En el concierto ofrecido por Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina el pasado domingo 11 de noviembre, en la ciudad de Valencia, estado Carabobo, un grupo residual de monárquicos de esta ciudad venezolana, ubicado en la zona de los privilegios del Forum, levantó dos carteles con las siguientes inscripciones: “Dios Salve al Rey” y “Viva el Rey”. Ese gesto arrancó algunos aplausos, principalmente de las personas sentadas en las áreas más caras; y, siendo honestos, menos rechiflas, venidas principalmente de las áreas más económicas. Mientras se producía esa breve perturbación del espectáculo musical, Joan Manuel Serrat se alejó del borde del escenario caminando hacia sus músicos, pero, por el contrario, acercándose a ese borde y, dirigiéndose al público, Joaquín Sabina expresó “Somos extranjeros, y además, somos republicanos”.
Fue esa una contundente, cortante y lapidaria respuesta a esos faramalleros que creen que todos los españoles le rinden pleitesía a un monarca que fue impuesto por el franquismo (versión española del fascismo); y que todo nacido en el Reino de España es monárquico y español; pero que, además, en su ignorancia real o supina, no tomaron en cuenta las historias que llevan a cuestas estos dos irreverentes (uno más que otro, ciertamente, pero irreverentes al fin). Uno de ellos, andaluz, confeso de atacar (cuidado, no atracar) una antigua agencia del BBVA con bombas molotov en 1970, en la época de Francisco Franco, y por ello perseguido y exilado hasta 1977. El otro, catalán, primero censurado por defender su derecho a cantar en su idioma natal (el catalán, claro) en la época en la que el dictador Franco (padre político de Juan Carlos de Borbón y abuelo político de José María Aznar), había prohibido el uso de ese idioma, y luego, otra vez, censurado y exilado en 1975 por criticar el fusilamiento de cinco jóvenes libertarios por órdenes del “Caudillo de España por la Gracia de Dios” (así llamaban al dictador).
Además, estos frasquiteros valencianos no tuvieron la capacidad de asociar las imágenes que acompañaban las interpretaciones de “Cantares” y “Para la Libertad”, sobre poemas de Antonio Machado y Miguel Hernández respectivamente, con las penurias que pasaron estos poetas (uno muerto en el exilio y el otro en cárcel franquista) y millones de españoles republicanos que debieron exilarse huyendo de la represión desatada por el ejército del padre político de Juan y abuelo político de José. Seguramente, entre esos neomonárquicos se encontraban descendientes de algunos soldados franquistas emigrados, en virtud de la pobreza que asolaba a la España de Franco, y de allí que se entienda que levanten las banderas a favor de un monarca que es extranjero, incluso para ellos, que son venezolanos y considerados, despectivamente, indianos por los peninsulares.
Tal vez entre esos safricos dominicales había descendientes de emigrados republicanos que llegaron a nuestro país huyendo de la persecución franquista, pero, ello se explica en que los hijos y nietos no necesariamente heredan las dignidades de sus ancestros. Incluso, tal vez había venezolanos y venezolanas de familias de antigua estirpe, que se sienten descendientes de españoles e ignoran por interés propio, algún cruce étnico habido por conveniencia, amor, lascivia o sadismo, que los ha medio salvado de discapacidades intelectuales; pero que quieren reclamar ante el Reino de España, que se reconozca la nacionalidad hasta la decimosexta generación de españoles, para optar a ella y poder obtener el pasaporte. No se crean, hay ilusos, por algo hay tantas estafas a diario.
Ahora bien, llama la atención que los neomonárquicos valencianos pudieran meter al Forum, los dos carteles, habida cuenta de la rigurosidad de la revisión que hicieron los encargados de la seguridad a las personas que accedían al lugar. Ello evidencia cierta complicidad de autoridades (del Forum, de la empresa de seguridad o de la empresa promotora del evento) con estos nostálgicos de Fernando VII, Monteverde y Morillo; complicidad que pareciera reiterarse en el hecho de que, de manera coordinada con quienes manejaban las luces, esos carteles pudieron hacerse visibles cuando precisamente la iluminación se proyectó sobre la zona donde estaban los neomonárquicos, sentados todos en las primeras filas de la zona más cara, como una reminiscencia de los antiguos privilegios de clase de la Colonia, cuando las familias aristocráticas tenían reservados los primeros puestos de las iglesias.
Pero, les salió mal el cálculo, creyeron que esos dos trovadores harían lo que ha hecho otro cantante para ganarse la aceptación floridiana (mayamera, pues), gracias a sus declaraciones políticas. Ciertamente Sabina y Serrat no expresaron apoyo a Chávez, ni tienen por qué hacerlo; pero, lo que si quedó claro es que son republicanos, y como la antítesis de los republicanos son los monárquicos, ya ustedes pueden sacar cuenta de quiénes sí fueron rechazados.
Mejor se los digo con claridad a esos criollos parejeros (igualados con los españoles peninsulares que, en todo caso, tendrían mejor derecho a defender a su rey) que se hicieron presentes en el Forum de Valencia, y a sus cómplices de ese local, de la empresa promotora y de la empresa de seguridad. Lean bien. Eso se debe interpretar como que Joaquín Sabina los mandó bien lejos con sus carteles y con sus estupideces ilustradas, porque él aspira, de pensamiento y espíritu, a la desaparición de la monarquía en España y establecer una República, algo que, por cierto, nosotros heredamos de nuestros ancestros hace casi 200 años, expulsando a los funcionarios coloniales españoles.