Viernes, 23 de enero del 2015
Apretados como sardinas, pero con un entusiasmo infatigable, miles de griegos (la policía los cifró en 10.000) llenaron ayer en Atenas la mitad de la plaza de Omonia -el escenario estaba en el centro- y las avenidas adyacentes en el gran mítin final de Syriza, el partido de izquierda radical europea favorito en las elecciones de este domingo. Su líder, Alexis Tsipras, que fue el único dirigente de Syriza en intervenir, hizo un discurso de casi una hora en el que pidió a los griegos que le otorguen en las elecciones «una mayoría absoluta» para iniciar el cambio en Grecia y también en Europa.
El dirigente izquierdista dejó claro que solo con esta mayoría absoluta --que, de momento, las encuestas no le conceden, aunque le dejan cerca- podrá Grecia «actuar con automía en Europa para asegurar la salvación social», ante las difíciles negociaciones que se avecinan. «Hay una carrera entre los demás para ver quién se sienta con nosotros en la cabina del piloto», dijo en alusión a la posibilidad de que sea necesaria una coalición de Gobierno. «Pero no vamos a aceptar a quienes representan las posiciones de la señora Merkel», añadió en referencia a la cancillera alemana.
Tsipras, líder de Syriza, se abraza a Pablo Iglesias, su homólogo en Podemos, tras el mitin de ayer en la plaza Omonia de Atenas.
Unidad
Tsipras lanzó, sobre todo, un mensaje de esperanza. «Grecia, el domingo, va a hacer historia. Empieza una nueva era. Va a ganar el pueblo, no el miedo. Nuestra arma es la unidad». «El domingo no hablarán los acreedores -señaló en relación a la troika que impuso las condiciones del rescate europeo- sino el pueblo griego».
«No deseamos volver al 2009, con todas las patologías que nos llevaron a la crisis», subrayó, para añadir que el poder establecido hasta ahora «destroza a la sociedad». «Queremos acabar de una vez por todas con la corrupción y la mentalidad clientelar del Estado».
En un claro intento de convencer a los indecisos que pueden dudar de su falta de experiencia, Tsipras dijo que era consciente de que pedía «la primera oportunidad para Syriza, pero puede que sea la última para nuestro país».
Prometió que si recibe el respaldo mayoritario, formará «un Gobierno que acabe con los acuerdos del desastre» (en relación a los acuerdos con la troika que han comportado unas medidas de austeridad muy duras) y que «acabe también con la corrupción».
Tsipras se refirió también a la campaña del miedo que, aseguró, la derecha ha lanzado para tratar de evitar el triunfo electoral de Syriza. «Ningún gobernante griego había hablado tan mal del país como lo hace [el primer ministro, Andonis] Samarás, que se comporta como si fuera un vendedor ambulante del miedo».
Cambio de bando
«Ellos tienen el miedo, y nosotros los argumentos», afirmó. Y, jugando con el este concepto, más adelante aseguró que «el miedo ha cambiado de bando y a los ministerios ya están llegando las máquinas trituradoras para destruir documentos».
«Algunos -añadió- dicen que si gana Syriza habrá una bancarrota en Grecia. La única bancarrota que habrá es la de Samarás y sus amigos que han gobernado saqueando al pueblo griego».
Más allá de la retórica para la galería, Tsipras quiso lanzar también un mensaje en positivo. Dijo que Syriza tiene «una visión» y también «un plan». Prometió bajar los impuestos para los ingresos medios y bajos y eliminarlos del todo para aquellos que no lleguen a los 12.000 euros anuales. E insistió en su propuesta de que se celebre una conferencia internacional sobre la deuda en Europa similar a la que en 1953 redujo notablemente la deuda de Alemania.
«La historia llama a las puertas de Grecia y vamos a abrir las puertas a la historia. A partir del lunes, ya no vamos a cerrar los labios, vamos a cerrar los puños», concluyó.
Al final, Tsipras hizo subir al escenario al líder de Podemos, Pablo Iglesias, al grito de «Syriza, Podemos, venceremos». Iglesias proclamó en inglés que «primero tomaremos Atenas y después Berlín». Y luego habló en griego: «Soplan vientos de cambio democrático en Europa». Antes de subir al escenario aveturó que «Rajoy y Samarás forman parte del pasado».