La historia de Julia Cortez es conocida por muchos y ha sido contada hasta el cansancio. Su vida ha estado marcada por los 10 minutos que pudo conversar con el guerrillero Ernesto Guevara, el Che, después de su captura y antes de que fuera ejecutado el 9 de octubre de 1967. Le preparó una sopa de maní y con la autorización del centinela le dio de comer al combatiente argentino. Después de entregarle su última comida se fue a su casa y 20 minutos después escuchó disparos. Pensó lo peor y así fue. Estaba muerto. Los nombres de las flores, del director iraní Bahman Tavoosi, se inspira en este hecho que aconteció hace 50 años y echa mano de la invención para elaborar su propia ficción.
Tavoosi tenía este proyecto en la cabeza desde 2009. Estaba en Toronto, Canadá, cuando leyó en The Guardian un reportaje que recordaba el aniversario de la muerte de Guevara en Bolivia. En el texto había un par de entrevistas con algunas personas en Vallegrande, entre las que se incluía Cortez, que habían tenido un último encuentro con el guerrillero. “Sentí mucha curiosidad acerca de estos personajes. Desde que era un niño en Irán desarrollé esta fascinación por los personajes secundarios. Me encantó como conectan a esta gran narrativa de la historia, el Che Guevara, pero –en el caso de la película– a través de una mujer en un pueblo, que hace contraste y me da posibilidades a mí para explorar más esa relación”, explica el director vía telefónica.
Tavoosi es amigo de Cortez desde hace varios años. Cada vez que va a Vallegrande la visita. La historia del filme parte de dos capas de la mujer, la histórica, que es la conexión con el Che, y la otra más personal de su vida y la de su hijo, que está encarcelado. El realizador deja fluir su vena creativa y se imagina que el guerrillero le recita un poema a ella, del cual se inspira para el nombre de la película. Así elabora elementos ficcionales a raíz del encuentro que tuvieron hace 50 años. “Cada elemento en el filme tiene un equivalente en la realidad y la historia. Lo histórico y lo personal se juntan en el filme, que explora la personalidad de Julia a través de estas distintas capas”, precisa el realizador iraní.
El filme tiene todavía dos semanas de filmación por delante. El director describe su primera experiencia de trabajo en Latinoamérica como satisfactoria. Dice que la relación con sus actores fue muy amigable y cálida. Pudo aprender el español “bastante rápido”. Aparte del financiamiento, los únicos desafíos que enfrentó fueron en la parte de producción y logística. “Financiar una película [en Bolivia] no es sencillo. No sabía eso en 2016. Si filmas en Canadá, el clima es un problema. Si lo haces en Irán, tendrías que conseguir permisos para filmar. En Bolivia el desafío que uno tiene, es aceptar y saber sobrellevar el estado de la producción fílmica, que no es estable”, afirma.
Tavoosi espera empezar con la postproducción en abril y tener la película lista en julio de este año. Aún no decidió si realizará ese proceso en Miami, EE UU, gracias a las gestiones de su productora Gisela Savdie, o si lo hará en Canadá. Solo faltan unos pasos para que la ambiciosa ficción sobre la vida de Julia Cortez y los últimos minutos de vida del Che en el Altiplano puedan ver la luz en la pantalla grande.