Edemis Tamayo, una de las integrantes del pelotón femenino Las Marianas, creado por iniciativa de Fidel Castro, el líder de la Revolución cubana. Bayamo, en la antigua provincia cubana de Oriente, hoy Granma.
Por YASEL TOLEDO GARNACHE
Foto: ARMANDO ERNESTO CONTRERAS TAMAYO
La protagonista de esta historia nació entre lomas, en la Sierra Maestra, cuando Cuba era tristeza y dolor. Apenas pudo estudiar hasta cuarto grado y ayudaba a sus padres en el campo.
Durante su adolescencia escuchaba hablar de hombres barbudos que peleaban en las montañas y soñaban con un mejor país, por eso decidió sumarse a ellos, cuando tenía solo 15 años de edad.
Aquella guajira valiente, la muchacha amante del río y las frutas, poco después se convirtió en una de las integrantes del pelotón femenino Las Marianas, creado por iniciativa de Fidel Castro y Celia Sánchez Manduley, en septiembre de 1958.
Esta carismática mujer, llamada Edemis Tamayo Núñez, nacida el primero de febrero de 1943 y residente actualmente en Bayamo, Ciudad Monumento Nacional, guarda los recuerdos de aquellos días con exactitud.
Sentados en la sala de la casa de una de sus hijas conversa con la Agencia Cubana de Noticias durante algunos minutos. Sus palabras salen como de un manantial, con el encanto de la emoción y las referencias a detalles de la vida guerrillera, a vivencias de quien peleó al lado de otras como Sánchez Manduley y Teté Puebla, ejemplo todas de la entereza y el coraje de las féminas cubanas.
La Gallega, como le llaman familiares y amigos, empuñó el fúsil, disparó contra el enemigo, se movió con habilidad entre la maleza y avanzó en sus posiciones cuando se lo ordenaron, pero habla sobre eso como de algo normal.
“Muchas lo hubiesen hecho igual”, lo más importante fue la confianza del Comandante en Jefe en nosotras, cuando otros dudaban y pensaban que solo los hombres eran suficientemente fuertes para la lucha armada”, manifiesta y levanta la mirada, como si gracias a la memoria estuviera otra vez en la Comandancia General del Ejército Rebelde en La Plata u otro intrincado paraje de la serranía.
“Nunca pensé que harían un pelotón de mujeres, él me mandó a buscar y fui a la Comandancia, donde me explicó cómo sería todo, el propio Fidel nos entrenó y confiaba mucho en nosotras”, expresa quien soñaba con ser bailarina y es admiradora de Alicia Alonso.
Narra que conoció a Fidel en los días de la ofensiva del ejército de la tiranía, cuando ella llevó mensajes a lugares donde él estaba, y desde la primera vez se sintió muy impresionada.
“Aquellas eran jornadas tremendas, de sacrificios y un peligro real de muerte, tener a Fidel nos trasmitía seguridad, por su inteligencia, la forma de ser…, incluso sin hablar nos daba tranquilidad y valor”, dice y hace un breve silencio.
Agrega que nunca pensó en la posibilidad de su muerte, por eso fue tan difícil aceptar la noticia de su partida el 25 de noviembre de 2016, cuando ella sintió un dolor muy fuerte en el alma, como toda Cuba.
Luego, habla sobre su infancia y, gracias a sus palabras y gestos, a nuestro lado se forma una pantalla imaginaria, donde vemos a la niña delgada que en Zarzal, zona del municipio granmense de Bartolomé Masó, buscaba leña, ayudaba a su papá en las vegas de tabaco, no tenía juguetes y recorría largas distancias para ir a la escuela, lo cual hizo pocas veces.
“En verdad mi familia era pobre, cuando cosechábamos el tabaco ya debíamos todo, y seguíamos repletos de necesidades. Era desastroso ver cómo eran maltratados los campesinos, a quienes a veces les quemaban los ranchos y les daban golpes por cualquier razón”, manifiesta esta mujer de casi 75 años de edad, amante del dulce de naranja y los refrescos.
Asegura que todo ese esfuerzo desde pequeña le permitió adaptarse rápido a la vida guerrillera, pues estaba acostumbrada a comer poco y, caminar mucho.
Ella habla de varios momentos en la Sierra y de compañeros de lucha, como Celia Sánchez, a quien define como una persona maravillosa, muy sensible y valiente, que siempre ayudaba a los demás y estaba pendiente de cualquier detalle.
En la pantalla, aparece la jovencita Edemis en el combate de Cerro Pelado, el 27 de septiembre de 1958, el cual constituyó el bautismo de fuego del pelotón Las Marianas.
“Todas nos comportamos bien, ninguna abandonó su puesto e hicimos lo que nos ordenaron”, refiere quien tiene cuatro hijos, cinco nietos y un bisnieto, a los cuales quiere mucho.
Según expresa, aquella vez sintieron algo de miedo, como era normal, porque eso de balas y metralla no es cosa de juegos, pero el valor y los deseos de ser útiles y demostrar a todos el coraje de las féminas era mucho mayor, como siempre pensó Fidel.
Luego del triunfo revolucionario, el primero de enero de 1959, Tamayo Núñez trabajó en el Ministerio de Agricultura, en La Habana, pero extrañaba mucho a su familia y el terruño, por eso manifestó que estaba dispuesta a cumplir cualquier responsabilidad cerca de su hogar.
Con alegría narra que fue emocionante participar en la inauguración de hospitales rurales y otras instituciones de importancia para el pueblo en esta zona, cuando existía un entusiasmo enorme y la Revolución comenzaba a trasmitir bastante luz.
Resalta que hoy Cuba está llena de escuelas, centros hospitalarios y artísticos, bibliotecas, computadoras y múltiples oportunidades.
Agrega que en llanos y montañas miles de niños van cada día con sus uniformes a las aulas, donde aprenden Matemática, Español, Historia… y también a ser mejores seres humanos, incluidos los infantes de Zarzal, sitio natal visitado por ella con frecuencia, porque parte de su familia continúa radicando allá.
Casi cuando terminamos el diálogo, dice con voz de abuela grande: “ustedes los jóvenes nunca pueden traicionar los esfuerzos, heridas y hasta muertes de miles de personas que dedicaron su vida a construir esta nación de éxitos y esperanzas”.
Tal vez cuando usted lea estos párrafos Edemis Tamayo, la guajira de la Sierra Maestra, la combatiente guerrillera, la mujer exigente, la madre amorosa…, esté junto a sus nietos en el hogar, converse con jóvenes sobre la historia nacional, algo que disfruta mucho, o mire un cuadro en la pared de su casa, donde aparece con el Comandante en Jefe, Teté Puebla y otros compañeros de lucha.
Quizá camine por el Centro Histórico Urbano de Bayamo, lugar colmado de hechos trascendentales o esté en su comunidad natal, siempre llena de recuerdos y la satisfacción por ayudar a construir un país de luz y constante perfeccionamiento a favor de todos. (ACN).