está llena de momentos gozosos, significativos y desafiantes. Me consuela saber que la presencia de Dios está conmigo como una luz guiadora y un poder fortalecedor todo el tiempo. El Salmo 23 es un recordatorio hermoso de que el Espíritu es mi consuelo y mi fortaleza.
Cuando leo las palabras: “Jehová es mi pastor, nada me faltará”, siento la seguridad de Su guarda. Sé que Dios —mi guía y mi consuelo— está conmigo en momentos de felicidad y de reto. “Junto a aguas de reposo me pastoreará”; en un lugar donde puedo descansar y sentir el fluir divino, allí, Dios “confortará mi alma”.
Recibo la seguridad de que la paz existe aun en medio de un reto, porque cuento con el consuelo divino siempre.
Siento agradecimiento por pertenecer a mi comunidad. Al asistir a eventos en la iglesia, juegos deportivos o campañas para recaudar fondos, me conecto con otros. Mas la verdadera comunidad no depende de compartir actividades ni creencias. Mi vínculo con los demás es innato y dado por Dios.
Al orar, recuerdo mi filiación con todas las personas. En el Silencio, amplío mi sentido de comunidad. Cuando me uno a otros para orar —ya sea por causas locales o globales o sencillamente por las necesidades de quienes sufren— avivo mi conexión divina y el poder de la oración se magnifica. Mi corazón rebosa de amor por los demás, el cual proviene de Dios. El vínculo que comparto con toda la humanidad me brinda gran gozo.
Deben amarse unos a otros con corazón puro y con todas sus fuerzas.—1 Pedro 1:22
El cofundador de Unity Charles Fillmore enseñó que el cuerpo es como un instrumento musical. Cuando está a tono con el Espíritu, irradia la salud y la armonía de la Mente Divina. Armonizo todo mi ser aquietándome y alineando mi conciencia con Dios.
Tengo presente mi unidad con el Espíritu —mi plenitud innata. Siento que Su amor reverbera desde las profundidades de mi ser. Esta vibración de amor divino es música para mi alma. Es un himno de alegría y paz que envía corrientes de bienestar por todo mi cuerpo. La melodía del Espíritu irradia en mí, a través de mí y como yo. Cada célula de mi ser vibra de armonía y bienestar, y alabo a Dios con gratitud y gozo.
¡Aplaudan, pueblos todos! ¡Aclamen a Dios con gritos de alegría!—Salmo 47:1