“Le pedí que nos perdonara y lloré cuando la abracé por última vez”, dice la nonagenaria bióloga rusa Adilya Kotovskaya al recordar ese día, el 3 de noviembre de 1957 cuando Laika se convirtió en el primer ser vivo terrícola en el espacio.
Kotovskaya era su entrenadora y las cosas no salieron como se esperaba. Por fallas en la rudimentaria nave tipo satélite, la Sputnik 2, Laika, una perra callejera, murió de calor unas horas después. Otros aseguran que fue la falta de oxígeno, aunque en verdad no se pensaba en un regreso seguro a la superficie y así se convirtió, también, en el primer perro muerto en órbita.
Para la bióloga fue un sacrificio por la ciencia. Igual piensa la Nasa, la competidora de la agencia espacial de la entonces Unión Soviética. De hecho, la idea era ganarles la carrera a los estadounidenses, que tenían ya sus planes de aventurarse fuera de la Tierra. Y así lo manifestó, tras el lanzamiento, el primer ministro soviético Nikita Khrushchev.
¿Sobreviviría?
Laika fue entrenada con otras dos perras y al final la eligieron. Los humanos no sabían nada de la vida fuera del planeta y debían probar si una persona podría sobrevivir a un vuelo orbital. Algunos pensaban que era imposible.
Esas nueve vueltas al planeta la convirtieron en una pionera cosmonauta, pero no fue la primera sacrificada en la incipiente carrera espacial.
Varios canes fueron enviados antes de ella en vuelos suborbitales de unos pocos minutos, con un desenlace mortal.
¿Podía vivirse en un ambiente de ingravidez? Laika, que antes de ser reclutada se llamaba Kudryavka (pequeña de pelo rizado) se encargaría de la respuesta y, entonces, de animar ese ímpetu por colonizar el espacio.
Aunque hubiera sobrevivido, la experiencia no era agradable. La cápsula presurizada medía 80 centímetros, así que el entrenamiento exigía meter a las candidatas en cajas cada vez más pequeñas para que se acostumbraran.
La adaptación incluía que pasaran largos ratos en una centrífuga para simular las fuerzas G que se experimentan cuando una nave despega.
Incluso, recuerda la bióloga, se les alimentaba con raciones de comida gelatinosa.
Pero, ¿por qué hembras? No tenían que alzar la pata para orinar, así que se acomodaban mejor a la estrecha cápsula. Eran callejeras, por ser más recursivas y demandar menos recursos.
Todo estaba calculado. Hasta sus nombres, que deberían ser fáciles de recordar. Y debían ser animales fotogénicos. Había que alimentar la propaganda del régimen. Laika, derivado del ruso ‘ladrar’ fue el nombre elegido por su naturaleza dócil.
El secreto
Todos sabían que no regresaría. Aunque los soviéticos fueron los primeros en hacer regresar a salvo una cápsula espacial para aterrizar en su vasto territorio, en 1957 la tecnología no estaba lista. Kotovskaya vio por última vez a Laika, la perra de unos tres años de edad y seis kilos, el día antes de la misión. Y se despidió.
El cohete con la Sputnik 2 (la 1 había sido lanzada un mes antes, siendo el primer satélite humano en el espacio), partió a las 5:30 de la mañana, hora de Moscú, de Kazajistán, en donde luego la Unión Soviética construyó el cosmódromo de Baikonur, su centro espacial.
En el despegue, el corazón de la perra latía a mil, pero con el paso de las horas volvió a su ritmo. Se esperaba que viviera ocho días, pero en la novena órbita la temperatura de la cabina subió a 40 grados, por la inadecuada protección contra el Sol. Laika no aguantó mucho. Se deshidrató y murió.
El régimen mantuvo transmisiones radiales continuas informando del éxito de la misión y el buen estado de Laika. Eso se sostuvo por años. Y las especulaciones aparecieron. Hasta a la falta de oxígeno se atribuyó su deceso.
Animó, de todas maneras, el programa espacial. Casi tres años después, el 19 de agosto de 1960, las perras Belka y Strelka fueron, vieron y regresaron sanas un día después.
Quedaba allanado el camino para el primer hombre en el espacio, Yuri Gagarinque orbitó la Tierra el 12 de abril de 1961. Gracias a Laika, la primera y efímera cosmonauta.
Fuentes: Physics.org, AFP, Wikipedia, BBC, The Guardian.