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General: Embarazo en la adolescencia . ¿ jugando a la madurez ?
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De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 22/08/2014 13:10
EMBARAZO EN LA ADOLESCENCIA

¿Jugando a la madurez?

Ruptura en la comunicación familiar, poca preparación para el momento de la iniciación sexual -que cada vez llega más temprano-, uso inconsistente de métodos anticonceptivos, fallos en las redes de apoyo a nivel comunitario, socialización poco atractiva de mensajes preventivos en medios de comunicación, ausencia de acciones formativas efectivas en consultorios y escuelas: todo ello habla de la urgencia de crear estrategias articuladas para una sustantiva educación de la sexualidad que contribuya a atenuar el aumento de embarazos en edades tempranas

Por: Yohana Lezcano Lavandera y Emilio L. Herrera Villa
Fotos: Antonio Pons Beato

31 de julio de 2014

Yo menstrué los primeros tres meses como si nada, hasta que empezó a faltarme un poco la regla. Entonces me di cuenta de que estaba embarazada. Al principio no lo creía. Cuando me hicieron el ultrasonido y sentí los latidos del corazoncito de la niña fue que de verdad lo asumí. Siempre pensé parir después de los 25 años, pero llegó mucho antes. Decidí tenerlo porque si ya había sucedido, ¿qué otra cosa iba a hacer?
Yeni, madre a los 15 años

Historias similares a esta se suman a los más preocupantes conflictos de la adolescencia cubana hoy. El embarazo en edades tempranas sigue siendo un problema presente en cualquier punto de la geografía insular, aunque aparece más en las provincias orientales.

Este panorama, para nada nuevo, se complejiza con el incremento de la fecundidad adolescente efectiva desde hace alrededor de seis años, o sea, lo que la periodista Dixie Edith Trinquete, especialista del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (Cedem), califica como “el crecimiento realmente llamativo y multifactorial de la cantidad de niños que nacen de madres adolescentes”.


Aunque no nos tomen por sorpresa, las causas del
embarazo precoz deben ser revisitadas para
atenuarlas desde el hacer interdisciplinario

A varios de los expertos consultados, el tema no les toma por sorpresa. Según datos proporcionados por la doctora Francisca Cruz, responsable del grupo adolescencia del Ministerio de Salud Pública (Minsap), a finales de 2011 la tasa específica de fecundidad para las muchachas de 15 a 19 años fue de 57.3 nacimientos por cada mil mujeres de esa edad. Al año siguiente se experimentó un ligero descenso (53.6) que no se mantuvo en 2013, cuando aumentó hasta 54.8.

Cerca de 16 por ciento de la fecundidad total del país corresponde a madres adolescentes, con diferencias al interior de esos grupos etarios. Se mantiene estable entre 12 y 14 años, disminuye ligeramente de 18 a 19 y crece entre los 15 y los 17, de acuerdo con información ofrecida por la doctora Grisell Rodríguez, también investigadora del Cedem, durante un taller científico realizado en ocasión del Día Mundial de la Población, el pasado año. Pero quizás las mayores señales de alerta se advierten en el retroceso que suponen esas cifras, similares a las encontradas en los 90.

Para desentrañar la multiplicidad de causas de este fenómeno, sus consecuencias y los posibles modos de transformación de esa realidad, BOHEMIA conversó con una treintena de muchachos y muchachas, con algunos de sus familiares y con especialistas que estudian el embarazo adolescente desde las ciencias médicas y las sociales.

Sueños pospuestos

La tasa de fecundidad adolescente ha aumentado en los últimos años


Estaba estudiando contabilidad, pero dejé la escuela. Cuando para y el niño esté más grandecito pienso empezar en la Facultad y voy a pasar un curso para buscarme algún trabajo. No quería, pero no me protegí... Tuve un aborto el año pasado, cuando fui a sacarme esta barriga no pude porque ya no había tiempo y, además, tenía anemia. El miedo mío son los problemas en medio del embarazo, porque a mi edad el cuerpo no está preparado.
Yanet, 17 años

Los signos de alarma del embarazo precoz están dados en los continuos obstáculos -tanto biológicos como psicosociales- que deben sortear las adolescentes en todo el proceso de gestación, e incluso, luego del parto.

Como sus órganos reproductivos no han alcanzado la madurez requerida, aparecen ciertos inconvenientes: Las posibilidades de anemia, infecciones urinarias, complicaciones hipertensivas, hemorragia asociada a afecciones placentarias, escasa ganancia de peso con malnutrición asociada y prematuridad; superan las de sus pares. También son frecuentes las alteraciones en la posición del feto, relacionadas con un desarrollo incompleto de la pelvis, lo cual determina una incapacidad del canal de parto.


De acuerdo con las investigaciones consultadas,
no parecen existir grandes diferencias entre la
edad media de la maternidad adolescente en las
zonas urbanas y rurales

“La probabilidad de muerte materna en adolescentes es de dos a cinco veces más que en mujeres mayores de 20 años. Además, aumenta el índice de cesáreas y el uso de fórceps”, explica a esta revista el doctor Evelio Cabezas, presidente de la Sociedad Cubana de Ginecología y Obstetricia.

La bibliografía científica consultada para la realización de este trabajo periodístico confirma que el embarazo es más vulnerable a mayor cercanía de la menarquia o primera menstruación.

A criterio del doctor Nelli Salomón, médico asistencial del hogar materno Indira Gandhi, del municipio capitalino 10 de Octubre, los riesgos dependen de la etapa de la adolescencia. “No es lo mismo una niña de 14 años a una jovencita de 19. Pero lo más preocupante es que muchas muchachas se embarazan ya desnutridas, con bajo peso o anémicas, lo que hace más difícil la recuperación”.

Existen otros saldos negativos vinculados con la inasistencia a los servicios especializados desde el comienzo de la gestación. Por temor a la reacción de la familia, o por desconocimiento, las chicas no avisan de inmediato su situación y pasan largos períodos sin revisión, sin los cuidados asistenciales que verdaderamente necesitan o, en los peores casos, se valen de métodos no comprobados científicamente para lograr el aborto.

Por otro lado, los bebés también son propensos a presentar complicaciones. Los hijos de madres adolescentes tienen más probabilidades de desarrollar malformaciones congénitas, enfermedades gastrointestinales, retraso mental, pérdida de la visión y el oído.

Si estos riesgos resultan impactantes, no lo son menos las consecuencias psicosociales. El embarazo en la adolescencia limita el desarrollo personal, académico y laboral de las muchachas, lo cual puede generar depresión, frustración, rechazo a enfrentar una nueva vida y aislamiento afectivo, así como un gran sentimiento de culpa y arrepentimiento que incide sobre la salud de ella y del bebé.

A juicio de la investigadora Grisell Rodríguez, para una adolescente, convertirse en madre implica apartarse del devenir lógico del desarrollo psicológico y también de su contexto social, de su relación con los coetáneos. “Tanto muchachas como muchachos deben comenzar a asumir roles que los obligan a madurar abruptamente, pues aún no están preparados para ello. Constituye una ruptura en la continuidad de sus proyectos de vida”, expone en el material audiovisual No es tiempo de cigüeñas, realizado de conjunto por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) en Cuba y por el Minsap.

Deserción escolar, fracaso en la relación con la pareja, inestabilidad económica, discriminación social, angustia, incertidumbre… son otras de las implicaciones socioculturales que una adolescente tiende a experimentar durante este período.

Comunicación, la mejor estrategia


Expertas entrevistadas por BOHEMIA
calificaron al embarazo adolescente como
un problema amparado en vulnerabilidades
sociales

Casi la obligué a ponerse anticonceptivos, primero fue una “T” que le hizo daño y se la tuve que quitar, y luego, una “medusa” que se le corrió para el cuello del útero. Siempre creí que la comunicación con mi hija era buena, pero ahora me doy cuenta de que no fuimos totalmente francas en temas de sexualidad, me parece que nos daba pena hablar en detalle. Ni pensar que el padre iba a meterse en eso, era asunto de mujeres que se trataba entre mujeres. Al principio le reclamé a mi hija, y mucho, pero lo he tenido que aceptar, e incluso, lo he entendido. Si yo no la apoyo con la barriga, ¿quién lo hará?
Rosa, madre de adolescente embarazada

Las relaciones intrafamiliares parecen estar cada vez más dañadas en la sociedad cubana. Hay una ruptura intergeneracional que impide hablar con franqueza de sexo, sin que siga viéndose como un tema vergonzoso, censurable. Las imposiciones de estilos de vida y modos de comportamiento por parte de los padres hacia sus hijos en ausencia del diálogo y de la concertación respetuosa de puntos de vista diferentes, genera desconfianza, desprotección, inseguridad, silencio.

La mayoría de las muchachas entrevistadas por BOHEMIA destacaron entre los momentos más difíciles del embarazo aquel en el que debieron anunciarle a la familia su condición.

“Los padres deben preparar a sus hijos para el encuentro con el otro sexo mediante la base de la comunicación, el ejemplo y una adecuada educación. A ellos les corresponde ser un paradigma instructivo en todo lo referido a métodos de protección y a la reproducción en general. Según estudios realizados en otros países la mayoría de los adolescentes reciben conocimientos sobre sexualidad a través de sus compañeros o de otros medios. Muy pocos interiorizan estos temas a partir de conversaciones al interior de la familia. Creo que en Cuba sucede lo mismo”, enuncia la psicóloga y máster en sexualidad Livia Quintana, quien también es profesora auxiliar del Cedem.
 
Buscando los porqués de la cantidad creciente de embarazos en la adolescencia, varias opiniones concordaron en que la edad de inicio de las relaciones sexuales es cada vez más baja en el país.

Si a ello se suma el no uso de anticonceptivos desde el primer coito, el resultado predecible redunda en más embarazos. Investigaciones apuntan que alrededor del 30 por ciento de las personas jóvenes inician su vida sexual sin ninguna protección.

Aunque la Encuesta Nacional de Fecundidad desarrollada en 2009 por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información evidenció que la población cubana conoce al menos un método anticonceptivo, independientemente de su sexo, lugar de residencia, nivel escolar, edad y cualquier otra característica; el saber no va de la mano del hacer con sistematicidad. Garantizar el acceso a la información no basta para interiorizarla, para convertirla en práctica cotidiana, pues se sigue viendo como algo ajeno.

Los expertos fueron consultados en un encuentro que propició un debate profundo y prolongado sobre el tema

En ocasiones, el uso irregular de la anticoncepción interactúa con fisuras en el abastecimiento y disponibilidad de los métodos preferidos por las adolescentes y sus madres, entre ellos el condón y los dispositivos intrauterinos. Muchachas y muchachos encuestados advirtieron que a veces no encuentran preservativos en las farmacias más cercanas.

La cuerda se tensa aún más si se tienen en cuenta los errados criterios de lo que significa tener una pareja estable en la adolescencia. “Ellas pueden creer que un mes es mucho tiempo con un hombre como para tener que protegerse, pues les parece que se conocen íntimamente. Además, no usar condón se convierte en prueba de lealtad, de fidelidad, de confianza”, enfatiza Livia.

Es entonces que llegan los embarazos no deseados y se utiliza el aborto como un método anticonceptivo más. En un reportaje publicado en la revista Mujeres, fuentes oficiales del Minsap aseveraron que en 2012 se realizaron en el país cerca de 22 mil 400 abortos inducidos en adolescentes de entre 15 y 19 años.

“Desde hace varios años en Cuba contamos con el recurso y el derecho de decidir sobre nuestros cuerpos, pero tenemos que aprenderlo a administrar para no afectar la salud”, agrega la investigadora.

Tales procederes se relacionan con lo que se hace llamar baja percepción de riesgo. La doctora Natividad Guerrero, especialista principal del departamento de docencia e investigación del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), sostiene que la escasa madurez psicológica de los adolescentes influye en que no conciban las complicaciones que podrán tener a más largo plazo ante actitudes imprudentes.

Por lo riesgoso que puede ser el proceso de gestación para las más jóvenes se intensifica la atención especializada

“Asumir un comportamiento que va desde el impulso erótico, la curiosidad, el hacerse mujer u hombre, rompe o choca con sus posibilidades reales de desarrollo personológico, el cual es insuficiente para pensar en las secuelas de un acto -tal vez tan placentero como tener relaciones sexuales- y luego responsabilizarse por las consecuencias que puede traer”, sintetiza la experta.

Otro matiz colorea la aproximación a este fenómeno: durante un intercambio con un grupo de estudiosos del tema resaltó la idea de que se está dando un cambio en la estructuración de los proyectos de muchachas y muchachos, quienes se quedan anclados al presentismo y no conforman sus planes “con luz larga”.

Los sentidos de la vida que van configurando los adolescentes carecen de motivaciones más allá del mañana inmediato. Por lo general no hay una visión de futuro ni una conciencia de que las decisiones tomadas hoy abonan el camino a transitar luego.

“Si no se tiene claro lo que se quiere hacer, es mucho más fácil tomar la decisión de no interrumpir un embarazo, pues la opción no parece tan compleja cuando no existen otras propuestas”, apunta Dixie Edith Trinquete, quien ha tratado estos temas con regularidad en la prensa.

En esa interconexión de causas interviene otra menos reconocida en el discurso de Ellas y Ellos. Existen muchachas que al no tener un respaldo económico para satisfacer sus necesidades, toman como opción el embarazo para “amarrar” al hombre que pueda mantenerlas.

“Esto lo he investigado sistemáticamente. No es el deseo del hijo como tal, es el hijo como resolutor de otras motivaciones que pueden ser económicas o el anclaje a una relación de pareja, muchas veces por presiones familiares”, asevera Livia Quintana.

Ellos también cuentan


Las chicas entrevistadas refirieron ser muy bien
tratadas en los hogares maternos

La mayoría de los hombres ven el embarazo como algo de mujeres. Es verdad que muchas veces nos cuesta asumir, pero cuando queremos decidir y aportar, la familia de la muchacha no te toma en cuenta ni te deja participar. Para ellos eres un cero a la izquierda, incapaz de cumplir con las responsabilidades que implica el ser padre. Todos no somos iguales.
Alejandro, 25 años

Pese a los esfuerzos institucionales por lograr la corresponsabilidad entre hombres y mujeres ante el embarazo y el cuidado de los hijos, todavía se reproducen patrones machistas asociados a la paternidad y la maternidad.

A muchos se les ha enseñado que el varón contrae actitudes menos comprometidas respecto a la criatura que vendrá. Hoy es una necesidad estudiar más a fondo la participación en el embarazo temprano tanto de los adolescentes como de los adultos que tienen relaciones con muchachas de menos edad.

“Como tendencia, las chicas suelen tener descendencia con hombres que las superan entre 5 y 10 años. Algunos de ellos tienen la creencia de que deben dejar un hijo dondequiera que se emparejen como prueba de virilidad. Entonces ejercen una presión tremenda sobre ellas para que paran y luego las abandonan. Hay que tener en cuenta que muchas veces en esos casos, las muchachas fueron hijas de madres y abuelas adolescentes, con una historia de abandonos de parejas y la búsqueda de seguridad, de amparo. Se hace entonces un ciclo de mujeres que se embarazan varias veces y se van quedando solas”, argumenta Livia Quintana, quien ha estudiado apasionadamente esas condicionantes en varios municipios del país.

La psicóloga y máster en sexualidad Maritza Rodríguez, quien atiende el área de salud en la dirección nacional de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), confirma que aún siguen siendo mayores las exigencias sociales hacia Ellas a la hora de tener un bebé. “Se transmiten muchas conductas sexistas en ese sentido y luego abogamos porque los varones compartan roles, pero si la familia del muchacho nunca le enseñó que tiene tanta responsabilidad en el embarazo como la muchacha, ¿cómo queremos que después actúe de otra manera?”

Quizás lo peor de ese mecanismo de dominación latente es que muchas asumen como naturales esos comportamientos y no aspiran a encontrar formas de actuar distintas. Se sigue adjudicando el embarazo, más aún el adolescente, como un problema a solucionar por Ella y su familia, por lo tanto, las decisiones importantes no le competen tanto al varón, que en la mayoría de los casos queda exonerado de tales obligaciones.


El proceso de gestación y el cuidado de los hijos
debe ser una responsabilidad compartida por
igual entre mamá y papá

Por lo general, la determinación de abortar, por ejemplo, es tomada por la muchacha con su mamá o su abuela y pasan por alto el criterio del hombre, que muchas veces ni se entera. Así lo advierten los doctores Luisa Álvarez y Nelli Salomón en un estudio publicado en la Revista Cubana de Salud Pública en 2012: “se conoce muy poco respecto al papel jugado en la práctica del aborto por el varón y los indicios llevan a que solo participan la mujer y su familia”.

En los análisis sobre el tema del embarazo precoz muy poco se habla de los costos psicológicos y sociales para los representantes del género masculino. Los adolescentes que asumen el rol de la paternidad también se saltan etapas y se sienten presionados por nuevos quehaceres que compiten con las actividades propias de su edad. ¿Con qué lo voy a mantener?, comienza a ser la interrogante que a muchos jóvenes inquieta cuando su billetera solo se abulta un poco con lo que pueden darle sus padres, ante la inexistencia de un trabajo propio.

“Pero no es solo una responsabilidad proveer sino también educar, y eso hay que enseñárselo a muchachas y muchachos. Es un proceso cultural que debemos ir transformando y que en Cuba cuesta mucho trabajo. Pero caminamos hacia ahí”, apunta Natividad Guerrero.

Multiplicar y hacer sostenibles las buenas prácticas

La atención de la doctora y la enfermera de la familia ha sido muy buena durante todo el proceso del embarazo. Al principio no quería quedarme en el hogar materno, porque yo estoy acostumbrada a estar al lado de mi mamá y mi marido, pero ya me adapté. Nunca va a ser como en tu casa, pero aquí se desviven por una. La comida es buena, lo que poquita comparada con el apetito que ahora tengo.
Claudia, 16 años

En Cuba existe y se fortalece el Programa nacional de educación integral de la sexualidad, que implica a diferentes actores y organismos, pues tales temas no son de atención exclusiva de salud pública ni de educación. Se trata de un concurso de voluntades que debe hallar en la familia y la comunidad no solo el sustento, sino el hilo conductor de un proceso educativo verdaderamente transformador.

El Cenesex aúna gran parte de los esfuerzos en ese afán. “Aquí existe un grupo de líneas de trabajo como la de salud sexual y reproductiva que le dan seguimiento al tema. A finales del año pasado la institución comenzó una jornada que trata de fortalecer el rol de madres y padres en la educación de los hijos”, apunta Natividad Guerrero.

La FMC pulsa también a favor de esa apuesta. Sin dejar a un lado el tratamiento desalmidonado del asunto en revistas como Mujeres y Muchachas, esta organización es una de las que más puede hacer en estos tiempos a nivel comunitario por generar procesos formativos en pos de disminuir las causas del embarazo adolescente.

“La federación busca una participación activa, pues esta situación compete a toda la sociedad. Las casas de orientación a la mujer y la familia se han convertido en espacios de reflexión, debate y encuentro con personas de diferentes edades, pero donde las adolescentes han tenido momentos de mayor identificación. En algunas provincias del país existen proyectos de promotoras de educación sexual -en la mayoría jóvenes- para el trabajo en la base. Estos tópicos se tratan más en aquellos sitios donde existen altos índices de embarazos, con la ayuda de psicólogos, sexólogos y médicos en sentido general”, afirma Maritza Rodríguez.

La educación de la sexualidad y la planificación familiar deben responder mejor a los intereses, necesidades y características de  los adolescentes. La forma de llegarles necesita oxigenarse con modelos participativos, inclusivos, lúdicos. (Crédito foto: RANDY RODRÍGUEZ PAGÉS)

Otras iniciativas cobran vida a nivel local. Por ejemplo, en el municipio de 10 de Octubre los doctores Luisa Álvarez y Nelli Salomón emprenden una investigación para analizar la atención integral a adolescentes embarazadas y no embarazadas, con énfasis en temas de salud sexual y reproductiva desde una perspectiva de género. El estudio comprende la realización de encuestas a las muchachas y sus parejas, a la familia y a personal especializado en el tema en sectores de salud y educación.

Los avances en el estudio deberán permitir mejoras en el quehacer del hogar materno de la zona. Allí se materializa el programa de maternidad y paternidad responsable.

“Nos reunimos con las gestantes, sus parejas, la familia en general y las preparamos para el momento del parto. Lo ideal sería realizar esas capacitaciones de manera diferenciada con las adolescentes, para trabajar de acuerdo con sus necesidades, dudas e intereses concretos, pero lamentablemente esto no lo podemos hacer por falta de locales. Antes teníamos una casa de la adolescente donde ingresaban las menores de 20 años. Era un centro de referencia y hacíamos actividades recreativas, deportivas, culturales, educativas solamente con muchachas, pero perdimos ese espacio por decisiones externas al hogar”, comenta Nelly Salomón, quien además preside la Comisión Provincial de Ginecología Infanto Juvenil en La Habana.

Más allá de cambiar pañales

Sé que es malo salir embarazada a esta edad, en mi casa siempre me lo advirtieron, pero no tanto como para educarme en temas de sexualidad. Las charlas que dieron en mi escuela sobre los anticonceptivos nos sonaban a teque, a muela, realmente no nos interesaba hablar más sobre lo mismo. He visto algunas cosas por la televisión, pero realmente no me llaman la atención. Aunque creo que estoy preparada para parir porque sé hacerle de todo a mi hermanita, incluso cambiarle los pañales.
Alina, 18 años


Atender y educar a la familia es una de las claves para que la
prevención se materialice más allá del discurso

Más allá de “saber cambiar pañales”, la preparación para la gestación, el parto y el cuidado del bebé debe ser un proceso consciente a desarrollarse progresivamente desde edades tempranas, el cual requiere de sustantivos aprendizajes sobre las variaciones físicas y psicológicas que se pueden presentar en el tránsito por diferentes etapas.

A la mayoría de los y las adolescentes entrevistados para este trabajo le sonaban ajenas las palabras planificación familiar y educación de la sexualidad.Fallos en el sistema de atención brindado en los consultorios, en la programación de intercambios desde las escuelas, los barrios, escasa preparación de la familia en el tema e insuficiente y poco atractiva información socializada en medios de comunicación; parecen alimentar las razones que originan esos vacíos.

En diciembre de 2011, durante la sesión ordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el doctor Roberto Álvarez Fumero, director del Programa Nacional de Atención Materno Infantil, reconoció que la falta de información efectiva clasificaba entre los factores relacionados con el embarazo adolescente.

“Se hace, y mucho. Existe un bagaje considerable de información, pero el conocimiento no está llegando para hacer conciencia. Falta el método, la estrategia, la forma más cercana de tratar esos temas. Hay que ir a la cuadra y ver cómo vive y piensa la gente. El problema no está en la adolescencia, sino en la falta de capacitación integral de la familia, de los profesores en las escuelas, de los médicos en los consultorios”, dice el doctor Salomón, quien desde su circunscripción intenta disminuir esas carencias con la realización de círculos de interés para jóvenes y padres, entre otros proyectos.

Para varias de las personas entrevistadas, los sucesivos reordenamientos en busca de mejor calidad en la atención primaria de salud han afectado la sistematicidad del personal médico en la comunidad. “Se ha perdido un poco aquello de que la enfermera y la doctora de la familia conocían al detalle a su población, pues el tiempo en que conviven con los pacientes es muy corto, cuando no se van de misión, las cambian de consultorio o para un policlínico. Entonces, ¿qué momento real hay para capacitar a las adolescentes y sus padres?, se cuestiona Lourdes Mesa, quien aporta su visión desde la experiencia como vecina de un poblado pinareño y como visitante frecuente de la capital.

Otro de los cuestionamientos señalados indica que las consultas de planificación familiar han desvirtuado un poco su función de orientación para organizar tareas como la realización de abortos provocados y regulaciones menstruales. Ante tales urgencias queda rezagada la imprescindible labor de prevención.

En el orden escolar, se vislumbran también las esencias de estos males. En los programas curriculares de las escuelas están incluidos los tiempos y espacios para conversar sobre sexualidad, pero no siempre son efectivos. En ocasiones la no presencia de especialistas en el tema hace que lo asuman docentes con escasa preparación en esa área.

De igual modo, los lamentablemente poco generalizados esfuerzos que realizan las organizaciones de masas en algunos barrios se desligan de los intereses de los más jóvenes y se convierten en actividades poco funcionales.

Los medios de comunicación, de acuerdo con los criterios recogidos por esta investigación periodística, tampoco están aportando la cuota que les corresponde.

“En algunos espacios de difusión masiva falta profesionalidad a la hora de tratar el tema, se maneja muy superficialmente y en ocasiones no se recurre a fuentes especializadas ni a investigaciones sistematizadas. Hay guionistas que hacen programas dirigidos a adolescentes y jóvenes sin explorar a fondo sus conflictos, por eso muchas veces se quedan en el anecdotario”, opina Natividad Guerrero, del Cenesex.

En el sondeo realizado por estos reporteros, la mayoría de los muchachos identificaron la labor educativa de los medios de comunicación con la socialización de spots de bien público, aunque reafirmaron que muchos de estos no les resultan atractivos. ¿Dónde quedan entonces los programas de participación, de opinión; y las series, novelas, películas, humorísticos…?

“Investigaciones sobre educación de la sexualidad realizadas tanto en Cuba como en el mundo demuestran que los mecanismos positivistas de transmisión de información no son efectivos. Por eso defendemos la idea de asumir métodos más participativos donde las personas se sientan más implicadas, más empoderadas”, argumenta Livia Quintana, una de las especialistas del Cedem entrevistadas.

Esas recomendaciones valen también para cualquier iniciativa educativa y de prevención que se genere en comunidades o centros de estudio, pues un problema multicausal debe ser abordado desde formas de hacer interdisciplinarias que contribuyan a formar en las y los adolescentes cubanos capacidades para vivir una sexualidad segura, responsable, placentera, plena.

Datos en rojo

Cifras publicadas por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) muestran una situación alarmante a nivel mundial:
-Cada día, 20 mil menores de 18 años dan a luz en países en desarrollo.
-De los 7.3 millones de partos adolescentes que ocurren cada año en los países en desarrollo, dos millones provienen de menores de 15 años.
-La mitad de los abortos ocurren en situaciones de riesgo de vida para la madre. En América Latina el número anual de abortos inseguros para las adolescentes alcanza los 3.2 millones.
-Existen 146 países que aprueban el matrimonio o las uniones de mujeres menores de 18 años. De esos, 52 naciones certifican que las adolescentes por debajo de los 15 años pueden casarse bajo el consentimiento de los padres.
-El 86 por ciento de las adolescentes casadas no usan métodos de anticoncepción.
-Las niñas con poco o ningún acceso a la educación, y que viven en zonas rurales, son más proclives a quedar embarazadas que las urbanas. Las que pertenecen a una minoría étnica o a un grupo marginalizado también presentan mayor riesgo.
-Los embarazos en adolescentes no son solo un problema de salud, sino una cuestión de desarrollo. Generalmente están arraigados a la pobreza, la desigualdad de género, la violencia, a matrimonios forzados y al fracaso de los sistemas políticos e instituciones sociales para proteger derechos sexuales y reproductivos.



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