Doy gracias por la energía y la fortaleza de mi saludable cuerpo.
A veces olvido cuidar mi cuerpo, mas él nunca olvida cuidarme. Mi cuerpo bombea instintivamente la sangre, digiere los alimentos e inhala y exhala el aire. Me maravillan todas las funciones que lleva a cabo mi cuerpo. Éste se renueva y responde a mis decisiones, bien me dé cuenta de ello o no. Tomo un momento para sentir y apreciar cómo la vida divina fluye en mí.
Disfruto de nuevo aliento y energía. Cuando me acuesto al final del día, bendigo mi cuerpo desde la cabeza hasta los pies. Doy gracias a Dios por mi vida y mi salud. Tomo decisiones conscientes, las cuales benefician la salud y vitalidad de mi cuerpo. ¡Personifico la vida divina!
La luz de los ojos alegra el corazón; la buena noticia conforta los huesos. —Proverbio 15:30