La semana pasada, la OTAN cumplió 70 años de impunidad al servicio de Occidente. Más concretamente de las élites occidentales, esto es, del Capital. Y no tiene mucho que celebrar.
No es que, de repente, por causa de una reflexión propia de la madurez, casi senectud, la Organización Atlántica haya recapacitado sobre sus episodios más oscuros o sobre su propia existencia. En ningún momento se plantea partir en una canoa y perecer con lentitud en el mismo océano que la encumbró. Es más bien todo lo contrario.
La OTAN amenaza colapso
La OTAN no agoniza por remordimientos, ni tan siquiera por su injustificada existencia, salvo en lo que respecta a subordinar militarmente a los europeos respecto a Estados Unidos, sino que se resquebraja al mismo ritmo que la capital del Capital se fisura. El Imperio Chino cada día se muestra más fuerte, más ambicioso y más expansionista en lo monetario. Conquista, fortifica y continúa imparable erosionando la economía norteamericana. Rusia, cada vez más desafiante, discute militarmente al Tío Sam. Y Sam duda, ¿le compensa Europa?
El Emperador Norteamericano, Donald Trump, como muchos otros en momentos de decadencia, en otros períodos y lugares, solo es una caricatura de lo que fueron los grandes hombres que levantaron el mismo imperio cuyas rodillas flaquean ahora. Incapaz de encontrar soluciones a la crisis mundial, que es en esencia la suya propia, la de su propia nación, su toma decisiones lo único que provoca es la aceleración del colapso. La construcción del muro en la frontera mexicana, las presiones para derrocar Venezuela, la retirada de tropas de Oriente Próximo y, en lo que ahora nos ocupa, el inédito e insólito maltrato público a sus súbditos europeos llegando a la amenaza de eliminación de la OTAN son muestras evidentes de debilidad imperial y de incapacidad de Trump.
Curiosamente, el mayor temor de la OTAN siempre fue justamente lo contrario: que sus miembros se independizaran, jamás que el patrón los abandonara. Una inquietud asentada en las reticencias de muchos ciudadanos europeos:
Los Verdes alemanes solicitaron reiteradamente abandono de la organización (Alemania siempre fue reticente a su ingreso en la organización y por ello no se alineó hasta 1955).
Los comunistas y el nacionalismo francés provocaron la salida de los galos en 1966 (retornaron en 1995 y de forma plena en 2009).
La izquierda española siempre acusó al gobierno socialista de engañar a la ciudadanía en el referéndum de ingreso español.
EE.UU. exige más dinero
Sin embargo, la OTAN cuesta mucho dinero y este cada día que pasa está en mayor proporción en manos privadas y en mayor cantidad en la faltriquera china. Por eso, Donald Trump, como cuando los reyes medievales se encontraban en peligro y exigían a sus señores feudales dinero y más dinero, exige a Europa más dinero o amenaza con romper la OTAN para siempre. Quiere el 4% del PIB de gasto en Defensa a largo plazo y al menos el 2% de manera inmediata. La guerra se está perdiendo y se necesita munición.
Además, en lo que se conoce como'Coste más 50', plantea cobrar el 150% de lo que cueste desplegar militares norteamericanos en el mundo a los países en los que se encuentran. Muchos de ellos europeos. Otro impuesto más para laguerra.
Y para conseguir sus objetivos el Emperador Trump no ha tenido problema alguno en alzar la voz, gritar, menospreciar o amenazar. Muestra de ello es la monumental bronca que aconteció en la reunión de la OTAN de julio de 2018 en Bruselas en la que los países invitados debieron abandonar la sala en vista de la crispación con la que se celebró la conferencia.
Europa se encuentra desorientada
En este escenario, Europa muestra todos los síntomas del Síndrome de Estocolmo. Como aquel que ha sido secuestrado, no solo defiende a su secuestrador, sino que hasta considera que ser libre después de 70 años puede ser peligroso. Como el prisionero que no sabe si podrá vivir en libertad, países como Francia, Alemania o España se muestran completamente desconcertados ante la realidad de la situación y plantean, sin mucho empuje, la creación de un Ejército europeo y la emancipación definitiva. La libertad.
Porque la OTAN es la sumisión de Occidente a Estados Unidos, para ello resulta suficiente comprobar que Estados Unidos solo aporta el 22 %, la mitad de lo que debería aportar según el PIB, o que todos los comandantes supremos aliados en Europa fueron norteamericanos. Desde Dwight D. Eisenhower hasta Cris Scaparrotti pasando por Wesley Clark, el alto mando militar que afirmó que EEUU tenía un plan para intervenir en siete países en cinco años (Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán e Irán).
El Reino Unido, el hermano pequeño norteamericano, ni siquiera sabe si seguirá en Europa, pero sí sabe que militarmente quiere estar unido a ambos, a europeos y norteamericanos. Por lo que pudiera pasar. Y porque su posición de centralidad en la Unión Atlántica se convertirá en periférica ante una ruptura, una posición que situará a la Gran Bretaña en tierra de nadie. En mitad del océano.
Los esfuerzos para salvar la Alianza
Algunos analistas occidentales consideran un éxito que la OTAN pueda desplegar carros de combate a 900 kilómetros de Moscú y 350 de San Petersburgo. Sin embargo, el conflicto ucraniano y la creciente tensión con Rusia no solo no puede permitir satisfacción alguna, sino que ha abierto una crisis cuyas dimensiones e incertidumbres se muestran crecientes.
Con el ánimo de disipar la dudas sobre el futuro de la OTAN, el pasado mes de julio de 2018 el Senado norteamericano aprobó casi por unanimidad (97 senadores a favor y 2 en contra) una resolución para apoyar a la Organización Atlántica. Incluso este mismo año 2019, en enero, la Cámara de Representantes aprobó de forma también casi unánime un proyecto de ley para prohibir a Donald Trump disponer de los fondos necesarios para retirar a Estados Unidos de la OTAN. Acciones ambas tan innecesarias, pues Trump tiene potestad para sacar a EEUU de la OTAN cuando lo considere, como reveladoras, pues la idea de abandonar la OTAN no es ni mucho menos una amenaza insustancial o tuitera. De lo contrario, las mencionadas maniobras políticas jamás habrían acontecido.
James Mattis, exgeneral y ex secretario de Defensa de EEUU, ha afirmado las crecientes dudas sobre la supervivencia de la OTAN que muestran países como Reino Unido, Francia y Alemania: no la quieren y/o no quieren sufragarla. Cierto, pero no lo es menos, que la guerra de Irak a comienzos del siglo XXI resquebrajó la confianza de EEUU en Europa por los reparos a participar de aquella ilegal invasión; Afganistán le confirmó a los norteamericanos que sus socios europeos no estaban dispuestos a destrozar el mundo a voluntad; y Siria, Ucrania e Irán ratificaron que la geopolítica incendiaria norteamericana cada día es más inaceptable para Europa.
La OTAN exige más dinero y más compromiso mientras que Europa solo quiere que la gobiernen con más criterio sin el alto coste social, político y económico de la agresividad norteamericana. Ni lo uno ni lo otro parece posible hoy.