HONDA MARTIANA
La universidad de Mella, José Antonio y Fidel
La aspiración de la generación estudiantil de los años 30 fue bajar de la Colina, ascender al pueblo y tomar el cielo por asalto. Era esa la propuesta de Mella, eso era lo que planteaba José Antonio Echeverría, eso fue lo que logró Fidel
Por ARMANDO HART DÁVALOS redaccion@bohemia.cu
01 de octubre de 2014
Si en nuestra sociedad la escuela es la primera y más importante institución cultural, las universidades son la luz más alta de la cultura. Hace más de un cuarto de siglo señalé que en ellas se ganaba o se perdía la batalla de la cultura en la Revolución. Esa idea ha inspirado buena parte de mis empeños en defensa de la identidad patriótica de la nación cubana y estimulado mis contactos de estos años con diversas instituciones universitarias.
Obviamente, me refiero a todo el sistema de centros de educación superior que hoy se extiende a lo largo del país. Donde antes de 1959 había tres universidades, existen en el curso que recién comienza 67 instituciones de educación superior, con más de 65 mil profesores y más de 260 mil alumnos. En los últimos 50 años han egresado más de un millón de profesionales universitarios.
Estas cifras denotan una nueva realidad, en cuanto nos permiten aproximarnos al carácter y la dimensión que adquiere el papel de la intelectualidad en la Revolución. Ha quedado atrás el tiempo en que ser intelectual, en nuestro país, equivalía a pertenecer a un sector social muy reducido. Cuando, en 1961, Fidel se reunió con un grupo de intelectuales y pronunció un discurso que sentó las bases de la política cultural de la Revolución, el encuentro se realizó en un salón de la Biblioteca Nacional.
Hoy, cuando la comprensión de la cultura rebasa el marco estrictamente artístico y literario, segmento que a su vez ha crecido de manera considerable, e interesa y responsabiliza a una masa importante de egresados universitarios, habría que buscar un teatro como el Karl Marx para organizar un encuentro como aquél, donde, por supuesto, no cabrían todos los intelectuales, sino una representación de esa masa.
Esta es la cosecha de la Revolución en la educación y la cultura: una legión de intelectuales surgida de los trabajadores y de amplios sectores populares. De manera que nos encontramos con un fenómeno de masas que, desde luego, tiene que ver con la cultura política.
Es por eso que, ante un nuevo curso, quisiera compartir algunas reflexiones sobre la identidad universitaria, la extensión universitaria como vía idónea para la inserción de estas instituciones en los procesos socioculturales e ideológicos del país, y, en especial, el papel de la Universidad de La Habana, por ser esta la más antigua y de más larga tradición revolucionaria entre nosotros.
Concibo la extensión universitaria como la vinculación más entrañable de la institución docente con el pueblo, aspiración que está presente en lo mejor de la tradición de la bicentenaria casa de estudios habanera. Un ejemplo ilustrativo lo tenemos en la Universidad Popular José Martí, creada por Julio Antonio Mella.
Cuando tuve el doloroso privilegio de pronunciar el panegírico de Raúl Roa, expresé que el Canciller de la Dignidad, a fines de los 40 y principios de los 50, era muy admirado por una generación estudiantil que aspiraba a bajar de la Colina, ascender al pueblo y tomar el cielo por asalto.
Era esa la propuesta de Mella, eso era lo que planteaba José Antonio Echeverría, eso fue lo que logró Fidel. Ellos son tres grandes paradigmas de la identidad de nuestra querida Alma Máter.
En la actualidad, existen programas para vincular las universidades con el trabajo sociocultural de la comunidad, y es mucho lo que se necesita de estos programas. Asimismo, las universidades requieren de estos contactos sistemáticos. Pienso en la presencia de las facultades humanísticas y de ciencias sociales en los proyectos a nivel de territorio, municipio y comunidad. Junto a la Uneac, las instituciones culturales y los Consejos Populares, en un estrecho sistema de relaciones.
Me he referido a tres figuras que caracterizan la identidad de la Universidad de La Habana y, en general, las del país. ¿Cuál es la responsabilidad que debemos asumir para corresponder a esa identidad? Lo primero es estar a la altura del tiempo que vivimos, desde posiciones radicalmente revolucionarias. Esto se concreta en el compromiso político-ideológico de nuestra hora y en la capacidad para convencer y movilizar las instituciones y el pueblo en favor de los objetivos más importantes y consecuentes. El desarrollo pleno de esa capacidad implica valor e inteligencia, elementos siempre sustantivos para la afirmación de un liderazgo.
Como hay masas con altos niveles de instrucción tenemos que realizar este movimiento, como lo hicieron Mella, José Antonio y Fidel, sobre fundamentos profundamente culturales, lo cual resulta particularmente necesario ahora, porque los problemas que tenemos son infinitamente más complejos que los que se presentaron en etapas históricas anteriores, y esa mayor complejidad exige un tratamiento cultural en cuya esencia está la identidad del país.
La Universidad de La Habana, por razones históricas ya explicadas, está en el deber, y lo hará, de liderar este proceso cultural. Hay algo en especial que me interesa se reflexione: en la Universidad de La Habana la fuerza política movilizadora en el pasado siempre fue su estudiantado, aun cuando hubo ilustres profesores que también acompañaron a los estudiantes en su empeño revolucionario.
Recuerdo que al comienzo de la Revolución, cuando trabajaba en el Ministerio de Educación, se me llamó la atención acerca de que les hacía más caso a los estudiantes que a los profesores. Yo argumenté que había concentrado en el Ministerio a los mejores pedagogos del país, a los que tenían más alta experiencia y que habían surgido, precisamente, del profesorado. Expliqué que muchos profesores que eran revolucionarios estaban dedicados a diversas responsabilidades estatales y políticas, y que, aunque en el seno de la masa profesoral había muy buenos revolucionarios, en realidad la fuerza política capaz de defender nuestros intereses, como conjunto, estaba en los estudiantes.
Decía entonces que esto cambiaría cuando un nuevo profesorado, surgido de la Revolución, integrara masivamente nuestros claustros. Esto hace tiempo que es así. En esta característica puede estar lo más novedoso de la universidad cubana de hoy y de mañana.
A propósito del centenario de José Carlos Mariátegui volví por viejas lecturas y encontré también textos del Amauta que no había leído y me causaron una enorme satisfacción. Allí hablaba el comunista peruano del movimiento universitario de la década del 20, de la reforma de Córdoba, y otros asuntos. Expresaba un movimiento de ideas revolucionarias que se gestaba en las universidades del continente, pero también cómo había tenido que luchar contra los claustros dominados por la derecha y la reacción.
Las universidades cubanas de hoy no tropiezan con estas dificultades. Sus claustros surgieron de las profundas transformaciones que comenzaron con la Campaña de Alfabetización y la extensión de la educación a todo el pueblo. En Cuba estudiantes y profesores pueden hacer unidos un esfuerzo conjunto en la vanguardia de los enfrentamientos ideológicos de nuestro tiempo.
El profesorado lo integran, además, muchos jóvenes, hombres y mujeres, y también lo que hemos llamado generación intermedia.
Esta última tiene una importancia especial en la sociedad de hoy.
Unos y otros, junto a los de mayores edades y experiencias, deben desempeñar un papel cada día más destacado en el trabajo político-ideológico en el seno del movimiento universitario.
El impulso a las tareas de la extensión universitaria y la necesidad de denunciar los planes que el enemigo está tramando en el campo ideológico me han llevado a estas consideraciones. Invito a profesores, estudiantes y universitarios en general a que se pronuncien sobre tales problemas.
Con el respaldo de la identidad universitaria que expresan las figuras de Mella, José Antonio y Fidel, debemos desarrollar un nuevo curso universitario donde profesores y estudiantes hagan un aporte especial para enfrentar los temas claves económicos, políticos e ideológicos de la Cuba de hoy y del futuro.