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General: PRIMER MES DE MACRI ....DURO CON LOS POBRES
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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 15/01/2016 11:01 |
La pobreza pierde...
Por Mariano Kestelboim *
Mauricio Macri cumplió sus primeros días de mandato con las principales promesas de medidas económicas. Ahora bien, esas decisiones provocan una mayor concentración del ingreso, una caída del consumo y lo alejan indefectiblemente, en lo inmediato por lo menos, de su objetivo general planteado en campaña: pobreza cero.
La apuesta del gabinete económico es que la combinación de los mayores niveles de ganancias de las empresas y la posibilidad de remitir libremente utilidades al exterior, tras la eliminación del “cepo”, estimule el desarrollo de inversiones productivas, capaces de mejorar de forma genuina la competitividad. De esa forma, esperan que se generen nuevos puestos de trabajo de mayor calidad.
El esquema es bastante similar al fracasado modelo de los noventa, pero con un cambio central: la flotación del tipo de cambio. Otra diferencia, al menos discursiva y obligada por las nuevas circunstancias, es la promesa de regulación de las importaciones para “cuidar el empleo”. El tiempo dirá si realmente el gobierno tiene vocación por proteger los puestos de trabajo y lo puede llevar adelante. Por el momento, aprobaron todas las importaciones suspendidas por el anterior equipo económico y optaron por un sistema de administración menos riguroso.
Sin una Aduana con capacidad real de monitoreo, la elusión de los controles de las importaciones parece más simple. Mientras que el sistema previo afectaban a todo el universo de mercaderías importadas, ahora menos de una quinta parte de las posiciones arancelarias tendrá licencias no automáticas. Los “saltos de posiciones arancelarias” (uso de posiciones distintas a las que deberían corresponder) serán mucho más recurrentes, ya que los controles físicos de las mercaderías no son exhaustivos, la definición de la posición arancelaria que corresponde es objeto de discusión y los funcionarios del área son corrompibles.
La exitosa liberalización del mercado cambiario, lograda principalmente a partir de la importante suba de tasas de interés, de la conversión de yuanes a dólares y del acuerdo con los grandes exportadores de cereales, fue un paso central de la nueva administración para ganar credibilidad. El combo de beneficios para exportadores por liquidar stocks fue suficientemente tentador. En lugar de mantener su mercadería ociosa, pudieron venderla obteniendo prácticamente el doble de pesos por unidad enviada al exterior que hasta antes de la devaluación y dolarizar ganancias inmediatamente o alcanzar un suculento rendimiento en pesos por las elevadas tasas ofrecidas. Por caso, los productores del complejo sojero que, a diferencia del resto de los cultivos tuvieron una rebaja de sólo cinco puntos porcentuales en los derechos de exportación, gozarán de un ingreso adicional de aproximadamente 64.000 millones de pesos, bajo el supuesto que el tipo de cambio se estabilice en 13,50 y que su nivel de ventas sea similar al de 2015.
Desde ya, esa ventajosa posición de unos implica altos costos para otros. Lamentablemente, la distribución del ingreso provocada es muy regresiva. Empeoró la situación económica, en mayor medida, de los sectores de ingresos bajos, dado que concentran su gasto en bienes de la canasta básica que es lo que más se encareció (entre un 30 y 40 por ciento desde fines de octubre pasado).
Como paliativo, el gobierno decidió otorgar un aporte de 400 pesos por única vez para jubilados que cobran el haber mínimo (3,3 millones de personas) y para quienes reciben la Asignación Universal por Hijo (3,6 millones de niños). Para tener una idea aproximada de la inequidad de las políticas aplicadas, estas contribuciones para los sectores vulnerables suman 2760 millones de pesos; es una cifra 23 veces más pequeña que la concedida a los exportadores de soja.
Inflación
El gran enemigo del nuevo modelo es la inflación. El éxito de una devaluación se mide de acuerdo a su impacto sobre los precios. Si el incremento general de costos internos es proporcional a la devaluación, retornamos al punto de partida en términos de competitividad. Es importante observar que el fenómeno inflacionario per se no ocasiona la pérdida de competitividad. A modo de ejemplo, si todos los precios, incluido el precio del dólar, se movieran de la misma forma, no habría efectos reales en la economía. Las diferencias de aumentos de precios en términos de magnitud y ritmo se deben a asimetrías de poder de mercado. El hecho de que existan sectores concentrados que no están afectados por la competencia internacional agrava esas asimetrías. Ha sido un fenómeno recurrente en la economía nacional que en los procesos inflacionarios, los precios de esos sectores hayan tenido aumentos desproporcionados en relación a la evolución del tipo de cambio. Y esos precios forman parte de la estructura de costos de la economía. Básicamente, se trata de las actividades que no compiten con la producción y los servicios del exterior, como los servicios de comercialización, financieros, de transporte interno, inmobiliarios, de telecomunicaciones.
Todas esas actividades pueden tener precios desalineados con los estándares internacionales y afectan los precios de venta al público. La distorsión actual de precios relativos en su favor es lo suficientemente alta como para que los costos internos, medidos en dólares, limiten significativamente la capacidad exportadora del país, en un escenario internacional cada vez más complicado.
Salarios
Entre los costos no transables, el sector más atomizado y con menos capacidad de negociación es el de los trabajadores. En un contexto de devaluación y contracción del mercado interno, en general, sus aumentos quedan retrasados y, por lo tanto, pierden poder de compra. Desde el interés de los sectores exportadores que no dependen del dinamismo del mercado interno, pero sí de los costos no transables, los salarios son una variable a reducir. Tampoco les interesa que mejoren porque, en su esquema de negocios, el salario solo es un costo (en cambio, para las actividades que sí dependen del mercado interno, los salarios también son fuente de demanda).
Desafortunadamente, en nuestro país, antes de discutir el valor de los salarios, nunca se plantea que los servicios de intermediación comercial, las comisiones e intereses de los bancos o el costo de las telecomunicaciones es desproporcionado en relación a los estándares internacionales; es una de las principales variables a analizar y a reducir para mejorar de forma genuina la competitividad sin afectar, como siempre, a los trabajadores.
Hoy, con un alto consumo interno en perspectiva histórica y saturación o alta utilización de la capacidad de la oferta en sectores estratégicos (como transporte, telecomunicaciones, energía, insumos básicos industriales, atención médica, educación e inmuebles urbanos para uso comercial) el efecto de la devaluación sobre los precios no puede ser moderado. Y menos aun en el momento del año de mayor consumo popular, fortalecido por el medio aguinaldo y por los hábitos de compras familiares en la antesala de las fiestas. La mayor demanda estacional provoca que los aumentos de precios tiendan a ser más fácilmente aceptados por los consumidores.
Devaluación
El problema central que enfrentaba la gestión de Macri era el hecho de haber avisado, mucho antes de la asunción, que el peso iba a valer menos. Los exportadores postergaban sus ventas y los importadores adelantaban todas las compras que podían o sobre declaraban precios. La aceleración de la caída de las reservas del Banco Central era un resultado insostenible. Además, la tendencia a la adecuación, desde noviembre pasado, de los precios al nuevo tipo de cambio esperado había recalentado el proceso inflacionario, agudizando la pérdida de competitividad de la economía y, en consecuencia, la merma de las reservas. En definitiva, pese a que no era un momento oportuno para devaluar, el costo de demorarse era demasiado alto, habiendo hecho un aviso insólito.
El alto impacto sobre los precios internos, agravado por la baja de las retenciones, obligó al gobierno a tomar severas decisiones de ajuste del consumo y promoción de la oferta del exterior. Los mecanismos concretos aplicados fueron tres. En primer lugar y de forma simultánea a la apertura del mercado cambiario, el Banco Central aumentó fuertemente las tasas de interés. La repercusión, como era de esperar, fue mayor en el crédito al consumo y en el financiamiento de las pymes. El segundo eje de contención de la demanda fueron las políticas de ingresos. El gobierno redujo al mínimo posible el incremento de salarios y de haberes, a pesar de la mayor inflación. La única transferencia sustancial –y por única vez– fue para quienes reciben la Asignación Universal por Hijo. El aporte de las jubilaciones mínimas (también por única vez y de 400 pesos) apenas representa el 5,8 por ciento de sus ingresos en el mes y no cobrar el impuesto a las ganancias sobre el medio aguinaldo a quienes ganan entre 15.000 y 30.000 pesos también es una transferencia pequeña, sobre todo en comparación con los aumentos de precios de la canasta básica.
El rechazo al bono de fin de año al sector público, la libertad de acción a los privados para decidir su otorgamiento y la represión armada a los reclamos de los trabajadores aminoró la presión alcista de los salarios. De esta manera, los consumidores perdieron capacidad para convalidar aumentos de precios, al menos hasta la discusión de las paritarias que, en general, recién comienzan en marzo y tiene efectos escalonados a lo largo del año. Por su parte, desde el lado de la oferta, el único instrumento de ampliación rápida es la apertura comercial.
Costos
En consecuencia, hasta ahora, la mejora de rentabilidad alcanzada fue a costa básicamente de los asalariados, de las tarifas de servicios públicos y de los contratos de servicios con actualización programada como alquileres y seguros. La anunciada quita de subsidios a la energía y al transporte y el aumento de los precios de los combustibles, impactará tarde o temprano también en la estructura general de costos y, en consecuencia, sin otras políticas de redistribución de ingresos, hará falta otro empujón del tipo de cambio para poder recuperar competitividad.
Parece difícil que en un escenario de caída del consumo y estancamiento regional, alcance con una mayor rentabilidad empresarial para generar un estímulo suficiente que active inversiones y permita sostener el nivel de empleo y bajar la pobreza.
Para la industria pyme local que depende básicamente del mercado interno, el gran peligro del modelo es que su implementación debe estar acompañada de la liberalización comercial. No solamente porque los acuerdos de financiamiento estarán condicionados a cumplir a rajatabla con las normas de la OMC, si no también porque, en caso que no se produzca una apertura, el modelo se podría volver explosivo. La devaluación, la liberalización de exportaciones y la quita de retenciones y el anuncio de reducción de subsidios implican una aceleración inflacionaria. Las únicas barreras para evitarla son aumentar la tasa de interés, contraer el gasto público, limitar la recuperación salarial y abrir las importaciones. Las tres primeras contribuyen a reducir la demanda y la cuarta estimula la oferta, a costa de producción interna.
De forma inmediata, la liberalización comercial implica un mayor margen de comercialización para los intermediarios, que lógicamente no trasladan los menores costos de abastecimiento al mostrador. No obstante, en la medida en que la actividad se erosiona, se destruyen empleos, los sindicatos pierden poder de negociación y los consumidores no pueden avalar los aumentos, la inflación se va extinguiendo.
Sin apertura comercial significativa, la suba de tasas, la reducción del gasto público y del poder adquisitivo de los trabajadores deberían ser mayores y también provocarían una alta conflictividad social. En definitiva, el modelo requiere una dosis de cada una de ellas para no volcar antes de arrancar. La gran incógnita es si existe una combinación socialmente tolerable.
* Economista de la Sociedad Internacional para el Desarrollo - @marianokestel
“La mejora de rentabilidad alcanzada por sectores empresarios fue a costa básicamente de los asalariados”, explica Mariano Kestelboim.
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EL PAIS › DUDAS SOBRE EL PRIMER PARO GENERAL A MACRì EN UN DENSO CLIMA SOCIAL
Disciplin-AR
La transferencia de recursos de los más a los menos es el objetivo central de la política económica y el disciplinamiento de los trabajadores para que se resignen a la pérdida de 12 por ciento de sus ingresos, la principal estrategia política. Pero la profundidad de la crisis y la magnitud de la resistencia social son inocultables y aproximan el primer paro general. La tentación teológica ante el vacío de la política. Tras el tarifazo energético, la nueva dolarización de la economía.
Por Horacio Verbitsky
El reconocimiento de que se preparan nuevos despidos de trabajadores estatales, encubierto como búsqueda de una dotación óptima; la negativa a la reapertura de paritarias aunque la inflación duplica los pronósticos oficiales y la ausencia de cualquier ofrecimiento del Ministerio de Trabajo ante los reclamos de la CGT y las CTA; la importación, inclusive puerta a puerta, de productos que se fabrican en el país, lo cual está destruyendo industrias y puestos de trabajo; el incremento de la desocupación que alcanzó el 10,5 por ciento en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cuya Dirección General de Estadística y Censos nunca fue vandalizada por Guillermo Moreno; el proyecto de ley de precarización laboral que con el pretexto del empleo joven crea una subespecie de trabajadores inferiores, con menor remuneración y derechos; la continuidad de la detención arbitraria de Milagro Sala y otros diez militantes de la Organización Tupac Amaru y la instalación de un equipo de trabajo en el Ministerio de Defensa que busca habilitar la participación de las Fuerzas Armadas en cuestiones de seguridad interior forman parte del proyecto oficial de disciplinar a los trabajadores para que consientan la pérdida del valor adquisitivo de su salario, que ya llega al 12 por ciento desde la asunción del presidente Maurizio Macrì.
Agua y masas secas
La pérdida de empleos y de valor de los salarios es la contracara buscada de la transferencia de ingresos dispuesta por los decretos oficiales que redujeron o eliminaron retenciones a las ventas externas de productos mineros y agropecuarios y reanudaron el ciclo del endeudamiento externo, que no financia la inversión productiva sino la fuga de capitales, el consumo suntuario y gastos corrientes de los gobiernos de la Nación y de las provincias. El ministro de Trabajo Jorge Triaca recibió en audiencias sucesivas a la conducción tripartita de la CGT y al liderazgo bifronte de la CTA. Esta política de puertas abiertas se agota en agua y masas secas pero no ofrece respuestas. Hace una semana, Triaca dijo que la imponente Marcha Federal era política, un discurso que evoca los de Juan Carlos Onganía. Al dejar el despacho ministerial tanto cegetistas como ceteistas anunciaron medidas de fuerza a corto plazo. Este viernes marcharán sobre la Usina del Arte al comenzar la audiencia pública por las tarifas del gas y el viernes siguiente el Congreso Central Confederal de la CGT dispondrá la fecha y modalidad de la respuesta. Las CTA instalaron la propuesta de paro general pero como dijo Hugo Yasky sólo lo harán en coordinación con la CGT para que no permita interpretaciones capciosas por parte del gobierno sobre el porcentaje de adherentes. Con el mismo propósito la CGT dispuso una serie de reuniones con distintos sectores, comenzando por los movimientos sociales de influencia eclesiástica que protagonizaron la marcha de San Cayetano y sus aliados chinoistas. También las CTA analizaron con los mismos movimientos sociales la convergencia de la convocatoria. La CGT también se verá con el ministro político de la Iglesia Católica, Jorge Lozano, y no se descarta que participe su segundo, Alcides Jorge Pedro Casaretto. Ambos han sido los operadores del Papa Francisco para instalar la cuestión del narcotráfico como el eje de la problemática argentina, a lo que adhirió primero el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti (quien esta semana volvió a Roma para otro encuentro con Jorge Bergoglio), y luego con creciente entusiasmo el presidente Macrì, con el beneplácito del gobierno de Estados Unidos. El vicepresidente Joe Biden planteó esta semana que los puntos centrales del acercamiento de su país con la Argentina son energía y seguridad. El asesor de la Conferencia Episcopal en la materia que designó Bergoglio es el vicealmirante (R) Horacio Florencio Néstor Reyser, ex agregado naval en Washington, cuyo enfoque sobre las drogas es el que predica el Comando Sur de las Fuerzas Armadas estadounidenses, donde tomó cursos, es decir una cuestión de seguridad. Su hijo Horacio Reyser Travers es el secretario de relaciones económicas internacionales de Macrì. Con zalamerías y millones de dólares pagados en cancelación de deudas a las obras sociales, el gobierno consiguió retrasar la respuesta sindical a sus decisiones, que ya parecía inminente en abril, pero el caldeado clima social no deja demasiado espacio para vacilaciones, si la nueva dirigencia no quiere poner a prueba uno de los más famosos apotegmas juanperonistas sobre la ubicación de sus cabezas durante la marcha. Luego de la reunificación se ha ido fortaleciendo un eje interno constituido por Juan Carlos Schmid y Héctor Daer, que han alcanzado un apreciable entendimiento. Además, los dos hijos de Hugo Moyano asistieron al cierre de la Marcha Federal y el que conduce el sindicato de camioneros, Pablo, quien también es secretario gremial de la CGT, anunció que propondrá el paro para octubre, si bien dejó abierta la posibilidad de que sea una movilización sobre la Plaza de Mayo. Pero su hermano Fcuendo dijo que la CGT no se dejaría arrastrar por la CTA, a la que envió al rincón del maldito kirchnerismo. Las centrales sindicales son sensibles a un malestar social que también inquieta a los intendentes y gobernadores, temerosos de que sus interminables roscas políticas por alianzas, bloques y candidaturas sean interrumpidas por los resplandores y el estrépito de lo que ocurre afuera, una experiencia que varios vivieron y nadie olvida. La crisis de los partidos y los liderazgos, que no dan respuesta a esa problemática, abre el camino para el desplazamiento de la política por la teología, una ensoñación medieval sin destino duradero.
Los bloopers del securitismo
En su afán por naturalizar el desplazamiento de las necesarias políticas de seguridad por la obsesión con el narcotráfico y el terrorismo, el oficialismo no perdona bloopers. La ministra federal Patricia Bullrich, quien disputa su espacio a brazo partido y golpes bajos con el suspendido aduanero castrense Juan José Gómez Centurión, anunció la detención en la Triple Frontera de un narcoterrorista libanés con pasaporte falso, que resultó ser apenas un consumidor libio experto en cheques sin fondos y con un documento auténtico. Su segundo, Gerardo Milman, y el ministro bonaerense Cristian Ritondo informaron la detención de una banda internacional de narcotraficantes de la Mara Salvatrucha de El Salvador. Esto fue desmentido por el periodista Carlos Martínez, de la prestigiosa revista salvadoreña El Faro, quien explicó que no se conoce caso alguno de vinculación de ninguna mara con ese delito, que a lo sumo sus miembros reclutados en los sectores marginales de la sociedad son consumidores que revenden al menudeo. Estas hipérboles no son casuales, sino parte del plan oficial por tornar creíble el paradigma de las Nuevas Amenazas diseñado por el Comando Sur que, por supuesto, ofrece toda la colaboración que el gobierno acepte, porque esa política permite a Estados Unidos supervisar a los países de la región y al gobierno argentino controlar a los sectores sociales y políticos golpeados por sus decisiones. No es algo original: en la edición de abril de este año, la revista Harper’s publicó una entrevista que el periodista Dan Baum realizó con quien fue el principal asesor de Richard Nixon cuando instalaron la nefasta “guerra contra las drogas”. Richard Haldeman fue condenado por Watergate y luego desapareció. Baum lo encontró en 1994 en una empresa de ingeniería en Atlanta. Sin vueltas Haldeman le dijo que los enemigos de Nixon eran “la izquierda que se oponía a la guerra [en Vietnam] y los negros [que luchaban por sus derechos civiles]. Sabíamos que no podíamos ilegalizar la oposición a la guerra o el ser negro, pero los quebraríamos si lográbamos que el público asociara a los hippies con la marihuana y a los negros con la heroína y luego las criminalizáramos con dureza. Podíamos arrestar a sus líderes, allanar sus casas, interrumpir sus reuniones y vilipendiarlos día tras día en los noticieros de la noche. ¿Sabíamos que estábamos mintiendo sobre las drogas? Claro que lo sabíamos”. El primero que recitó aquí el discurso de las nuevas amenazas fue Ricardo López Murphy en 2000: ellas serían la pobreza extrema, la superpoblación y las migraciones masivas, el terrorismo internacional, el narcotráfico, el fundamentalismo religioso y las luchas étnicas y raciales. Esto ha “revalorizado el poder militar dentro de las estructuras de las naciones, al tener que asumir nuevos roles”, dijo en cuanto De la Rúa le encomendó el ministerio de Defensa.
Las reiteradas referencias de Macrì a las Fuerzas Armadas y su rol en relación con esos mitos son parte de una programación diseñada con cuidado para vencer resistencias y anular las disposiciones de la ley de Defensa Nacional, de 1988, promulgada por Raúl Alfonsín, su decreto reglamentario de 2006, de Néstor Kirchner, y las leyes de Seguridad Interior, sancionada en 1991 bajo el gobierno de Carlos Menem, y de Inteligencia Nacional, que Fernando De la Rúa promulgó en 2001. Si pasaron 18 años antes de que se reglamentara la ley de Defensa, ello se debió a que Horacio Jaunarena, quien fue ministro de Alfonsín, De la Rúa y el senador Eduardo Duhalde durante su interinato, no estaba de acuerdo con la tajante separación que establece entre la Defensa Nacional y la Seguridad Interior. Así lo confesó el propio Jaunarena durante una conferencia que dictó en 2002 en la Escuela de Posgrado Ciudad Argentina que creó Roberto Dromi. Acompañado por el jefe del Ejército Roberto Brinzoni, ambos plantearon la intervención castrense en el conflicto social, con la creación de un superministerio de Defensa y Seguridad que también se encargaría del control de la criminalidad callejera, la documentación personal, las aduanas y las migraciones. Brinzoni expuso estadísticas sobre el incremento de delitos en zonas urbanas y vaticinó que volverían a producirse saqueos y desórdenes. Identificó un área crítica, entre el sur de La Plata y el norte de Rosario, en la que viven 10 millones de pobres. Jaunarena consideró anacrónica la distinción entre defensa y seguridad. “Pedirle a las Fuerzas Armadas que se hagan cargo de la seguridad interior si las fuerzas policiales y de seguridad son desbordadas, pero no permitirles que se entrenen y capaciten para ello es como decirle a un cirujano que debe operar pero sin dejarle que se ejercite”. En realidad, este punto forma parte de la ley de seguridad interior, en la que las Fuerzas Armadas sólo pueden actuar:
- dentro de la propia “jurisdicción militar” en caso de una agresión armada;
- prestando apoyo logístico, a pedido del Comité de Crisis y por disposición del Ministerio de Defensa.
- con unidades de combate, y previa declaración por el Congreso del estado de sitio, ante algún hecho excepcional que desborde al sistema de seguridad interior policial. Aun así, este empleo subsidiario de las Fuerzas Armadas se considerará “excepcional” y no incidirá en la “doctrina, organización, equipamiento y capacitación de las Fuerzas Armadas”.
Es decir, no se trata del médico que debe operar, sino de los bomberos que vienen a rescatar a médico y paciente si se incendia el hospital.
Ahora que el radicalismo ha vuelto a formar parte del gobierno, Jaunarena ha conseguido que se forme en el ministerio de Defensa una comisión que debe proponer modificaciones no a la ley, dado que la Alianza Cambiemos no tiene fuerza política para tanto, sino al decreto reglamentario de 2006, en el que Kirchner y su entonces Ministra Nilda Garré incluyeron la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas, según la cual por agresión externa sólo puede entenderse un ataque armado por fuerzas regulares de un país extranjero. Nadie piensa en eso en el gobierno, donde cada conflicto social es atribuido a lo que ahora llaman el kircherismo extremo (sic), al que se le atribuyen propósitos desestabilizadores para mejor disciplinar al conjunto de una sociedad que debe despertar de un placentero espejismo y resignarse a la amarga realidad.
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