Dios está presente en toda situación, de aquí que los retos que enfrentamos sólo tienen el poder que les demos. Al orar por los demás, tengo presente esta verdad. Veo a mis seres queridos en la presencia de la luz crística, sabiendo que la plenitud es su esencia verdadera.
Cada uno de nosotros es uno con el Espíritu. Hemos sido creados sanos y perfectos. Las riquezas del reino nos pertenecen porque somos expresiones divinas. Visualizo esta verdad para cada persona por quien oro, y la veo manifestada como salud, prosperidad y paz. Dios obra en mí, a mi alrededor y a través de mí. El amor es todo lo que existe y éste crece a medida que oro por otros.
Después que Job oró por sus amigos, Dios le devolvió su prosperidad anterior, y aun le dio dos veces más de lo que antes tenía.—Job 42:10
Tal vez olvide dar gracias por uno de mis mayores regalos: la libertad. Soy libre para creer en lo que desee y para adorar a Dios donde desee. Soy libre para viajar y expresarme. Más importante aún, soy libre para elegir mis reacciones.
En el Silencio, dejo ir el temor, las preocupaciones y el dolor. Libero cualquier opinión o punto de vista negativo acerca de mí y reclamo mi potencial divino.
Mi corazón se expande con gratitud al vincularme con esa parte de mí que no conoce límites —mi ser espiritual. Afirmo: Soy libre para elegir mis pensamientos y respuestas y alinear mis sueños con el mayor bien. Me regocijo en la presencia del Espíritu libre en mí y reclamo mi potencial infinito.
Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán verdaderamente libres.—Juan 8:36
Hoy tomo tiempo para aquietarme y permitir que Dios responda a las inquietudes de mi corazón. Dejo ir cualquier búsqueda ansiosa, no fuerzo soluciones y permanezco receptivo al Espíritu.
Descanso y enfoco mi atención en el fluir rítmico de mi respiración. La charla en mi mente cesa y me conecto con Dios. Al dejar ir toda preocupación, avivo la fortaleza de mi fe. Respiro profundamente y entro a la capilla de mi corazón. Allí encuentro quietud y descanso en el Silencio.
El amor de Dios me llena de paz y satisfacción. Sé que todas mis necesidades son satisfechas y me siento completo. En la quietud, me siento profundamente satisfecho.
Él, levantándose, reprendió al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Entonces cesó el viento y sobrevino una gran calma.—Marcos 4:39