La vida de Dios en mí me asegura un sinfín de posibilidades.
Un nuevo año ofrece nuevos comienzos. Según digo adiós al año anterior, saludo el nuevo con gozo y anticipación. El año ante mí tiene la promesa de un nuevo amanecer; nuevas posibilidades aguardan que las acoja y las lleve a cabo.
La oración es un recurso poderoso, y cada pensamiento divino es una oración. Mantengo mi atención centrada en la vida de Dios en mí. En esta conciencia sé que el bien que deseo es posible. El nuevo año encierra la promesa de amor, gozo, salud, prosperidad, armonía y mucho más. Reconozco con gratitud las muchas bendiciones en mi vida —aquellas ya recibidas y las que están por venir.
Vivo con confianza porque la vida de Dios en mí me asegura un sinfín de posibilidades.
Renuévense en el espíritu de su mente.—Efesios 4:23
Mis oraciones por otros me elevan a un nivel más alto de conciencia.
Orar por otros es un acto noble que beneficia mi bienestar. Cuando digo palabras de Verdad poderosas y afirmativas por alguien, mis pensamientos también son elevados a un plano más alto de conciencia.
Unidos en oración afirmativa, experimento una sensación magnificada de la presencia crística en mí y entre nosotros. Comulgamos con la presencia poderosa de la conciencia crística. Jesús afirmó esta conciencia cuando dijo, “Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos”.
Doy gracias por cada oportunidad sagrada de orar con otros. Al hacerlo, soy elevado a una conciencia más alta.
Cuando terminaron de orar, el lugar donde estaban congregados se sacudió, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y proclamaban la palabra de Dios sin ningún temor.—Hechos 4:31
Un concepto amplio de familia incluye a todas las personas.
Las personas a quienes consideramos familia pueden serlo por nacimiento, afinidad o vínculo espiritual. Mas podemos expandir nuestra visión de quienes conforman nuestra familia. Todos somos creaciones de Dios, vinculados espiritualmente.
Nuestras almas comparten un lazo, sin importar las percibidas diferencias. Y, al igual que ocurre con nuestros familiares, puede que no siempre estemos de acuerdo, que no siempre nos sintamos unidos. Durante momentos como esos, recordemos que aquellos con quienes nos es más difícil relacionarnos pueden bien ser quienes más necesiten compasión y oraciones. Todos somos miembros de una familia universal creada de manera divina.
Ya Dios lo ha dicho: “Habitaré y andaré entre ellos, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”.—2 Corintios 6:16