Cuando ingresé a la Juventud Comunista, JUCO, Blanca Villamil era integrante del Comité Central de la Juventud. Y desde que la conocí sentí por ella una profunda admiración. No es retórica, es que ella era la responsable, en esos momentos, de la Secretaría de Agitación y Propaganda; y de verdad agitaba y hacia propaganda.
Una entraba al baño y encontraba papelitos pegados en la pared, en la puerta, a un lado del pequeño espejo que había encima del lavamanos con mensajes de tareas y trabajo. “Camaradas, no olviden recoger el periódico, ya está listo para repartir a la militancia”; “Mañana es la jornada de venta del periódico”; o “El sábado, casa por casa venta masiva de Voz Proletaria”.
Y si la encontraba en la escalera o en la puerta de la sede, caía con sus palabras de compromiso, "¿cuántos periódicos va a vender esta semana?"
Mujer enérgica en su militancia, pero tierna como ninguna, siempre con esa sonrisa que la caracterizaba, la misma que se ve en esta fotografía, así era Blanca, alegre y seria para los compromisos: como revolucionaria, como madre y como amiga. Durante mis años de militancia en esa JUCO de los 70s fue mi referente como mujer y militante porque me encantaba la forma y el estilo con que nos convocaba a vender y difundir el semanario Voz Proletaria y las diversas publicaciones que tenía la organización juvenil y el Partido.
Recuerdo a su camarada y compañero, Álvaro, parado en la puerta de la sede con el hijo pequeño esperando a que Blanca saliera de las reuniones para partir a su casa o a otras tareas que teníamos de la lucha; o cuando estaba con varios de nosotros en la guardia que hacíamos a la sede para defenderla de los ataques que los servicios de inteligencia perpetraban con bombas que colocaban en las ventanas para asustar a la militancia.
En esas largas horas de vigilia, nos enseñaba Marxismo-Leninismo, historia de las luchas del pueblo colombiano, o del Partido, o de las luchas agrarias en defensa de la tierra que era robada por los terratenientes o latifundistas apoyados por la policía. Nos explicaba cómo en el campo, los campesinos se acostaban siendo propietarios de 50 hectáreas de tierra y amanecían con 30 porque durante la noche le cambiaban de lugar la cerca.
También cantábamos, aunque no tuviera linda voz, se sabía las canciones: La Tortilla, La Bala, A Desalambrar o El Pueblo Unido.
Después de la Secretaría de Agipró como le decíamos, pasó a la de Cultura. Trabajé con ella en un comité de artistas que dirigía el Partido. La idea era abrirle espacio a los diversos grupos de canto, baile y teatro popular, que acompañaran las actividades políticas con sus melodías, danzas y obras; forma muy necesaria de vincular el arte con el pueblo, y de este salían además otros y otras partícipes de jornadas culturales ricas en sentires y saberes populares que elevaran la moral de lucha de sus asistentes.
Desde las montañas de Colombia seguí de cerca sus pasos; ella en la legalidad continuaba creyendo en una patria libre y soberana, para todos y todas. Supe que tenía serios problemas de salud que la alejaron de la militancia activa, pero seguía siendo cercana al Partido al que le dedicó su vida, siempre clara de la justeza de esta lucha tan dura por la que ha tenido que pasar este pueblo valeroso como ha sido el colombiano.
Comunista convencida, amiga, camarada, siempre la llevaremos en nuestra mente y corazón como lo que fue su vida, ejemplo de mujer luchadora y revolucionaria. Va nuestro saludo solidario para sus familiares y amigos, y especial para sus dos hombres, compañero e hijo, los Álvaros.