Dejadme en este rincón no cerradme la ventana por que el sol de la mañana me refresca el corazón. Dejadme esta distracción por que sin ella me hundo que aquí, yo meditabundo a llorar mis penas vengo y es lo único que tengo que me comunica al mundo.
Que yo se bien que estoy viejo y que dentro de este hogar que yo supe levantar soy una carga, un complejo. Dejadme que no me quejo si me levantáis el grito que ni siquiera me éxito cuando solo me dejáis y el poco pan que me dáis casi no lo necesito.
Solo quiero este rincón debajo de la ventana por que aquí cada mañana viene a pararse un gorrión. Y él me da conversación y vosotros me miráis en silencio y os parcháis a cuchichear en grupo por que este rincón que ocupo también lo necesitáis.
Cuantas veces me levanto y ver no puedo a ninguno y hay veces que desayuno bebiendo mi propio llanto. Y yo que he luchado tanto y siempre las penas mías las convertí en alegrías con paternal ilusión hoy solamente el gorrión me ha dado los buenos días.
Estoy cansado y no veo si me muevo es tropezando paso la tarde rezando por que eso sí, en Dios si creo. Me acuesto y cuento a voleo las penas del alma mía y cuando amanece el día y me siento en mi rincón vuelvo a tener al gorrión como única compañía.
Cuando vuelven de la escuela los niños no entran a verme piensan que abuelo duerme pero el abuelo esta en vela. Solamente me consuela en mí vida triste y yerta el gorrión que me despierta con un gorjeo dulce y tierno por eso hasta en el invierno quiero la ventana abierta.
Siempre junto a mí ventana ningún día lo distingo me hace saber si es Domingo de la Iglesia la campana. Desde esa hora temprana se aviva mí corazón y en silenciosa oración a Dios le pregunto así señor, qué va a ser de mí cuando no venga el gorrión.