Al orar, uno mi pensamiento más elevado con mi fe más profunda.
En este Día de Oración Mundial me sano y ayudo a sanar a los demás. Oro por la paz del mundo. Nadie es un extraño para mí y no tengo enemigos. Oro con personas en mi comunidad y en cada rincón de la Tierra. El amor sanador de Dios fluye de mi corazón para bendecir a toda la humanidad.
Mi corazón se expande. Los buenos deseos de todos los seres son mis deseos. Sus oraciones por paz y comprensión también son las mías. Siento una compasión profunda por mis hermanos y hermanas por doquier. Al orar, uno mi pensamiento más elevado con mi fe más profunda. Permito que el amor de Dios me sane profundamente y bendiga al mundo. ¡Soy un sanador de la humanidad y la paz prevalece!
Pido en mi oración que su amor siga creciendo más y más todavía, y que Dios les dé sabiduría y entendimiento.—Filipenses 1:9
Hoy enfoco mi atención en el poder divino de la fortaleza. Sabiéndome fuerte, voy en pos de mis metas con confianza, determinación y perseverancia. Cualquier retraso temporal sólo sirve para aumentar mi empeño.
Así como el acero se hace más fuerte cuando es expuesto a altas temperaturas, mi habilidad para utilizar mi fortaleza divina aumenta a medida que supero cada obstáculo.
Si encuentro lo que parece ser un bloqueo, invoco mi facultad divina de la fortaleza y acudo a mi interior. Afirmo: ¡Soy fuerte y victorioso! La emoción rebosa de mí según visualizo el cumplimiento de mis sueños. Sigo mis metas con aplomo y resolución hasta lograrlas.
Los que confían en el Señor tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas; podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse.— Isaías 40:31
Cuando escucho de corazón, puedo percibir la totalidad de la necesidad. Afirmo empatía si un amigo describe un conflicto. Afirmo las muchas maneras cómo Dios sana si un ser querido comparte conmigo acerca de un reto de salud. Visualizo restauración si una tormenta devastó una comunidad. Ya esté escuchando las noticias o hablando con amigos, me siento llamado a orar.
Me centro en el poder sanador de Dios y traigo a mi mente lo que deseo afirmar por otros. Amigo o extraño, individuo o nación, todos somos miembros de un mismo universo. Afirmo: Dios provee exactamente lo que necesitamos. Todo reto es superado. Somos plenos. Somos perfectos. Somos uno.
Entonces le dijo a aquel hombre: “Extiende tu mano”. El hombre la extendió, y su mano le quedó tan sana como la otra.—Mateo 12:13
Cada fiesta o evento provee una oportunidad para expresar Amor divino. Me preparo reconociendo la presencia de Dios en toda persona. Cuando llego al lugar de la reunión, el amor irradia en mí y por medio de mí según honro la divinidad en todos a mi alrededor. Soy paciente, amable, respetuoso y ameno.
La actividad de Dios en mí —el amor— fluye por todo mi ser. Esta circulación constante de energía actúa como un imán que atrae más amor a mi vida. Participo en las actividades a mi alrededor con un corazón afable y abierto. Veo lo mejor en mis familiares, amigos y compañeros de trabajo. Afirmo: El amor en mí saluda y honra el amor en ti.
Me regocijo al dar y recibir Amor divino y vivir la vida al máximo.
Todo el que ama es hijo de Dios y conoce a Dios.—1 Juan 4:7