Es difícil responder algunas preguntas en la Venezuela de hoy. Creo que ni el gobierno de Venezuela ni el de Estados Unidos (los únicos actores verdaderos en este conflicto tienen todas las respuestas), sobre todo porque lo ocurrido es una situación inédita, en Venezuela, en América Latina y posiblemente en el mundo.
Es decir, estamos ante un golpe de Estado que se planifica, organiza y dirige desde el exterior, lo cual es normal desde que Estados Unidos existe como potencia, pero en este caso también se ejecuta en el exterior, lo cual es una novedad. El resto de participantes de este drama, incluyendo la oposición venezolana y los 10 países del Grupo de Lima más Ecuador —que se plegó a éste para ajustar el comportamiento del traidor que ostenta la presidencia, al de sus colegas de la región— son meras fichas de relleno para la consumación de los planes imperiales.
En Venezuela, el golpe de Estado se inició con las declaraciones del vicepresidente Pence y se consumó con el reconocimiento de Guaidó por parte de Trump. De hecho, la manifestación convocada por la oposición amenazaba con ser un nuevo fracaso y fue solo tras el reconocimiento de Trump que las fuerzas opositoras se movilizaron masivamente al sentir el respaldo de Estados Unidos, esto se corrobora con las declaraciones de Diosdado Cabello respecto de su reunión el día anterior con Juan Guaidó (que no desmintió en una entrevista con una periodista colombiana de Miami) en la que éste hizo ciertos compromisos que fueron incumplidos al día siguiente después de recibir una llamada desde Washington.
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En este sentido, se repite la actuación en la República Dominicana, en años anteriores, cuando tras llegar a un acuerdo negociado con el Gobierno para solucionar pacíficamente las controversias, dos llamadas telefónicas —una desde la capital imperial y otra desde Bogotá— hicieron que sus delegados no suscribieran el acuerdo. Esto reitera que la oposición venezolana no tiene criterio propio y actúa como marioneta de la presidencia de Estados Unidos.
Pero, volviendo a los acontecimientos recientes, hay que decir que fue Trump el que movilizó a la oposición el día 23 al anunciar el reconocimiento de Guaidó como “presidente interino”, con lo que trataba de dar respaldo de masas a una decisión que violenta los aspectos más elementales del funcionamiento del sistema internacional.
No sé si seré muy grandilocuente, pero en el futuro se podrá decir que el 23 de enero de 2019 se le descerrajó el golpe más artero que jamás haya recibido el derecho internacional, así como los principios que regulan los vínculos entre Estados después de la Segunda Guerra Mundial y los fundamentos jurídicos, políticos y éticos que rigen estos vínculos.
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Los que creían haber visto todo en materia de transgresión jurídica en el mundo; los que vimos el golpe de estado contra Allende organizado y financiado por Kissinger; los que estructuraron el Plan Condor para asesinar a luchadores sociales y políticos en América Latina; los que destituyeron y secuestraron impunemente a los presidentes Aristide en Haití y Zelaya en Honduras; los que propiciaron la destitución sin pruebas de la presidenta Rousseff y la prisión injusta de Lula para nombrar a su responsable como ministro de justicia del Gobierno derechista que se instaló en el poder en Brasil; los que auparon a las dictaduras de seguridad nacional en los años 70 y 80 del siglo pasado; los que protegen a los delincuentes que gobiernan en la mayor parte de los países del Grupo de Lima; los que apoyan ilimitadamente el genocidio en Colombia, ahora intentaron una nueva modalidad: sustitución del derecho por la fuerza, nombramiento de presidentes desde Washington y utilización de la embajada de Estados Unidos como "palacio de gobierno" de los usurpadores del poder.
Ni siquiera en el siglo XIX, en tiempos del 'Gran Garrote' o de la 'Diplomacia del Dólar', pasó al olvido aquella frase de que la democracia solo vale cuando emerge de elecciones: se les olvidó en Honduras al nombrar a Micheletti, se les olvidó en Brasil con Temer y ahora su putrefacta democracia lo olvida en Venezuela. Ni los gobiernos más intervencionistas de EEUU: el de Nixon, el de Reagan, el de Bush y el de Obama habían llegado tan lejos.
Todo esto no dejó otra opción al presidente Maduro que romper relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Un Gobierno soberano no puede aceptar que otro país, por muy potencia que sea, asuma derechos constitucionales que solo le competen a los venezolanos, mucho más cuando se trata de designar a un presidente y no lo puede aceptar porque dejaría de ser soberano y por tanto no tendría razón de existir.
Ahora, Estados Unidos anunció que no consideraba válida esa decisión por lo cual acogió a Guaidó en su embajada, transformándola en 'palacio de gobierno' del autonombrado. Es decir, Guaidó 'dirige' desde el exterior, está en otro país, mientras que su otro cargo: el de presidente de la Asamblea Nacional en desacato si lo ejerce desde Venezuela. Habla de dictadura, pero un mismo personaje ostenta la máxima responsabilidad de dos poderes públicos; hablan de respeto a la Constitución, pero la violentan al crear la figura de 'presidente interino' que no existe en la Carta Magna, ¡una total incongruencia!
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Venezuela, ¿una víctima más de la política intervencionista de Washington?
Está claro que Guaidó recibe órdenes directas de Washington y es EEUU el que toma las decisiones. Quedó de manifiesto cuando se produjo su autonombramiento y se puede observar la cara de sorpresa de los vicepresidentes de la Asamblea en desacato quienes se enteraron en ese momento de la 'movida'. En su desesperación Guaidó se olvidó de comentarle la última instrucción recibida desde la Casa Blanca. El próximo paso fue el dado por el secretario de Estado Pompeo, el que, cual típico matón que recuerda a sus antepasados italianos, amenazó con una invasión militar si el Gobierno de Venezuela tomaba acciones contra Guaidó o contra la sede de la embajada de Estados Unidos en Caracas.
Esto ha creado una situación inédita en el marco del derecho internacional. Hasta el momento, Guaidó ha sido reconocido por 12 países incluyendo a EEUU, por el secretario general de la OEA y por el secretario del Consejo Europeo, Donald Tusk. En otro claro ejemplo de timo político han creado una ficción, para autodenominarse comunidad internacional, asumiendo su representación apoyados en que uno de esos 12 países tiene la mitad del arsenal nuclear del planeta, y actuando como si el resto de los más de 180 naciones independientes del planeta no existieran.