Marina Rossell cantando «El metec» a Georges Moustaki en su casa de París.
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En el tiempo en el que el resplandor de las luces de la Navidad consume medio mundo, en ese mismo tiempo en que los líderes políticos europeos intentan salvar el euro en el último suspiro, en esta época gris de recortes sociales en la que apenas quedará libre el aire que respiramos, en la que ni los pájaros se libran ya de este desaliento general, en un mundo de valores en crisis que precisa urgentemente ser mucho más solidario y reinventarse, en ese mundo poco favorable para la música y sus creadores, a pesar de todo eso aquí seguimos, que quien canta sus males espanta.
Y en esas que en diciembre de 2011 llega Marina Rossell y nos hace soñar, nos envuelve en su voz acercándonos un puñado de canciones de Georges Moustaki que mejoran los días, que embellecen cada uno de sus minutos en el aire, como dice Moustaki en Le métèque: “Et nous ferons de chaque jour, toute une éternité d'amour" (Y vamos a hacer todos los días, una eternidad de amor)
Cómo volver a los clásicos de manera hermosa, cómo vestirlos con nuevo traje y en una voz diferente de la del maestro sin desmerecer la obra, cómo presentarlos nuevamente al público y que luzcan como si fueran actuales y llenos de frescura, así se planteó y así suena este nuevo trabajo de Marina Rossell, naturalmente bello.
El disco fue una promesa que Marina Rossell le hizo a Moustaki, “adaptaré algunos de tus himnos”, le dijo, y tras casi cuatro años de trabajo la promesa se ha hecho realidad cantada. Este tipo de adaptaciones requiere un trabajo delicado de orfebrería poética y musical, afinar el juego de encajar todas las piezas perfectamente para que los acentos sean rítmicos, para conseguir unas estrofas en las que los fraseos suenen naturales, un trabajo de filigrana musical, artesano, un trabajo de corazón y en este caso en plenitud artística y vocal de Rossell. Un trabajo en complicidad con Moustaki, quien ha seguido de cerca su evolución y que ha aportado algunos de sus dibujos para el diseño del disco.
El metec (Le métèque) es un himno universal, tal vez la canción más reconocida de Moustaki, un retrato preciso y delicado de melodía contenida y mediterránea, un canto intimista renacido en la voz de Marina Rossell. Casi todos hemos sido en ocasiones un poco metecs o forasteros. Adaptada en catalán por Josep Tero, podemos escuchar el tema en dos versiones abriendo y cerrando el disco —no hay mejor manera de hacerlo—, en la última acompañada por Paco Ibáñez quien canta en catalán.
Ma llibertat (Ma liberté), compañera necesaria de vida y que no podía faltar a este homenaje, Moustaki ha tenido una vida plena y este es uno de sus himnos esenciales, como tampoco podía faltar un canto ecológico de amor a la Tierra, una canción dedicada a los niños que viven entre asfalto y hormigón, un llanto, un ruego por la conservación de la Tierra en Hi havia un jardí (Il y avait un jardin). Y de la importancia del mar en un artista nacido mecido por el mar, y de todas las vivencias bañadas por sus enriquecedoras influencias en El mar m’ha donat (La mer m’a donné, con música de Joël Holmès y letra de Moustaki).
Ma solitud (Ma solitude) es una mirada cercana a esa compañera fiel a lo largo en el tiempo que es la soledad, un retrato excepcional y muy personal, adaptada al catalán por Lluís Llach. Y seguimos con Balla (Danse) adaptada por Pelai Ribas, suena como medicina imprescindible para alegrar los días, una invitación a danzar para ahogar las penas, para celebrar, para compartir, en cualquier lugar con aires de tradición y optimismo, aquí se acerca el tema a la tradición musical catalana con instrumentos propios. Els amants s’estimen un temps (Les amours finissent un jour), de esos amores que acaban, de sus recuerdos y añoranzas, de lo que el tiempo se llevó, al piano destacan las delicadas notas de Xavi Lloses.
La esencia de Moustaki brilla En el Mediterrani (En Méditerranée), su mar, un mar lleno de Historia, de sueños y de historias al viento entre bellísimos veranos de Atenas a Barcelona. Del paso implacable del tiempo y de la brevedad de la vida en la pequeña historia de El carter (Le facteur, con letra y música de Manos Hadjidakis), mensajero de ese efímero sentimiento llamado amor, Roger Mas deja su huella colaborando con su voz en este tema, al piano Xavi Lloses.
Canciones que reflejan la conciencia social de la obra de Moustaki, por la paz, por todos los que han luchado y siguen trabajando en ella, ese símbolo está bien reflejado en Hiroshima, sobre el deseo común que un día la paz sea universal, definitiva, Marina se acompaña de la voz en la lejanía del gran Paco Ibáñez. En Sense anomenar-la (Sans la nommer), escrita en 1969, en ella Moustaki canta a la rebeldía, a la utopía, deseo de libertades, un canto que en los 70 acompañó a los anarquistas en su revolución permanente y que bien podría encajar en el actual movimiento 15-M, la guitarra la pone Paco Ibáñez, otro símbolo.
La Màrmara de Marina Rossell adaptada en francés por Moustaki encuentra finalmente su trono en este disco, como un tesoro encontrado y compartido en el pequeño mar de Mármara con la voz de Marina, su amiga y autora de la pieza, será el último legado musical del propio Moustaki, la que será su canción última, una canción de amor profundo que Moustaki aprecia y hace suya: et la lune s’est cachée dans la mer de Marmara… (y la luna se escondió en el mar de Mármara…)
Un acompañamiento musical que busca la sencillez y las raíces amplifica esa proximidad que transmite Marina Rossell canta Moustaki, trasladando la seducción de los originales a través de la voz de Rossell en estas nuevas adaptaciones, en ellas acerca naturalmente la profundidad de las letras como grandes protagonistas de unas canciones que ya tenemos interiorizadas desde hace años como clásicos que son en la voz primera de Moustaki.
En el fin de semana en el que el disco se ha ofrecido junto a un diario barcelonés, feliz promoción, se han vendido 12.000 discos, cifra que para la actual incertidumbre discográfica es sin duda todo un éxito. Muy emotivo fue el encuentro entre Marina Rossell y Moustaki en su piso de París que pudimos disfrutar en el programa El convidat de Televisió de Catalunya que TV3 emitió el pasado 5 de diciembre.
En definitiva, un conjunto de grandes canciones en una interpretación intimista y al tiempo hermosa, el músico Eduard Iniesta ha aportado en este trabajo todo su talento. Si ya estaba aquí desde hace casi cuarenta años, Moustaki pasa a formar parte de la familia catalana, ahora todavía más con este disco que le acerca al público, el disco aporta una aproximación a sus canciones desde la cercanía que da la lengua propia, en este caso el catalán, un fruto de su relación artística y personal a lo largo de los años con el país. Con razón dice Moustaki del disco: “Mis canciones, que ahora encuentran amparo en la voz catalana de Marina, han encontrado una nueva patria. Se lo agradezco de corazón”.
Por Moustaki, por su obra, por la vida, la esperanza y por todo el tiempo del mundo.