Cuenta la leyenda que en un pequeño pueblo venezolano en la frontera con Brasil, cuando comenzó el parto de la biznieta del último jefe indígena de los Taurepan, en todos los ríos de la sabana se detuvo el agua hasta que se oyó por fin el llanto de la niña. El ancestral Makunaima admirado por lo que había ocurrido fue a verla y prendado por su belleza decidió otorgarle tres virtudes.
La pequeña niña guardaría en sus oscuros ojos toda la belleza y misterio de la sabana. Su sonrisa seria el espejo del Kerekupai-merú, el conocido Salto del Angel. Y su alma seria fuerte y grande como Tepuy Roraima un bloque de piedra de 2800 metros de altura y paredes verticales.
Cargada con bolsas de la compra espera el autobús entre gente y coches intentando huir del atasco. El sol ilumina su largo y liso cabello negro bordeando su cara morena. Su rostro exótico y angelical no es suficiente para librarla de miradas de desprecio o de lujuria, o ambas juntas.
En Venezuela a los siete años tuvo que dejar a su familia para ponerse a trabajar porque no podían mantenerla. Y con quince cuando por fin volvió a casa el que decía ser su padre abusó de ella.
Con dieciocho se quedó embarazada y su pareja la abandonó llevándose al niño tras intentar matarla.
Ahora en España trabaja sin contrato y el permiso de residencia se le terminó hace un par de meses. Su ilusión es la de juntar pronto el dinero suficiente para por fin vivir con su hijo.
Esta noche irá al fútbol, de madrugada la cara más despreciable de esta ciudad bañada en el mediterráneo se encontrará con ella en una oscura calle, pequeña y solitaria. Esta noche un desalmado abusará de ella una vez más.
Cuenta la leyenda que nunca nadie le quitará la sonrisa a la princesa de los Taurepan, como nunca se secará el Kerekupai-merú.
Cuenta la leyenda que nunca nadie podrá romper el alma de la princesa de los Taurepan porque nunca el Tepuy Roraima se desplomará.
Cuenta la leyenda que por las calles de Valencia a veces se puede ver el misterio de la sabana en los ojos de una bella chica que sonríe con el brillo que tiene el agua en el salto más grande del mundo.
(de la red)