(Foto: El Nuevo Dia)
Como mismo desde las calendas, la llegada del verano antillano de 2018 nos trae la subtrama de la habitual temporada ciclónica, un período de potencial peligro meteorológico enmarcado entre el 1º de junio y el 30 de noviembre. Si bien la actual debe comportarse –se ha hecho público ya– sobre lo “normal” (según la cantidad e intensidad de organismos que deben formarse), para Cuba tiene un peculiar significado: Antes de la citada fecha de apertura, el país fue suficientemente golpeado en mayo con la aparición de la tormenta subtropical Alberto, mal que dejó como principales secuelas, inundaciones, destrozos de viales y daños en los cultivos.
el país fue suficientemente golpeado en mayo con la aparición de la tormenta subtropical Alberto, mal que dejó como principales secuelas, inundaciones, destrozos de viales y daños en los cultivos
Poco antes, los científicos habían supuesto que el período ciclónico debía ser “ligeramente activo”, aunque no como el de 2017, cuando la región fue afectada por 17 huracanes y tormentas tropicales, y de estos el devastador Irma vapuleó despiadadamente a prácticamente todo el archipiélago cubano.
Debido a la inactividad del fenómeno oceánico El Niño/La Niña, las circunstancias se tornaron neutras y eso debe inhibir la formación de ciclones (aunque persisten condiciones favorables para que se fortalezcan con las temperaturas algo altas en el Caribe). Por ello, los meteorólogos redefinieron y ahora esperan la aparición de 12 organismos, seis de estos con categoría de huracán, para la zona que va desde el Atlántico hasta el golfo de México. No es, vale afirmar, el peor de los escenarios para un país que aún se recupera de los efectos de la aciaga temporada anterior.
la relativa tranquilidad pudiera convertirse en la principal vulnerabilidad
Sin embargo, la relativa tranquilidad pudiera convertirse en la principal vulnerabilidad. Si miramos las consecuencias de los más recientes desastres naturales, descubriremos que el número de víctimas fatales no se ha mantenido en torno a cero, algo que solía lograrse ante aquellos fuertes huracanes que hicieron estragos durante la anterior racha de ciclones fatales, en los 2000.
Paradójicamente, este hecho adverso está ocurriendo justo cuando la calidad de los pronósticos meteorológicos es mayor y más oportuna, y la organización de la Defensa Civil ha alcanzado la precisión de un mecanismo de relojería. ¿A qué se debe entonces? No es descabellado asegurar que la percepción de riesgo en buena parte de la población aún es baja, cuando no disminuye.
No es descabellado asegurar que la percepción de riesgo en buena parte de la población aún es baja, cuando no disminuye
Pesa también, en no pocos casos, que se tiende a ceder toda la responsabilidad de preservar los bienes y las vidas, únicamente a las autoridades. En otros, los ciudadanos no tienen suficientes conocimientos sobre las vulnerabilidades de su vivienda y sus inmediaciones, y si bien la casa puede soportar un ciclón, de poco sirve si en algunas horas queda anegada por estar construida en un lugar bajo, por estar junto a la supuestamente placentera orilla de un río.
Si la temporada resultara benévola y nos evitara un severo huracán (por impredecible hoy es poco aconsejable confiar en ello), es muy difícil que otro, aunque menos duro, no llegue. Y por noble que sea, sus aguas serían un problema para los especialistas de Recursos Hidráulicos, quienes tendrían que pensar en cómo almacenarla, o cómo aliviar sin causar riesgos de aluviones.
Si la temporada resultara benévola y nos evitara un severo huracán (por impredecible hoy es poco aconsejable confiar en ello), es muy difícil que otro, aunque menos duro, no llegue
En el momento de redactar estas líneas, las presas del país reportaban 84 por ciento de su capacidad total, gracias a las precipitaciones de los últimos meses de la estación de seca (bastante lluviosa después de un cruel trienio de sequía), y las inusuales y a veces antológicas lluvias de mayo y junio.
La capacidad de infiltración del suelo estará también condicionada por la saturación de líquido que hoy existe, por lo que la probabilidad de inundaciones y otros desastres no sería baja.
Por eso se requieren diversas previsiones y medidas mejor meditadas, entrelazadas con las estrategias de la Tarea Vida –para la adaptación a los efectos del cambio climático–, y pensar en que estos meses pudieran servir para preparar a la población de cara a aquellos tradicionalmente más amenazadores, como octubre.
La capacidad de infiltración del suelo estará también condicionada por la saturación de líquido que hoy existe, por lo que la probabilidad de inundaciones y otros desastres no sería baja
En los últimos tiempos, por ejemplo, en varios lugares se ha roto la disciplina de podar las ramas que pueden perjudicar los tendidos eléctricos, y desobstruir los alcantarillados, algo que por décadas se activaba rutinariamente con la llega de cada temporada.
También se deberá actualizar el registro de vulnerabilidades a escala de precisión local, y asegurar que fluya el aprendizaje mediante la educación a líderes y medios de prensa comunitarios, así como a las cada vez más omnipresentes e influyentes redes sociales.