Estar en un lugar conocido es reconfortante, sin embargo, explorar nuevos destinos tiene sus recompensas. Al descubrir la majestuosidad de este mundo, tengo la oportunidad de crear un vínculo espiritual con otros. Mientras más me aventure, más inclusivo y afable me vuelvo.
También veo con nuevos ojos los paisajes y las personas que recuerdo o que he capturado en fotos o pinturas. Cada nueva mirada provee mayor aprecio. Mis exploraciones van más allá del plano físico; también exploro internamente. Es aquí donde voy para avivar mi identidad espiritual y donde descubro que estoy en casa dondequiera que esté, a dondequiera que viaje.
Cada día me recuerda que vivo en un mundo creado de manera divina.