“No camines delante de mí, puede que no te siga.
No camines detrás de mí, puede que no sea un guía.
Solo camina a mi lado y se mi amigo.”-Albert Camus-
La amistad es quizás la forma más perfecta del amor. A diferencia de las relaciones con la familia, la amistad es un vínculo que se elige, no se hereda. A diferencia del amor de pareja, en la amistad no hay compromisos, ni pactos de exclusividad.
Además, toda forma de amor exige que haya amistad, pero la amistad no exige que estén involucradas otras formas de amor.
Dicen que quien tiene un amigo, tiene un tesoro. Y es verdad. Los buenos amigos son un bálsamo para la vida y un antídoto contra las enfermedades físicas y emocionales.
Sin embargo, no todas las personas con las que tenemos un trato continuo son nuestras amigas. Ni todos quienes se dicen nuestros amigos lo son de verdad. Las amistades profundas y sinceras son escasas y, por eso mismo, debemos aprender a valorarlas.
¿Cómo es un amigo de verdad?
Se preocupa sinceramente por ti
No aparece solamente cuando te necesita o cuando no tiene algo mejor que hacer. Por eso está al tanto de lo que te ocurre y no espera a que tú lo busques para hacerse presente. Le interesa saber sobre ti y será el primero en llegar cuando pases por un problema grave.
La preocupación que siente por ti es desinteresada. Simplemente te quiere y quiere que estés bien. No “se muere” si te pasa algo malo, ni tiene la intensidad emocional de otro tipo de relaciones, pero tú siempre tienes la certeza de que él está ahí.
Quiere entenderte, no juzgarte
“Un amigo es una persona con la que se puede pensar en voz alta”
-Emerson-
La amistad supone una aceptación mutua. Un amigo de verdad no quiere cambiarte, ni está en función de criticarte o cuestionar tu vida. Sabe que tienes defectos, pero no le interesa señalártelos. Y si lo hace, seguramente es con la intención de que sufras menos y no de que te conviertas en otra persona.
Un amigo de verdad está abierto a la comprensión. Si le hablas acerca de tus problemas, intentará entender tu posición y no remarcar tus errores. Por eso, con esa persona te sientes cómodo al ser tú mismo, al mostrarte tal y como eres.
Aligera las situaciones difíciles
Un amigo de verdad sabe que no es tu madre, ni tu confesor, ni tu psicólogo. Por eso, en lugar de sermonearte, o darte una cátedra del buen vivir, comparte los momentos difíciles contigo de manera espontánea y sencilla.
Si sabe que estás frito, te invita a comer un helado, o a dar una vuelta por el parque. Si sabe que pasas por una situación desagradable, le restará drama y bromeará contigo para quitarle gravedad al asunto. Si sabe que sufres, estará a tu lado de una forma serena y no invasiva.
Sabe escucharte
Si algo distingue a la amistad verdadera es esa capacidad de escucha, que va mucho más allá de quedarse callado mientras otro habla. La escucha real es respetuosa y cálida. También está atenta a la palabra del otro y le ayuda a él mismo a escucharse.
Saber escuchar es no interferir con lo que el otro dice, si no es necesario. Es aceptar lo que el otro expresa, sin gestos o actitudes de desaprobación. Escuchar es acompañar en silencio a alguien, mientras da forma a sus ideas y a sus sentimientos a través de las palabras.
Es sincero y tiene mala memoria
Los grandes amigos no fingen, ni lo que piensan de ti, ni lo que sienten por ti. El encanto de la amistad está precisamente en que los involucrados se tienen confianza y saben a qué atenerse con el otro. No hay lugar para la falsa cortesía, ni para la hipocresía, entre los amigos de verdad.
En otro tipo de relaciones, un disgusto o una pelea puede pasar a mayores. Pero en la amistad no. La amistad verdadera olvida fácilmente esos conflictos y pasa la página sin problema. Por supuesto que hay límites, pero en la amistad las desavenencias cotidianas hacen poca mella.
La amistad verdadera se construye entre dos. Más que repasar si tus amigos cumplen con todos esos requisitos, te invitamos a hacer el ejercicio de evaluar qué tan buen amigo eres tú. De seguro, quien sabe ser amigo encuentra amigos de verdad.
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