Las mujeres cubanas, que 56 años atrás eran preteridas a las funciones del hogar, constituyen hoy uno de los pilares fundamentales en que se asienta el crecimiento y desarrollo sostenible de la economía nacional.
El triunfo de la Revolución Cubana brindó la oportunidad a una gran masa femenina a integrarse a un proceso que le permitió, en pocos años, iniciar el camino de la equidad cuando, ante todo, abrió las puertas de las aulas para que estudiara y se preparara profesionalmente, sin discriminación ni costo alguno.
Desde la Campaña de Alfabetización en 1961, cuando unas dejaron atrás la ignorancia y otras brindaron sus conocimientos, incluso las adolescentes, hasta este principio del siglo XXI, ocurrió una transformación en los proyectos de vida de millones de mujeres, que dos generaciones después, forman parte de la fuerza productiva cubana en importantes sectores económicos.
Para lograrlo, aún ahora cuando en la sociedad existe mayor comprensión del importante papel que juega la mujer en la macroeconomía y en la economía familiar, ha sido preciso superar barreras que se interponen en el desarrollo personal, entre ellos una arraigada línea de pensamiento machista y la incomprensión ante la maternidad por parte de algunos directivos.
Sin embargo, esos estereotipos se han encontrado con la revolucionaria propuesta, ya irreversible, de que la mujer, que ha luchado junto al hombre en las batallas por preservar el sistema político con inclusión social imperante en la Isla, merece y debe estar, por sus méritos personales y hazañas laborales colectivas, en los lugares cimeros de los análisis que se hacen a partir de la actualización del modelo económico cubano.
Las cifras no engañan, y en ellas se expresa un conglomerado social en el que aparecen trabajadoras en las diferentes esferas de la producción y los servicios. La presencia de esta rama social se manifiesta, con la disciplina que caracteriza a su sexo y su elogiada organización y eficiencia, en el cumplimiento de los Lineamientos del Partido y la Revolución, guía de las transformaciones de la política económica y social, aprobados en el Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba.
De acuerdo con la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), en Cuba residen 11 millones 163 mil 934 personas, de las cuales más de la mitad son de sexo femenino, o sea, cinco millones 592 mil 287. Las mujeres entre 15 y 64 años de edad representan el 34,65 % de la población. Según datos de la ONEI, en el 2013 la población económicamente activa fue de cinco millones 86 mil personas. En este grupo laboral, el 37,4 % son mujeres, lo cual indica que aún, y a pesar de constituir un número preciado en la economía, es imprescindible continuar el proceso de incorporarlas a la masa laboral activa.
Estas cifras también indican que la fuerza laboral femenina en el sector estatal civil representa el 48% y constituyen el 66% de todos los profesionales y técnicos de la Isla. También el 81,9 de los empleados en la Educación en sus distintos niveles, el 78,5% en la salud –de ellos el 60,2% son médicas y más del 70% en el sistema de Tribunales y Fiscalía.
Otros datos nada desechables precisan que las mujeres han encontrado en el sector privado una fuente importante de inserción económica que, además, sigue en crecimiento en la medida que se implementan nuevas formulaciones para el desarrollo socio-económico del país.
Otra rama en la cual hay un importante desempeño femenino es en la agrícola. La mujer rural acompaña al hombre en la producción agropecuaria y, según la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, más de 60 mil mujeres se han integrado en los últimos años a estas labores básicas para la alimentación de la población.
La capacitación de las mujeres contribuye de manera sensible a su participación en la vida laboral y en niveles de dirección de distintos organismos. El 46% de los directivos del sector estatal civil son del sexo femenino; es destacable que representan el 33,5% de los delegados de base del Poder Popular, y en las Asambleas Provinciales de esa organización constituyen el 50% de la membresía.
Cifras conocidas en el 2012 revelan que Cuba es también uno de los tres países del mundo con más alta representatividad femenina parlamentaria (48,86%), mientras que hay dos vicepresidentas del Consejo de Estado, y ocho ocupan diferentes carteras. Un 76% de los fiscales también son mujeres.
Esa inserción en la vida política y socio-económica sería imposible si no existiera un sistema educacional que vela por la superación femenina. Los números indican que hay mayor proporción de graduadas universitarias que graduados. Si se analiza por rama, ellas constituyen el 74,5% de los que concluyeron sus carreras en las ciencias económicas y el 40,7 de las técnicas; el 49,3% de las matemáticas; el 70,6 de las médicas, el 69,8 en las sociales y humanísticas, y el 69,6% de la pedagogía.
De ahí que aunque es preciso continuar la incidencia contra las líneas de pensamiento machista –en lo cual la Federación de Mujeres Cubanas es un pilar fundamental- y asumir con otras fórmulas más cercanas a la realidad los imperativos del propio sexo –como la maternidad, la atención a los hijos y el hogar (un alto número son jefas de familia), la mujer cubana asciende cada vez más a ocupar el lugar que le corresponde en una sociedad que comenzó a construir junto al hombre desde el siglo XIX cuando se escucharon las primeras clarinadas por la independencia nacional.