El director en Colombia de Acción Contra el Hambre narra el horror que se vive en Mocoa tras la devastadora riada
Colombia busca a contrarreloj a los cientos de desaparecidos tras la avalancha en el sur del país
El desbordamiento de un río provoca la muerte de más de 200 personas
En el barrio de La Independencia vivía gente muy humilde, en su mayoría familias desplazadas por causa del conflicto armado en Colombia. Sus casas eran construcciones improvisadas de barro, chapas metálicas, ladrillo y arena. Toda esta zona quedó arrasada tras la avalancha que golpeó durante la madrugada del viernes al sábado la ciudad de Mocoa, la capital del Putumayo, al sur de Colombia.
"La tragedia se ha cebado con los más pobres, aquellas capas de la población que en el sector de ayuda humanitaria conocemos como de 'doble vulnerabilidad'", dice a EL MUNDO José Luis Barreiro, director en Colombia de Acción Contra el Hambre. Explica que toda esta zona, situada en la ladera de la montaña, ha quedado totalmente aislada, sepultada. El paisaje es apocalíptico: rocas enormes dispersas en medio de las vías, troncos de árboles que fueron arrancados por la fuerza del alud, amasijos de cables y chatarra, barro por todos lados.
Todavía no se conoce el alcance real de la catástrofe. La última cifra oficial, facilitada por la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) recoge 262 muertos (el Instituto Nacional de Medicina Legal ha identificado unos 80 cadáveres) y unos 262 heridos. "La parte de los niños nos preocupa mucho, hay 43 menores fallecidos, una veintena están siendo tratados en el hospital. Es una desgracia la de todos aquellos pequeños que no encuentran a sus padres. Mi señora ha venido a ayudar las labores del Instituto de Bienestar Familiar", ha declarado el presidente Juan Manuel Santos desde la zona afectada.
El número de desaparecidos sigue siendo una incógnita. Fuentes en el terreno explican a este diario que las primeras cifras de muertos que se conocieron el sábado son muy altas comparadas con otras catástrofes naturales similares. La avalancha causada por las fuertes lluvias, que desbordó los ríos Mulato y Sangoyaco (que atraviesa buena parte del municipio) y el arroyo Taruca, sorprendió a los habitantes durmiendo. Muchos no pudieron reaccionar.
Sobre las 10 de la noche del viernes empezó a llover fuerte, pero no fue hasta las dos o las tres de madrugada cuando se formó la avalancha. "No tuvimos tiempo para nada, gracias a Dios conservamos nuestras vidas", dice Eduardo Vargas, un afectado que consiguió salvar a su esposa y su bebé de siete meses. El sector comercial de Mocoa, una ciudad de 45.000 habitantes, está devastado: en la plaza del mercado apenas aguanta en pie una de las paredes, de la estación de gasolina sólo sobreviven los carteles publicitarios, las calzadas se confunden con los escombros. Hay 17 barrios afectados, más del 50% del área total.
Un policía falleció el sábado tratando de salvar a una señora mayor y a una niña, que estaban atrapadas en su casa. Cuando iban en el coche patrulla, la corriente les alcanzó. "Aceleramos, la fuerza del agua era mucha. Dimos cinco vueltas en el carro. Lo último que me dijo mi compañero fue que tuviéramos fuerza, que de ésta salíamos. Su cuerpo apenas fue encontrado. Los bomberos y la policía, junto a toda la comunidad, me ayudaron a salir del vehículo. Fue un momento tan duro que uno no sabe cómo expresarlo", explica el patrullero Gerardo Cuao Rodríguez a la radio colombiana Caracol.
Riesgo de epidemias
En Mocoa no hay agua ni luz eléctrica. Una subestación de energía fue destruida, así como tres acueductos y el alcantarillado. "Hay un riesgo alto de enfermedades relacionadas con el mal estado de los alimentos y por el agua no tratada", dice Francisco Moreno, director del área de Salud de Cruz Roja Colombiana. Habla de problemas estomacales, en la piel y respiratorios. Y alerta sobre la necesidad de atender a los habitantes con enfermedades crónicas que se han quedado sin acceso a medicamentos básicos.
Mocoa está en una zona selvática de clima tropical, junto a la frontera con Ecuador. Hay mucha humedad, hace calor. Los afectados que han sido reubicados en los albergues (hasta el momento hay cinco, en el más grande caben más de mil personas) duermen hacinados. La Gobernadora del Putumayo, Sorrel Aroca, ha declarado que las carencias básicas podrían durar varios días, incluso semanas.
Acción Contra el Hambre consiguió responder rápido a la emergencia, dispone de una oficina en Puerto Asís, dos horas al sur de Mocoa. Llegaron a la zona al mediodía del sábado con 10 personas y material de emergencia: colchonetas, camiones cisterna con agua y filtros para potabilizarla. "Tenemos acuerdos con proveedores y pudimos realizar compras rápidas para proveer de alimentos a los albergues. El hospital de la ciudad estaba desbordado, tuvieron que atender de repente a más de 200 heridos. Incluso se quedaron sin antibióticos", explica el director de esta ONG.
Todos los organismos en el terreno advierten de la urgencia para cubrir las necesidades básicas de la población. La mitad de la ciudad no ha podido ser evacuada y temen que otra subida de los ríos (la temporada de lluvias se alarga hasta junio) destroce las casas que resistieron a la primera embestida. Otros municipios vecinos del Bajo Putumayo también han sido afectados. Desde el Gobierno se anuncia que ya comienza la etapa de la reconstrucción. Las principales vías de acceso vuelven a estar habilitadas. Mientras, en el hospital de Mocoa y en la oficina que se ha habilitado para ello, los supervivientes se arremolinan tratando de averiguar qué ha sido de sus familiares, dónde están sus cuerpos.