La juventud comunista tiene que seguir siendo continuadora de Mella, Camilo y Che. Autor: Cortesía de la UJC de la provincia Publicado: 03/04/2018 | 08:23 pm
Conmemoramos 56 años de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y como jóvenes de hoy, de un presente desafiante y exigente, andamos en busca de un momento de filosofía, como aprendimos de un maestro del pensamiento y la acción revolucionaria: Armando Hart Dávalos. Su llamado a sostener un diálogo de generaciones alcanza una vigencia extraordinaria; su confianza en los jóvenes, una fortaleza ideológica.
Es de verdaderos revolucionarios meditar, para actuar sin calcos ni copias, para crear heroicamente. Los jóvenes de hoy, como antaño otros, como lo serán mañana, tenemos en lo más hondo de nuestras conciencias aquella que devino, según Martí, en la palabra de pase de cada generación: crear. Y como creemos que se imita demasiado, albergamos igual que la salvación está en crear.
Por eso no podemos permitirnos conformismos ni códigos prestablecidos que dispongan nuestro actuar; la condición de seres pensantes que tenemos hay que defenderla, de ahí el llamado revolucionario martiano a ponernos la camisa al codo, hundir las manos en la masa y levantarla con la levadura de nuestro sudor. De ahí la necesidad del diálogo, del ejercicio del pensar, de que juntos, hagamos Cuba.
Hacer Cuba es un desafío grande; qué significa en tiempos de guerra cultural, de pensamiento; cómo asumirlo con la fuerza de la juventud. Pensar por sí, tener criterio y asumir críticamente el deber generacional que tenemos nos puede ayudar a entender tamaño reto. Construir la nación, no como si nada se hubiera hecho, hay una historia que no podemos dejar a un lado, hay una obra imperfecta pero hermosa, que precisa continuidad, demanda presente en los jóvenes de vanguardia. Sí, construir la nación de nuestros hijos, con las armas que nos hacen fuertes: las ideas, la moral revolucionaria, los principios, de cubanas y cubanos.
Los valores y la cultura que nos recuerdan por qué somos Cuba, qué guardaríamos de ella en nuestras mochilas, cómo llenarla de vitalidad. Una obra que nos ha antecedido, depositada en nosotros, que clama por seguir viviendo la Revolución. Nos toca a nosotros; ello sin olvidar lo que otras generaciones tienen que hacer; impulsar y transformar, cambiar desde un sentido coherente y soñador de imposibles, hacer más Revolución.
Por ello hacer Cuba demanda de nosotros mucha cultura (política y de hacer política). No sentirnos parte del pueblo cual ente aislado con el que tenemos ciertos vínculos, sino que somos el pueblo en sí; no hablar de «este país» sino de nuestro país; no desconocer que una construcción socialista necesita de las individualidades de cada uno de nosotros y que los fines han de proclamarse colectivos. El bien común de la sociedad socialista, los valores del Socialismo, con una mirada crítica desde la subjetividad, nos impulsa en medio de transformaciones que responden a un hacer Cuba en tiempos muy difíciles para la humanidad. Ahí está el concepto de Revolución de Fidel, su aplicación práctica deviene constante en nuestro actuar, es como una filosofía de vida que pasa por códigos éticos, por una cuestión moral como al inicio sucedió. La vida de Fidel, revolucionario de esencias, es muestra fehaciente de cuán importante son las fuerzas morales de un hombre, las motivaciones de lucha, la elección que hagamos en tiempos de definiciones.
Hacer Cuba es defender a toda costa la justicia social, la dignidad plena del ser humano, la garantía de libertad del pueblo cubano. Es la salvaguarda de una identidad henchida de heroísmo y sacrificio por la patria. Hacer Cuba es unidad revolucionaria, no fragmentación ni legitimación de feudos; es unir para vencer como nos enseñaron nuestros padres. Recordemos lo que nos legó Martí: «Lo que un grupo ambiciona cae, perdura lo que un pueblo quiere». Los jóvenes debemos defender la unidad que tanta sangre ha costado al pueblo; es desafío y garantía de supervivencia.
Cuando conmemoramos un aniversario más de la UJC, meditar en cuáles son las exigencias de nuestro tiempo y el deber generacional que nos alberga se impone. La vanguardia política de la juventud cubana tiene que seguir llenando su existencia de frescura y lealtad reflexiva al mismo tiempo, de optimismo y sacrificio porque la patria los necesita y hay que servirla y no servirse de ella. La Revolución la continuamos los jóvenes; ahí estamos, en cada sector de la economía del país, somos protagonistas de un proceso transformador y de adecuación económica y social, sobre nuestros hombros hay depositadas grandes tareas.
Y entonces, ¿cómo la vanguardia juvenil seguirá siéndolo? Con mucho compromiso, con la firme convicción de que no podemos dormirnos y debemos mantenernos alertas, en constante vigilia por la defensa de la soberanía y la independencia de la patria; con consciente participación, creadoras propuestas y trabajo de formación patriótica con las nuevas generaciones.
La juventud comunista tiene que estudiar, leer mucho, estar informada y prepararse todo el tiempo en un mundo vacilante y lleno de peligros y riesgos. Debe estar al nivel de su tiempo y revolucionar, con las fortalezas del presente, el mismo presente; construir futuros sostenibles y prósperos, defendiendo el ser como opción y elección; resguardando el tejido espiritual de la nación.
Hay que revisitar los referentes del pensamiento creador del socialismo, hay que aferrarse duro a la memoria histórica, hay que continuar soñando realidades más justas y dignas, sembrando conciencias e ideas, fundando esperanzas. La juventud comunista tiene que seguir siendo continuadora de Mella, Camilo y Che; antimperialista, martiana y fidelista; hermosa y alegre, que vaya a las honduras del conocimiento, de la cultura, que eleve su condición o naturaleza humana. Jóvenes por el socialismo original, auténtico y propio; jóvenes capaces de defender la Patria, la Revolución y el Socialismo.