El 12 de diciembre del año pasado la princesa Salma, la esposa del rey Mohamed VI, madre del príncipe heredero Mulay Hasán, que acaba de cumplir 15 años este 8 de mayo, fue vista en un acto público por última vez en Marruecos. Llevaba una falda negra y una camisa negra y blanca con las mangas por debajo del codo. En algunos medios afectos al Palacio no escatimaron elogios hacia su estilo. Eran aún los tiempos aún en que todos los adjetivos parecían pocos en la prensa local y parte de la extranjera: “Modesta, inteligente, dulce, radiante, elocuente, sutil, carismática, encantadora, combativa…” Por citar solo unos cuantos de los muchos elogios que aparecían en el artículo que le dedicó la revista Jeune Afrique el 22 de mayo de 2016: “La primera dama”, titulaba en portada este medio. Para añadir después: “En la intimidad de Lalla Salma, hija del pueblo, alteza real y mujer de influencia”.
La misma revista dedicaba esta semana la portada a su hijo Mulay Hasán con motivo de su 15º cumpleaños. Pero ahora no mencionaba siquiera a “la hija del pueblo”. El vacío que se ha creado alrededor de su figura contrasta con la actividad que desarrollaba hace solo dos años. El 18 de abril de 2016 la princesa inauguró una exposición consagrada a Giancarlo Giacometti en el museo Mohamed VI de Arte Moderno, en Rabat; diez días después se presentó por sorpresa en el Salón de Agricultura de Meknés, cinco días más tarde acogía a la primera dama de Senegal. El 6 de mayo de ese mismo año presidía la abertura del 22º festival de músicas sagradas de Fez. Desde el pasado diciembre, nada de nada. O mejor dicho: muchos rumores.
Mohamed VI se sometió el 27 de febrero en la clínica parisina Ambroise Paré a una operación de corazón. La agencia de noticias oficial MAP difundió una foto en donde se veía al monarca sonriente en su cama acompañado de sus tres hermanas, de su hermano, Mulay Rachid, y de sus dos hijos, el heredero Mulay Hassan, y la princesa Lalla Jadiya, de 11 años. Resultó clamorosa la ausencia en la foto de Lalla Salma, de 39 años.
En esas mismas fechas trascendieron dos artículos anónimos en un sitio digital de Marruecos semi desconocido en el que se criticaba abiertamente a Salma. Se la acusaba de hablar con desprecio a los demás, de tener un carácter “colérico y agresivo”, “grandes dosis de narcisismo”, un “ego desmesurado” y “una preocupación desproporcionada” por su imagen. El autor desconocido del artículo, con tan privilegiado acceso al entorno real, decía que la princesa discutía con los miembros de la familia de Mohamed VI, “a pesar de las llamadas al orden recurrentes de su esposo”.
El pasado 21 de marzo, cuatro meses después de su última aparición pública, la revista ¡Hola! publicó en España que Mohamed VI y la princesa se habían divorciado. El Palacio Real no confirmó ni desmintió nada. Ni siquiera lo hicieron otros medios marroquíes con inmejorables fuentes próximas al rey. Y en el como del silencio, la revista ¡Hola!, en su edición de Marruecos, tampoco publicó nada en su número de abril: ni del divorcio, ni de la princesa. En los reportajes que los medios marroquíes han dedicado al príncipe heredero por su 15º aniversario no aparece jamás la princesa.
Hace solo dos años, en junio de 2016, el semanario marroquí Telquel le dedicaba su portada bajo el título: “Lalla Salma. La lucha contra el cáncer es ella”. La revista hacía un balance de los diez años de existencia de la fundación que preside Salma por la lucha contra esa enfermedad. “Al cabo de los años”, decía el artículo, “[la princesa] ha aprendido a manejar su estatus de primera dama, asumiendo, sin ayuda de nadie, su papel de personaje público. Icono mediático de su Fundación, Lalla Salma multiplica los viajes sin Mohamed VI, toma la palabra igual de bien en las Naciones Unidas que en las cumbres internacionales, llamando siempre a redoblar los esfuerzos por luchar contra el cáncer. El mensaje es claro: la Fundación es ella y no el Rey. (…) Ella está ahora más en primera línea para representar a la monarquía y contribuir a darle una imagen moderna y atractiva en el mundo”.
Esa imagen de Lalla Salma ha desaparecido de la primera línea. Tanto en lo que concierne a la lucha contra el cáncer como a todo lo demás. Eso es el único hecho probado tras la espesa cortina de silencio.