El ultraderechista Jair Bolsonaro juró este martes como presidente de Brasil con un programa que hacia el interior alinea al país con los sectores más conservadores a nivel social y con una desregulación de la economía, mientras que hacia lo externo le aleja de alianzas con países en desarrollo, plantea una relación cercana con Estados Unidos y Donald Trump, y comienza con gestos como la intención de trasladar desde Tel Aviv a Jerusalén la embajada brasileña en Israel.
Bolsonaro, de 63 años, es el primer presidente de extrema derecha desde el fin de la dictadura militar en Brasil, hace tres décadas, y con el movimiento de embajada en Israel rompe con la posición histórica brasileña que apoya la propuesta de un Estado para israelíes y otro para palestinos.
En el plano social, el excapitán del ejército y congresistas durante siete períodos ha tenido un fuerte apoyo de sectores conservadores de Brasil, incluidas las iglesias evangélicas cristianas, y entre su agenda está bloquear iniciativas que buscan legalizar el aborto por encima de las actuales excepciones limitadas y eliminar la educación sexual en las escuelas públicas, parte de lo que considera “marxismo cultural” introducido por los gobiernos de izquierda.
No han faltado en su campaña electoral y posteriormente denuncias por su incitación al discurso de odio, y sus comentarios lesivos a la dignidad de las mujeres, los homosexuales y las minorías raciales. Pese a ello, su retórica de imperio de la ley y sus planes para flexibilizar el control de armas han resonado en muchos votantes.
Su orientación política está clara: Reuters habla del nacionalista de extrema derecha, Europa Press de líder ultraderechista, The New York Times repite lo de extrema derecha (far-right) y The Washington Post le llama líder de derecha (Right-wing leader)… La mirada de todos, analistas, medios y ciudadanos comunes, está ahora en ver cuáles serán sus pasos para concretar sus promesas.
En su discurso inaugural, Bolsonaro, ante un público de siete mil personas que estalló de júbilo cuando el nuevo presidente anunció una “ofensiva contra la ideología de género”, ha dicho que liberará al país “de las amarras ideológicas”, con un pleno respeto “a las religiones y a las tradiciones judeo-cristianas”.
Junto a su esposa Michelle (38 años), Bolsonaro subió la rampa de Planalto y recibió la banda verde-amarilla con adornos de oro y diamantes de manos de su predecesor, Michel Temer.
En la sede de la presidencia, además de mencionar su plan para “buenas escuelas” y el “fin de la ideología de género”, Bolsonaro reiteró el apoyo al fortalecimiento de la policía y al uso de la legítima defensa, a “valorar y dar respaldo al trabajo de todas las fuerzas de seguridad”.
“Vamos a restablecer el orden de este país”, dijo, y también que “es urgente acabar con la ideología que defiende a los bandidos y criminaliza las policías”.
Unos 12 mil militares efectivos (policías y miembros de los tres cuerpos de las Fuerzas Armadas) se han desplegado este martes en las calles de Brasilia para garantizar el orden y la seguridad durante la jornada.
Otras promesas de Bolsonaro, en el plano de los recursos naturales y la política ambiental, son retirar a Brasil del Acuerdo de París sobre cambio climático, construir diques hidroeléctricos en el Amazonas y abrir a la minería reservas de pueblos indígenas que son considerados los últimos custodios de mayores bosques del mundo, en una región que es considerada como el “pulmón del planeta”.
Su equipo de economistas es liderado por el banquero de inversión Paulo Guedes, quien, según ha trascendido, planea vender tantas compañías estatales como sea posible en una privatización que proyecta podría recaudar eventualmente hasta 257 mil millones de dólares para ayudar a restaurar las finanzas del gobierno.
Pero la medida clave para reducir el déficit y detener el aumento de la deuda pública de Brasil será la reforma del sistema de pensiones del país, que se prevé sea el mayor de sus desafíos en el Congreso.
Brian Winter, vicepresidente para asuntos políticos en el Americas Society and Council of the Americas en Nueva York, opinó que Bolsonaro puede ser un factor bueno para la economía y probablemente negativo en el área de medioambiente y derechos humanos.
“La pregunta central es si esas cosas pueden separarse. La mayoría de Wall Street dice que sí. Yo tengo mis dudas”, dijo.
De las primeras reacciones tras la toma de posesión dos han sido muy seguidas por los medios.
El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, uno de los diez jefes de Estado y Gobierno presentes en la ceremonia, ha publicado en Twitter una fotografía en la que aparece dando “un cálido abrazo” a su “buen amigo” Bolsonaro tras tomar posesión del cargo, y añade: “¡Buena suerte, amigo mío!”.
Donald Trump, también en Twitter, ha escrito: “Felicidades al presidente Jair Bolsonaro, que acaba de hacer un gran discurso de investidura. ¡Estados Unidos está contigo!”.
Casi de inmediato, Bolsonaro ha respondido: “Querido presidente Donald Trump, aprecio verdaderamente tus palabras de aliento. Juntos, bajo la protección de Dios, traeremos prosperidad y progreso a nuestros pueblos”.
Según un reporte de Página 12, entre quienes aclamaban al nuevo presidente de Brasil hubo algunos que mostraron veneración al fallecido coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, el torturador más emblemático de la dictadura.
También hubo hostilidad contra la prensa, según ese diario: “Amenazas contra los periodistas que también fueron objeto de presiones por parte de las nuevas autoridades bajo el pretexto de aplicar medidas de seguridad nunca vistas. Bastante extravagantes”.
La presidenta de la Federación Nacional de Periodistas, Maria José Braga, dijo al diario argentino que “Bolsonaro ya comenzó a acosar a la prensa.
Desde Curitiba, donde está preso, Luiz Inácio Lula da Silva prometió que “2019 será un año de mucha resistencia para impedir que nuestro pueblo sea más castigado de lo que ya fue”.