Por Jorge Wejebe Cobo,
Servicio Especial de la ACN
Ernesto Che Guevara recibió una inusual citación el siete de febrero de 1959, para comparecer al entonces Palacio Presidencial donde radicaba el primer Consejo de Ministros del Gobierno Revolucionario, al que acudió sin imaginar que allí sería sorprendido en su proverbial sencillez y hasta rechazo ante los homenajes que recibía por personas e instituciones.
Ese día se le comunicaría por ese máximo órgano de gobierno el acuerdo oficial de otorgarle la ciudadanía cubana por nacimiento, en reconocimiento a sus extraordinarios méritos en la lucha armada contra la dictadura de Fulgencio Batista.
La decisión estaba basada en el artículo 12, sobre la ciudadanía de la entonces Constitución de la República, de acuerdo con un inciso que definía: “Serán también cubanos por nacimiento los extranjeros que hubieran servido en la lucha contra la tiranía derrocada el 31 de diciembre de 1958 , en las filas del Ejército Rebelde durante dos años o más y hubieran ostentado el grado de comandante durante un año por lo menos, siempre que acrediten esas condiciones en la forma que la ley disponga”.
El único antecedente que tenía este acuerdo era el otorgamiento también de la nacionalidad cubana al dominicano Máximo Gómez, Generalísimo del Ejército Libertador al inicio de la seudorrepública.
Además, se había decidido entregar la ciudadanía por naturalización a otros extranjeros que combatieron en el Ejército Rebelde.
Luis Buch, entonces secretario del Consejo de Ministros y encargado de informarle al Che la decisión, recuerda que el Comandante Guevara recibió la noticia sin inmutarse y expresó que era inmerecido tal honor, pues “ hubiera luchado como lo hizo en Cuba en cualquier otra parte del mundo”.
Precisó Buch que cuando le expresó al Che que no aceptar tal reconocimiento sería un desaire al pueblo cubano, el Guerrillero lo abrazó.
Durante el resto de su vida enalteció su condición de cubano que aceptó como compromiso en su labor durante la consolidación y desarrollo de la Revolución, lo que tuvo muy presente en su carta de despedida a Fidel en 1965, al partir para llevar la lucha revolucionaria a otras partes del orbe.
En el histórico documento renunciaba a su condición de cubano, a su grado de Comandante y a su cargo de ministro para salvar a Cuba de cualquier responsabilidad de sus actos cuando partió a llevar la lucha revolucionaria a otras partes del mundo y confiesa “ (..)aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos y dejo un pueblo que me admitió como un hijo , eso lacera una parte de mi espíritu”.