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De: NeΪida (Mensaje original) |
Enviado: 25/03/2014 03:58 |
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Capítulo 12
Jefferson no despidió a Georgia. Fue ella la que dimitió.
Hacía tan sólo dos días que él había regresado de Fantasías cuando la secretaria entró en su despacho y le dejó una carta de dimisión firmada sobre el escritorio. Cuando Jefferson la leyó, levantó la mirada y se encontró con la mirada de desaprobación de la mujer.
—¿Dimites?
—Así es.
No sabía qué decir. Había intentado mostrarse comprensivo y paciente con ella, incluso le había dado la oportunidad de ocuparse temporalmente del trabajo de Caitlyn. De hecho, Jefferson se había sorprendido de su propia tolerancia. ¿Y ése era el agradecimiento que le otorgaban?
Evidentemente, no comprendía a las mujeres.
—¿Por qué?
—Porque mi trabajo ya no me divierte.
—¿Cómo dices? —preguntó, atónito.
—Desde que Caitlyn se marchó, la moral de esta empresa ha caído en picado. Usted nunca está aquí y, cuando lo está, se muestra distraído y grosero. Usted no es el hombre que era su padre, Jefferson y, a mi modo de ver, eso es una pena.
La ira se apoderó de él, pero se mordió la lengua. Sabía que Georgia tenía razón.
—Su padre dirigía esta empresa y criaba una familia. Caitlyn y usted formaban un buen equipo. Sin ella, a usted le falta algo. Tal vez pueda encontrar otra ayudante personal que consiga llevarle sus negocios, pero ¿podrá usted encontrar otra mujer que lo conozca tan bien y lo quiera de todos modos?
—No sé de lo que estás hablando, Georgia, pero…
—Tonterías —replicó la mujer. Por primera vez, Jefferson se dio cuenta de que ni tartamudeaba ni se mostraba nerviosa en su presencia—. Si no sabe que esa chica está enamorada de usted, es más necio de lo que yo había creído en un principio, lo que, francamente, no me parece posible.
—Un momento…
—Como he dimitido, soy libre de decir lo que quiera. Por supuesto, no es asunto mío, pero debería ir usted a ver a Caitlyn. Antes de que sea demasiado tarde.
Jefferson se sentía como si estuviera atrapado en una trampa. Casi no podía respirar. De hecho, desde que regresó de Fantasías, le había estado ocurriendo lo mismo. No había podido concentrarse en su trabajo y tampoco había hallado refugio en casa. No podía ir a ningún lugar sin ver a Caitlyn. Ni siquiera podía dormir por temor a soñar con ella. Entonces, recordó el aspecto que ella había tenido cuando le dijo que se marchara por última vez.
—Ya es demasiado tarde.
—Jamás es demasiado tarde para recuperar el sentido común, Jefferson.
Cuando Georgia se hubo marchado, Jefferson se dio la vuelta para mirar al mar. Sin embargo, no era el puerto lo que veía, sino que se estaba imaginando a Caitlyn nadando |
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De: NeΪida |
Enviado: 25/03/2014 03:59 |
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en las aguas. Le pareció escuchar su risa resonando en el aire y sentir entre sus manos la suavidad de su piel. Desde que la vio por última vez, no hacía más que sentir un extraño vacío en el pecho…
¿Sería amor? ¿Amor verdadero?
No lo había esperado. De hecho, ni siquiera se había creído capaz de amar.
Caitlyn había sido una parte tan integral de su vida que había dado por sentado que ella siempre estaría a su lado. En aquellos momentos, cuando ya no estaba, se había dado cuenta por fin de lo importante que ella era para él.
—No es demasiado tarde, ¿no?
Se mesó el cabello con una mano y se dirigió hacia la caja fuerte de la empresa, que estaba colocada debajo del cuadro que representaba el primer barco de la compañía. Tras marcar la combinación, abrió la puerta y sacó la pequeña bolsa de plástico que Caitlyn le había devuelto.
Ni siquiera había mirado en su interior desde que ella se la había entregado. En aquel momento, decidió verter el contenido sobre la mesa. Los pendientes brillaron bajo la luz de del sol…
Pero la pulsera no estaba.
Se la había quedado…
Por primera vez en muchos días, respiró profundamente. Tal vez Georgia tenía razón. Tal vez aún no era demasiado tarde.
—Esto es maravilloso —dijo Debbie mientras tomaba un sorbo de su bebida tropical—. En serio, deberíamos haber hecho esto hace muchos años…
Las tres amigas estaban tumbadas sobre unas hamacas al lado de la piscina. Caitlyn había estado escuchando la animada conversación de sus amigas y había decidido que era bueno estar con personas que la querían. Además, no había pensado en Jefferson desde hacía casi cinco minutos. Era una mejora, ¿no? Con cada día que pasara lo iría superando hasta que pudiera olvidarse de que había estado enamorada de él. Hasta que pudiera convencerse que tan sólo se había visto empujada a tener una relación con él por la pasión y el maravilloso ambiente que les rodeaba.
—¿Estás bien, Caitlyn? —le preguntó Janine.
—Sí. De verdad. Estoy genial.
—Sí, claro —replicó Debbie—. Mira Caitlyn, sé que no quieres escuchar esto, pero tienes que seguir con tu vida, cielo. Aquí hay muchos tíos. Elige uno.
—No, gracias —dijo Caitlyn. Sabía que ningún otro hombre se podría comparar con Jefferson, al menos a sus ojos. ¿Por qué fingir?—. Yo voy a darme unas vacaciones de los hombres durante un tiempo, pero tú no, Debbie.
—Bueno, pues no puedes quedarte con el mío —suspiró Janine.
—Volviste a verlo anoche, ¿verdad? —preguntó Debbie—. El señor Misterioso. ¿Cómo es que aún no lo conocemos? |
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De: NeΪida |
Enviado: 25/03/2014 04:00 |
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—Porque aún no estoy lista para compartirlo —replicó Janine estirándose como una gatita. Entonces, sonrió.
—¿Y cómo se llama? —preguntó Caitlyn—. Al menos eso sí nos lo podrás decir.
—No lo sé —admitió Janine, algo avergonzada por aquel detalle—. Desde la primera noche que llegué… Fue sorprendente e inesperado. Además, no es propio de mí… Bueno, ya sabéis… A mí me parece que resulta mucho más sexy que no sepamos los nombres, pero tiene un acento maravilloso…
—¿Que tiene acento? ¿Qué clase de acento? —preguntó Caitlyn. ¿Y si Janine y Max se habían conocido…? —Inglés y… —¿Caitlyn?
Una profunda voz resonó en el aire y le provocó a ella un profundo escalofrío por la espalda. ¿Estaba alucinando? No. Los rostros de Debbie y Janine le decían que todo era muy real. Las dos mujeres parecían estar a punto de emplumar a alguien.
Lentamente, Caitlyn giró la cabeza para mirar al hombre que estaba a los pies de su hamaca.
—Jefferson…
—Ni hablar —dijo Janine.
—Aquí no eres bienvenido —afirmó Debbie.
Él no se fijó en ninguna de las dos. Tenía los ojos fijos en Caitlyn.
—Tengo que hablar contigo —susurró.
No era justo. Ella estaba haciendo todo lo posible por olvidarse de Jefferson. No estaba bien que él se presentara allí para que todo le resultara mucho más difícil.
—¿Por qué has vuelto?
—Tenía que verte.
—Caitlyn… —dijo la voz de Janine en tono preocupado.
—No importa —replicó ella poniéndose de pie. Agarró su pañoleta y se la echó por encima. Entonces, pudo apartar la vista de él el tiempo suficiente para poder mirar a sus amigas—. Estaré bien.
Jefferson sintió que las otras dos mujeres lo miraban con frialdad mientras conducía a Caitlyn hacia la playa. No podía culparlas por mostrarse tan a la defensiva. Sabía perfectamente lo que pensaban de él y no podía culparlas por ello. No se podía decir que hubiera tratado bien a Caitlyn. Sin embargo, si ella le daba la oportunidad de hacerlo, la compensaría por ello.
—Tus amigas me odian.
—Son muy buenas amigas mías.
—Lo comprendo. ¿Y tú? ¿Tú también me odias?
—No. No te odio. Sólo quiero saber por qué estás aquí, Jefferson.
—Te deseo.
—No quiero más juegos —replicó ella, deteniéndose en seco. |
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De: NeΪida |
Enviado: 25/03/2014 04:01 |
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Estaban ya cerca del mar, por lo que el aire le alborotó el cabello y le tapó el rostro. Caitlyn levantó una mano para apartárselo de la cara. Con una sonrisa, Jefferson le atrapó la mano y le acarició suavemente la pulsera de plata. Le agradaba profundamente que ella aún la llevara puesta.
—No. No hay más juegos. Te has quedado con la pulsera.
Avergonzada, Caitlyn apartó la mano y bajó los ojos. —Se me olvidó. Iba a enviártela… —No. Eso no es cierto.
—Tienes razón —admitió ella—. ¿Has venido por esto? ¿Para recogerla?
Jefferson no encontraba el modo de decirle lo que tenía que confesarle. Había tenido muchas horas en las que había podido ensayar un pequeño discurso y diseñar cuidadosamente su plan de ataque. Sin embargo, una vez allí, frente a ella, sólo podía recordar dos palabras.
—Te quiero.
Ella parpadeó y se quedó boquiabierta.
—Te amo —repitió Jefferson—. Sé que no tienes motivos para creerme, pero te aseguro que nunca antes había pronunciado estas palabras para ninguna mujer.
—Dios…
—Son unas palabras demasiado importantes para pronunciarlas a la ligera porque, si se dicen con demasiada frecuencia, pierden su significado. Por eso, yo jamás se las dije a nadie.
Los ojos de Caitlyn se habían llenado de lágrimas, pero ella no dejó que le cayeran por las mejillas. Jefferson le agradeció este gesto. No hubiera soportado verla llorar. No quería pensar que podría haberle causado más dolor aún.
—Ni siquiera comprendí la verdad hasta que estuve en casa —susurró. Extendió las manos y le agarró los hombros, que empezó a acariciarle suavemente. Entonces las subió hasta el rostro de Caitlyn y se lo enmarcó entre ellas—. Yo creí que cuando volviera a casa todo volvería a ser como antes, pero tú no estabas allí. Nada parecía encajar.
—No…
—Ya no me podía perder en mi trabajo. No era lo mismo. No se trataba sólo de que no te tenía a mi lado para que te ocuparas de mis problemas en el trabajo… sino más bien de no tenerte a mi lado todas las mañanas cuando despertaba. Escuchar tu voz y oírte reír. Te has convertido en una parte muy importante de mi vida, Caitlyn y, cuando te marchaste, nada pareció poder seguir funcionando…
—Jefferson, te suplico que no digas nada de esto si no…
—Te amo —dijo. Repitió las palabras para asegurarse de que ella las comprendía. De que eran sinceras—. No imaginé que pudiera sentir esto, pero al estar de nuevo junto a ti, he comprobado que el mundo parece estar de nuevo en orden. No puedo estar sin ti. No quiero vivir sin que tú formes parte de mi vida…
Las lágrimas de Caitlyn comenzaron a caer. Jefferson se las secó suavemente con los dedos. |
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De: NeΪida |
Enviado: 25/03/2014 04:03 |
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—Ámame, Caitlyn. Deja que yo te ame a ti. Te juro que jamás volveré a darte motivos para llorar.
Ella se echó a reír sin poder contenerse.
—No sé qué hacer contigo…
—¿Qué te parece si me perdonas por haberme comportado como un idiota? —sugirió, esperanzado—. Dame otra oportunidad para que pueda demostrarte lo mucho que te amo y te necesito.
—Yo también te amo a ti… —susurró ella mirándolo como si aún no pudiera creerse que todo aquello estaba ocurriendo.
—Cásate conmigo. Hoy mismo. Mañana.
—Lo haré —prometió ella—. Me casaré contigo. Hoy. Mañana. Siempre.
Caitlyn terminó de secarse las lágrimas y lo miró con tanto amor en los ojos que Jefferson sintió que podría durarle toda la vida. Sintió que el corazón volvía a latirle con fuerza y se dejó llevar por su instinto. La tomó entre sus brazos y, cuando apoyó la barbilla sobre la cabeza de Caitlyn, sintió que todo a su alrededor encajaba por fin perfectamente. Caitlyn se acurrucó contra el cuerpo de Jefferson y escuchó los latidos de su corazón. Entonces sonrió. Parecía de lo más apropiado que sus sueños se hubieran hecho realidad en un lugar llamado Fantasías…
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FIN |
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