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General: EL REINO DE CRISTO ISRAEL EN UN MAR DE VIDRIO .
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Damarit Espinoza  (Mensaje original) Enviado: 26/01/2022 13:24


Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoroA)" style="line-height: normal; position: relative; vertical-align: text-top; top: auto;">(A) sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra.

Éxodo 19-> Ver. 
[V.5-> Si diereis oído. Antes de ordenar a los hebreos que guardaran su pacto, como era su derecho soberano, bondadosamente Dios invitó a su pueblo a hacer lo que seria para su propio beneficio. El único sendero por el cual podemos transitar con Dios es el de la obediencia. 606 Bajo ninguna otra condición, fuera de la obediencia, podía consentir Dios en ser el Dios de ellos, o tenerlos como su pueblo escogido. La gracia del Evangelio de Jesucristo que trae salvación a todos los hombres (Tit 2:11) no los libra de la obligación de obedecer la ley divina (Rom 3:31). La fe en el Cristo redentor, que está inseparablemente unida con el poder del Cristo que mora en el corazón, nos capacita para guardar los Diez Mandamientos (Rom 8:1-4). Jesús y los apóstoles con todo énfasis afirmaron el principio de obediencia a la ley divina (Mat 5:17; Mat 5:18; Mat 19:16; Mat 19:17; 1Co 7:19; Stg 1:25; Stg 2:10-12; Jn 2:3; Jn 2:4). Mi pacto. El pacto que Dios hizo con Israel en el Sinaí generalmente es llamado "viejo" pacto (Heb 8:13). Debido al fracaso del pueblo en apreciar plenamente el propósito de Dios, y por no haber entrado en el verdadero espíritu del pacto, el viejo pacto resaltó en contraste con el nuevo, o Evangelio, de la siguiente manera: (1) Era más elemental (Gal 4:1-5). (2) Estaba más estrechamente relacionado con ritos externos y ceremonias (Heb 9:1). (3) Sus motivos consistían principalmente en castigos y recompensas, pues siendo "niños", éstos eran los únicos incentivos que los israelitas estaban preparados para comprender (Gal 4:3; PP 387). (4) Sus bendiciones eran mayormente temporales. (5) Dependía de las realizaciones humanas y de buenas obras más bien que de la gracia divina y de un Salvador del pecado (ver com. Exo 19:8). La bendición notable del nuevo pacto es que por la fe en Cristo se imparte poder al creyente para cumplir "la justicia de la ley" (Rom 8:1-4; cf. Hch 13:37-39). Dios permitió que Israel tratara de guardar la ley para que pudiera darse cuenta de su incapacidad para hacer lo que, erróneamente, se sintió capaz de realizar. Así iban a ser apartados de la confianza propia para confiar en Dios; de la confianza en sus esfuerzos propios, a la fe en la realización divina. Así la ley llegaría a convertirse en el medio de conducirlos a Cristo como su único Salvador del pecado (Gal 3:23-26). De esa manera se preparó el camino para la relación del nuevo pacto, el Evangelio de la gracia divina, la ley guardada en Cristo y mediante él (Jer 31:31-34; Rom 3:21-31; Rom 8:1-4; Heb 8:7-11). Como Pablo declara, esta relación del nuevo pacto no invalida la ley "por la fe" (Rom 3:31). La ley permanece como la norma del deber, la norma de una práctica santa. El nuevo pacto establece la ley como el código eterno de justicia, sin el cual no puede haber ninguna conducta santa. Mi especial tesoro. Más bien "mi propiedad personal" (BJ), (Ver también Sal 135:4; Isa 43:1-4.) A la vista de Dios ninguna otra nación era igual a Israel. Cada hijo de Dios, cada cristiano consagrado, es una joya en la corona de nuestro Señor, y así es considerado por él (Mal 3:17; ver com. 1Pe 2:9). ] 

Romanos 3-> Ver.
[V.31-> ¿Por la fe invalidamos la ley? En el texto griego “ley” no está precedida del artículo “la” (ver com. Rom 2:12). Pablo ya ha dicho que la justicia de Dios se ha manifestado “aparte de la ley” (Rom 3:21) y que el hombre es justificado por la fe “sin las obras de la ley” (Rom 3:28). Es evidente que comprende que estas afirmaciones suyas podrían hacer creer falsamente que la fe anula el principio de que haya una ley, y por eso el apóstol hace esta pregunta retórica, y se apresura a darle respuesta con una negativa inmediata y 506 categórica. Es cierto que Pablo “invalidó” la idea judaica de que la ley era un medio para obtener la justificación, y la insistencia, también judaica, de que los gentiles debían someterse al mismo método (Hch 15:1; Gal 2:16-19). Pero la ley, antes que ser abrogada, es confirmada en su verdadera función mediante el método dispuesto por Dios para justificar a los pecadores (ver com. Rom 3:28). Invalidamos. Gr. katargéō, “anular”, “invalidar”. En ninguna manera. Ver com. Rom 3:4. Sino. O “por el contrario”. “Más bien” (BJ); “antes bien” (BC). Confirmamos la ley. Pablo destaca el lugar de la ley como un principio y, especialmente, en el contexto de este capítulo, tal como está incluido en la ley revelada del AT. Ya ha hablado del testimonio del AT en cuanto a las enseñanzas que pronto serían conocidas como el NT (Rom 3:21). Ahora afirma que la ley, vista como una revelación de la santa voluntad de Dios y de los eternos principios de moral, está plenamente respaldada y establecida por el Evangelio de la justificación por la fe en Jesucristo. Jesús vino a esta tierra para magnificar la ley (Isa 42:21; cf. Mat 5:17) y para revelar por su vida de obediencia perfecta que los cristianos pueden, mediante la gracia de Dios que suministra poder, obedecer la ley divina. El plan de la justificación por la fe revela cómo respetó Dios su ley, cuando fijó y proveyó el sacrificio expiatorio. Si la justificación por la fe invalidase la ley, entonces no habría habido necesidad de la muerte expiatorio de Cristo para liberar al pecador de sus pecados y restablecer su paz con Dios. Además, la fe genuina implica en sí misma una disposición sin reservas de cumplir con la voluntad de Dios mediante una vida de obediencia a su ley (ver com. Rom 3:28). La fe verdadera, basada en amor pleno por el Salvador, sólo puede inducir a la obediencia. El hecho de que Cristo soportara un sufrimiento tal debido a nuestra transgresión de la ley de Dios, es uno de los motivos más poderosos que hay para la obediencia. Es muy difícil que estemos dispuestos a repetir errores que abrumen a nuestros amigos terrenales sumiéndoles en la desgracia. Por analogía, sólo podemos odiar los pecados que tanto afligieron a Cristo, el mejor Amigo de todos. Una de las grandes maravillas del plan de salvación es que hace posible la justificación del pecador por la fe y, además, le da el poder suficiente para producir en él el deseo y la capacidad de obedecer. El plan de la justificación por la fe coloca a la ley en su debido lugar. El propósito de la ley es dar a conocer el pecado (Rom 3:20) y revelar la gran norma de justicia. El pecador que se mira en la ley ve sus pecados, y también su falta de cualidades positivas. De ese modo la ley lo conduce a Cristo y al Evangelio (Gal 3:24). Entonces la fe y el amor producen una nueva obediencia a la ley de Dios: la obediencia que emana de la fe (Rom 1:5; Rom 16:26), la obediencia del amor (Rom 13:8; Rom 13:10). El conflicto final de la larga lucha entre Cristo y Satanás girará en torno de esta cuestión de la autoridad de la ley de Dios y de su función. El último gran engaño que Satanás presentará al mundo es que ya no se necesita obedecer completamente cada mandamiento de la ley de Dios (Ap 12:17; Ap 14:12; cf. DTG 711-712). ]

ROMANOS 8-> Ver. 
[V.1-> Ahora, pues. Estas palabras introductorias indican la estrecha relación entre los cap. 7 y 8. El cap. 8 es una ampliación de la exclamación de agradecimiento de Pablo: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (Rom 7:25). Ahora continúa, dejando de lado su análisis de la penosa lucha con el pecado, para explicar la vida de paz y libertad que se ofrece a los que viven “en Cristo Jesús”. Ninguna condenación. La buena nueva del Evangelio es que Cristo vino a condenar el pecado, y no a los pecadores (Jn 3:17; Rom 8:3). Cristo ofrece justificación y libertad a los que creen y aceptan las generosas estipulaciones del Evangelio, y que por la fe se dedican a vivir en amante obediencia. Quizá haya todavía deficiencias en el carácter del creyente, pero “cuando en el corazón está el deseo de obedecer a Dios, cuando se hacen esfuerzos con ese fin, Jesús acepta esa disposición y ese esfuerzo como el mejor servicio del hombre, y él suple la deficiencia con sus méritos divinos” (EGW ST 16-6-1890). Para el tal no hay ninguna condenación (Jn 3:18). En Cristo Jesús. Esta expresión, frecuente en el NT, indica la estrecha relación personal que existe entre el cristiano y Cristo. Significa más que depender de él o ser nada más que su seguidor o discípulo. Implica una unión diaria y viviente con Cristo (Jn 14:20; Jn 15:4-7). Juan describe esta unión con las palabras estar “en él” (Jn 2:5-6; Jn 2:28; Jn 3:24; Jn 5:20). Pedro también habla de estar en Cristo (1Pe 3:16; 1Pe 5:14). Pero la idea es especialmente característica de Pablo. La aplica a iglesias (Gal 1:22; 1Ts 1:1; 1Ts 2:14; 2Ts 1:1) y también a individuos (1Co 1:30; 2Co 5:17; Efe 1:1; etc.). Jesús enaltece la intimidad de esta unión mediante su parábola de la Vid y los pámpanos (Jn 15:1-7). Si una persona no experimenta esta unión transformadora con Cristo, no puede pensar que está libre de condenación. La fe salvadora que proporciona reconciliación y justificación (Rom 3:22-26) implica una experiencia de la cual Pablo habla como estar “en Cristo” (ver com. Rom 8:28). Los que no andan. La evidencia textual (cf. p. 10) tiende a confirmar la omisión de la cláusula “los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. ] 
Mateo 5-> Ver.
[V.18-> De cierto. Gr. Amén, del Heb. ‘amen, “firme”, “establecido”, “seguro”. Según el sentido del hebreo, el ‘amen significa una respuesta confirmatorio y enfática a lo que dice otra persona (Num 5:22; Deu 27:15-16; etc.). Se le da el mismo sentido en el NT(1Co 14:16). Se emplea el amén con frecuencia en el NT al final de una doxología (Rom 1:25; Gal 1:5; etc.). Pero es peculiar de Jesús la forma en que usa el amén para confirmar lo que él mismo dice y para darle más énfasis. El comienza muchas de sus expresiones diciendo: “De cierto os digo” (Mat 6:2; Mat 6:5; Mat 6:16; etc.), o, como aparece en el Evangelio de Juan (25 veces), “de cierto, de cierto te digo” (Jn 3:3; Jn 3:5; Jn 3:11; etc.; ver com. Mat 1:51). Hasta que pasen el cielo y la tierra. Comparar con Mar 13:31; Luc 16:17. Puesto que la ley es una expresión de la voluntad de Dios, y el plan de salvación es una expresión de la misericordia de Dios, ninguno de ellos fracasará. “La palabra del Dios nuestro es segura para siempre” (Isa 40:8). Jnta. Gr. iōta, la novena letra del alfabeto griego, que corresponde con la letra hebrea yod (ver p. 16), la más pequeña del alfabeto hebreo. Ni una. La construcción griega tiene un negativo sumamente enfático. Un cambio en la ley moral es tan imposible como una transformación del carácter de Dios, quien no puede cambiar (Mal 3:6). Los principios de la ley moral son tan permanentes como Dios. Tilde. Gr. keráia, “cuernito”, quizá el ganchito en la letra wau (w; ver p. 16) o parte de alguna otra letra necesaria para distinguirla de tina letra similar. Al ver el parecido entre las letras hebreas equivalentes a b y k, d y r, h y j, en la p. 16, se comprenderá cuán importantes son los detalles diminutos de esas letras. Los judíos tenían por tradición que si todos los habitantes de la tierra intentaran abolir la más pequeña letra de la ley, no podrían tener éxito. Razonaban que hacerlo significaría una falta tan grande que el mundo sería destruido. Se haya cumplido. Gr. gínomai, “llegar a ser”, “ocurrir”, “establecerse”. Dios no modificará ni cambiará su voluntad ya expresada (ver com. Mat 5:17). Su “palabra” cumplirá los benéficos propósitos divinos y “será prosperada” (Isa 55:11). No habrá modificación de los preceptos divinos para amoldarlos con la voluntad del hombre.] 

STGO 2-> Ver. 
[V.10-> Guardare. Gr. teréo, “guardar”, “prestar cuidadosa atención”. Santiago presenta como ejemplo el caso hipotético de un miembro de iglesia que guarda toda la ley, excepto un mandamiento. No afirma que ese caso fuera real. Ofendiere. Gr. ptáio, “tropezar”, “delinquir”, “faltar al deber”. Punto. La ley no es una simple colección de preceptos aislados: es un trasunto perfectamente armonioso de la voluntad divina. Todos los preceptos son manifestaciones del amor en acción, ya sea hacia Dios o hacia nuestros prójimos. Preferir la parte de la ley que nos conviene e ignorar el resto, aunque sólo se trate de un pequeño detalle, revela el deseo de hacer nuestra propia voluntad y no la de Dios. Se quebranta la unidad del amor y aparece el pecado básico del capricho egoísta. Culpable de todos. Para quebrantar la ley, ya sea civil o religiosa, no es necesario violar todas las leyes: una sola falta es suficiente. El punto esencial es la cuestión básica de ser leal a la autoridad; es suficiente una sola violación para manifestar la inclinación del corazón. ”Un vidrio que es golpeado en un solo punto queda, sin embargo, destrozado. La ley no es un conjunto de diez bolos, uno de los cuales puede ser derribado mientras los otros quedan firmes. La ley es una unidad; su unidad es el amor. Si se viola en un punto, se viola el amor como tal, o sea la unidad de ella” (R. C. H. Lenski, The Interpretation of the Epistle to the Hebrews and of the Epistle of James, Wartburg Press, Columbus, Ohio, 1946, p. 572). Así como una cadena queda rota cuando se rompe su eslabón más débil, así como una nota puede echar a perder toda la armonía musical, así como una parte herida hace sufrir todo el cuerpo, o así como la lepra en cualquier lugar del cuerpo hace que todo el hombre sea catalogado como leproso, así también quebrantar un mandamiento arruina la plenitud y la armonía de toda la ley para el transgresor  .1Juan 2-> Ver. 
[V.4-> El que dice. Cf. com. 1Jn 1:6. Es probable que se trate de los que, influidos por herejías como el docetismo (ver p. 643), pretendían conocer a Cristo pero, en realidad, no tomaban en cuenta sus mandamientos. A esas personas alude Juan para evitar nombrarlas o incluir específicamente a sus lectores dentro del número de ellas (cf. 1Jn 2:6; 1Jn 2:9). No había excusa para esas enseñanzas engañosas dentro de la iglesia, pues Cristo había hecho claro que el está dispuesto a recibir la verdad, le será revelada (ver com. Jn 7:17), y que los que realmente lo aman, guardarán sus mandamientos (ver com. 1Jn 14:15). Es mentiroso. Tanto la persona como su pretensión son falsas. El mentiroso demuestra con su conducta que “la verdad no está en él” (cf. com. 1Jn 1:6; 1Jn 1:8). Nótese otra vez el uso paralelo y contrastante de expresiones afirmativas y negativas (cf. 1Jn 1:5-6; 1Jn 1:8; 1Jn 1:10).] 

STGO 1-> Ver. 
[V.25-> Mira. Aquí comienza la aplicación de la ilustración del “espejo” (Stg 1:24). Perfecta. Ver coro. Mat 5:48; Stg 1:4. Ley. Podría ser una alusión a la enseñanza de Cristo en el Sermón del Monte acerca de la ley (ver com. Mat 5:17-18). También es obvio que hay un estrecho paralelo con los comentarios de Pablo acerca de la “ley” (ver com. Rom 2:12; Rom 7:12). En el cap. 2 Santiago hace equivaler la “ley” al Decálogo (Stg 2:10-11), e indudablemente aquí también se refiere a ese código (ver CS 519). Hay otra afirmación inspirada de que la “ley” es “perfecta” en Sal 19:7. La “perfecta ley” puede compararse con “la palabra de verdad” (Stg 1:18) y con “la palabra implantada” (Stg 1:21), cuyo cumplimiento es obediencia cristiana en la vida. La “ley” es una descripción del carácter de Dios -la verdadera norma de justicia-, y bosqueja la verdadera relación entre Dios y el hombre y también las relaciones entre los seres humanos. Por lo tanto, la “ley” se convierte en un “espejo” por cuyo medio el hombre puede evaluar sus motivos y acciones. Libertad. El que viola la ley, descubre que su libertad queda restringida. El lema: “Obediencia a la ley es libertad”, que con frecuencia se ve en algunos países en las paredes de la sala de tribunales, es una consigna que debe recordar todo cristiano. Cuando una persona acepta por la gracia de Dios el yugo del Salvador (Mat 11:28-30), comprende claramente que la ley está de acuerdo con sus intereses más elevados, y produce como resultado la máxima felicidad posible (ver DTG 296). Entonces contempla la voluntad de Dios como libertad y el pecado como esclavitud. El apóstol presenta la ley moral como la regia infalible del deber (ver com. Stg 2:12). Cuando reconocemos los defectos de carácter que ella revela en nosotros y nos volvemos a Cristo en busca de remedio para ellos, descubrimos que la ley señala el camino de la verdadera libertad, pues la máxima libertad es ser liberado de pecado. Por otra parte, la observancia de la ley -ya sea moral o ceremonial- como un medio de justificación, la convierte en un yugo de servidumbre (ver t. VI, pp. 931-933; com. Gal 2:16). Persevera. La ley será un medio de “libertad” 531 sólo para los que buscan el “reino de Dios” (ver com. Mat 6:33). Ella libera únicamente a los que, por la gracia de Dios, convierten en un hábito de vida el reflejar el carácter de Cristo (ver com. Jn 8:31-36).] Apocalipsis 14:7,14:12 CAP 15:2Y vi también como un mar de cristal mezclado de fuego, y a los que habían triunfado de la Bestia y de su imagen y de la cifra de su nombre, de pie junto al mar de cristal, llevando las cítaras de Dios.







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