Por un lado una enorme gratitud hacia Iván Cepeda por poner los puntos sobre las íes, ordenando un material que en algunos casos ya era conocido, pero que al presentarse con un hilo conductor adquiere una elocuencia que nunca tuvo de forma aislada o episódica. Qué bueno que un senador de la República —otro, pues ya Gustavo Petro lo hizo en 2007— tenga el coraje de enfrentarse a esa corporación del terror que fue el paramilitarismo y que, según se puede concluir del debate, el Dr. Uribe auspició desde sus diferentes cargos públicos: como alcalde de Medellín, como gobernador de Antioquia y como presidente de la República, y el modo en que, según se lee, favoreció y fue “quintacolumnista” de la sanguinaria cofradía castaña y mancusiana (e incluso escobariana). Como dijo con gran coraje la senadora Claudia López, Uribe fue el paramilitar que “coronó la Presidencia”.
Uribe hizo un show de un gran valor histriónico, muy interesante en términos de teatro popular: evocó su vida en un fresco familiar que llegó a conmover a algunos (a José Obdulio), y de repente pasó al contraataque, tronó con su inflamada verba, echó mano de figuras antirretóricas, como el pleonasmo (“pruebas probatorias”), y por último, alzando la voz y con la pupila dilatada, acusó al presidente de la República, a la prensa, a las Farc, al gobierno de Venezuela (le faltaron Obama y el papa Francisco, esos dos comunistas) de hacerle la encerrona. Luego voleó su repartidor de excrementos contra el presidente de la comisión, al que, por cierto, bien le servirían unas clases de dicción. Pero lo mejor fue la teatral salida, sobre todo la segunda: pechito inflado y cabeza alta, como diciendo, ¿ustedes creen que yo soy su igual? ¡Acá el macho alfa soy yo! ¡Y por eso me largo! Impagable verlo escabullirse con sus senadores cargamaletas. “¡Como una sanguijuela!”, dijo la senadora López, retratándolo. Y ya no volvió, porque los grandes capos no vuelven ni escuchan a nadie.
Es triste ver el Congreso convertido en una leonera, pero ese es el país que tenemos. El Congreso es así porque el país es así. Y por eso, paradójicamente, lo representa muy bien. ¡Es el gran Congreso de Colombia! Si queremos uno mejor habrá que esmerarse primero en construir un país mejor. Por fortuna no todos son iguales ahí dentro. Hay senadores valientes como Cepeda o Claudia López o Carlos Fernando Galán, a quienes no les tiembla la voz. Decir en público lo que dicen los enfrenta a gente poderosa y turbia, con mucha plata para abogados y testigos, y sus vidas están en peligro. Pero igual lo hacen. Es el coraje individual el que siempre ha salvado a este país. Ellos hablan y acusan, y al hacerlo nos devuelven un poco de dignidad. Bravo. Gracias. Es este y no otro el doloroso proceso de Nuremberg criollo que debemos hacer, con todos los frentes violentos, para conocer la verdad que con tanta sed requerimos, y para lo que ya casi llega: la paz, el posconflicto y la reconciliación.