Donald Trump ha tomado más de 2.000 niños y niñas como rehenes en Estados Unidos. Entre el 1 de octubre del 2017 y el 31 de mayo del 2018, 2.700 niños fueron separados de sus padres y familias en la frontera de Estados Unidos y México. La mayoría (casi 2.000) fueron separados de sus familias durante las últimas semanas de abril y el mes de mayo. Casi todos son migrantes centroamericanos. Eso significa que las autoridades migratorias en Estados Unidos han quitado forzosamente un promedio de 45 niños al día de los brazos de sus padres.
Trump ha dicho que impuso esta cruel e inhumana medida porque el Congreso le ha negado el financiamiento para el muro que él quiere construir en la frontera con México para impedir la llegada de más migrantes latinos. Trump dijo incluso públicamente que si le daban el dinero para el muro, ya no tendría que separar a los niños de sus padres. Donald Trump es un secuestrador de niños. No hay que taparlo con palabras bonitas.
Celdas para migrantes en un centro de detención en Río Grande (Texas). 17 de junio de 2018. / Courtesy CBP / Reuters
La política de 'cero tolerancia' impuesta por Trump a principios de abril de este año está causando un trauma psicológico a niños y niñas que han huido de situaciones violentas y desesperadas, cruzando miles de kilómetros en circunstancias riesgosas en su búsqueda de una vida mejor. Y lo que han encontrado en la frontera de 'Trumplandia' es un abuso, maltrato y terror mucho peor de lo que dejaron atrás en el camino. Porque al llegar a Estados Unidos pierden hasta sus padres, madres y familiares, lo único que conocían en una tierra desconocida. Los obligan a dejar sus ositos y peluches. No pueden llevar casi nada consigo cuando los 'secuestran'. Bebes tan pequeños como de 4 meses han sido literalmente quitados de los brazos de sus madres y puestos en 'centros de detención infantiles', o 'refugios para la tierna edad', como los han llamado oficialmente desde el Gobierno de Donald Trump.
Trágicas historias
"Lo vamos a llevar al baño", dijo en la frontera un agente migratorio a una madre migrante sobre su pequeño hijo de 6 años. Ya no lo vio más. A ella la llevaron a una cárcel para los migrantes sin documentación y al niño lo llevaron a otro centro de detención para menores de edad. A la madre después la deportaron a su país de origen, Guatemala, sin su hijo. Sin ni siquiera poder hablar con su hijo para despedirse o decirle que lo amaba. Sin ni siquiera saber donde estaba su hijo, si estaba bien, si estaba vivo. Ella no sabía que después de huir de la violencia y la persecución en su país, donde creía que si se quedaban un día más los iban a matar a ella y a su hijo; que después de cruzar por un terreno peligroso donde robaron todo su dinero y sus pertenencias, que al llegar al lugar donde iban a buscar refugio y un lugar seguro para estar con su pequeñito; que allí, en ese lugar, era donde la iban a someter a la máxima tortura posible que puede sufrir una madre: quitarle su hijo. Secuestrarlo. "Si lo hubiese sabido nunca hubiésemos ido allá", declara ahora, desde su tristeza y desesperación al otro lado de la frontera. Cuando suplicó a los funcionarios migratorios que le devolvieran a su hijo para llevarlo consigo, ni siquiera la respondieron. La trataron como un animal, sin ningún derecho, sin ninguna voz. Ahora está sin su niño, su bebé. Su corazón está roto, su vida destruida.
Un padre que hizo el peligrosísimo viaje por tierra desde El Salvador para llegar a la frontera estadounidense junto a su hijo en busca de asilo político y de un refugio frente a la extrema violencia que habían sufrido, no pudo aguantarlo cuando las autoridades estadounidenses se llevaron a su niño. Se suicidó en el centro de detencióndonde lo tenían encarcelado, sin haber podido hablar o saber de su hijo ni de su bienestar.
Una madre hondureña vino con su hijo de 6 años a la frontera estadounidense. Fueron separados al llegar y desde entonces ella no lo ha visto. Él cumplió seis años separado de ella, en un centro de detención para niños, con gente desconocida. Ella no ha podido ubicarlo, ni hablar con él por teléfono. Las autoridades estadounidenses no le han informado donde está su hijo, ni qué va a pasar con él. Ella fue liberada de la cárcel migratoria y está en Estados Unidos mientras procesan su petición de asilo. Sin embargo, no ha podido reencontrarse con su hijo, aunque los voceros de Trump dicen que los niños detenidos pueden comunicarse dos veces por semana con sus padres. Ella da testimonio de la falsedad de esa declaración. Solo sabe que su hijo, supuestamente, está en algún lugar en el estado de Arizona, donde viven millones de personas. Más nada.
Otra madre, Miriam, quien fue separada de su hijo de 4 años mientras él dormía, se encuentra abatida. Las autoridades se llevaron a su hijo en la madrugada desde el centro de detención en la frontera hasta un refugio para niños en Nueva York. El niño cree que su mamá lo abandonó. Ella logró llamar al refugio donde lo tienen, pero él no quiso hablar con ella porque piensa que ella lo ha abandonado. Tiene 4 añitos. No puede entender por qué su mamá no está con él, y que la responsabilidad la tiene el presidente de Estados Unidos quien había ordenado su separación forzosa de su mamá.
El daño ya está hecho
Todas estas historias tristes y trágicas han revuelto las emociones en Estados Unidos. La rabia colectiva —cruzando líneas partidistas— forzó a Trump a retractar la medida que ordenó la separación de los niños de sus padres, madres y familiares en la frontera. Sin embargo, el daño ya está hecho para miles de niños y niñas que ya fueron separados y secuestrados. No existe un plan concreto para su reunificación, aunque los oficiales del Gobierno de Trump aseguran lo contrario. Ahora una Corte Federal ha emitido una sentencia que ordena al Gobierno de Trump a reunir a los niños y las niñas separados de sus padres en un periodo máximo de 30 días. Una decisión que seguro el Gobierno de Trump va a apelar, porque no la puede cumplir.
Migrantes, entre ellos niños, en una celda en un centro de detención en McAllen (Texas). 17 de junio de 2018. / U.S. Customs and Border Protection /www.globallookpress.com
Hay casos, como el de la madre guatemalteca, cuando los padres han sido deportados a sus países de origen, mientras sus hijos siguen detenidos en Estados Unidos. Hay otros casos —parece que la mayoría— en los que no hubo proceso de unificar los datos de los niños con sus padres en el sistema migratorio antes de su separación, lo que explica que haya infantes o niños pequeños que no pueden hablar o comunicar datos o información sobre sus padres a las autoridades, pues no hay manera de reunirlos. A menos que todos tomen pruebas de ADN para encontrar a sus padres, un proceso que podría tardar años. Mientras tanto, el daño y el trauma psicológico que están sufriendo estos niños seguirá en aumento.
Muchos de estos jóvenes serán introducidos en el sistema de niños sin padres ya existente en Estados Unidos, un sistema que sufre de falta de recursos y que está repleto de problemas como el abuso sexual y físico, el maltrato y hasta el tráfico de personas. Según una demanda legal recientemente introducida por la Fiscal General de Nueva York en contra del Gobierno de Trump por su política de separar a los niños de sus padres, un niño separado de su papá en la frontera con México quien luego fue enviado a un refugio en Nueva York intentó suicidarse, saltando de una ventana de un edificio. Dijo que quería morir porque extrañaba a sus padres. Decenas de otros niños migrantes que fueron separados de sus padres ya han estado recibiendo tratamiento médico por trauma psicológico, depresión y ansiedad. La situación solo va a empeorar durante las próximas semanas y meses.
El silencio internacional
La demanda de la Fiscal General de Nueva York acusa al Gobierno de Trump de violar los derechos constitucionales de los migrantes, incluidos sus derechos al debido proceso y a la igualdad. También acusa al Gobierno de Trump de violar sus obligaciones internacionales por ignorar las solicitudes de asilo de los migrantes que vienen por la zona fronteriza, así como por criminalizarlos y encarcelarlos a todos. Está bien y es necesario que presenten estas demandas y que luchen dentro de Estados Unidos para frenar estas políticas crueles e inhumanas de Trump contra los migrantes y, particularmente, contra los latinoamericanos. Pero, ¿dónde está la condena internacional contra estas graves violaciones de los derechos humanos de los migrantes? ¿Dónde está la condena colectiva desde América Latina?
El vicepresidente de Trump, Mike Pence, que no solamente avala y facilita estas crueles políticas contra los migrantes latinos, sino que también las promueve y las aplaude, anda dando vueltas por América Latina, siendo recibido con los brazos abiertos en países como Ecuador, cuyos ciudadanos son uno de los grupos de migrantes más grandes en Estados Unidos. ¿Cómo pueden recibir felizmente a un secuestrador de niños latinos, quien también abusa y maltrata a sus padres? El nuevo presidente electo de Colombia, Iván Duque, hizo su primer viaje después de su victoria electoral a Washington, señal de su cercanía y alineamiento con el Gobierno de Trump. ¿Será que reclamó a Trump por el secuestro de miles de niños latinoamericanos?
El mundo debería levantar la voz para denunciar a Trump y a su Gobierno por secuestrar a miles de niños latinoamericanos, violando sus derechos humanos y causándoles un trauma permanente. Ojalá los gobernantes y líderes políticos de América Latina tengan la valentía para condenar este monstruoso acontecimiento.