Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles: -«Id a la aldea de enfrente, encontraréis en seguida una borrica atada con su pollino, desatadlos y traédrnelos. Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto.» Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta: «Decid a la hija de Sión: "Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila".» Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. La multitud extendió sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba: -«¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!» Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada: -«¿Quién es éste?» La gente que venía con él decía: -«Es Jesús, el Profeta de Nazaret de Galilea.»
Palabra de Dios. ------- Con el domingo de Ramos la liturgia de la Iglesia abre la Semana Santa
Hemos de evitar el peligro de asistir a ella como “espectadores” que contemplan unos hechos desde fuera.
El Espíritu Santo desea que conozcamos lo que Jesús vivió desde su corazón para que también nosotros abramos nuestro corazón y nos unamos a El. Que nos dejemos iluminar por la interioridad de Cristo. Los sufrimientos de Cristo nos salvan por el amor con que los ha vivido, un amor que le ha llevado a dar la vida libremente por nosotros.
Acompañemos a Cristo en su dolor, sabedores de poder acompañarlo un día en su gloria: “Acrecienta, Señor, la fe de los que en ti esperan y escucha las plegarias de los que a ti acuden, para que quienes alzamos hoy los ramos en honor de Cristo victorioso, permanezcamos en él, dando frutos abundantes”