Marcos vuelve a sonreír ante la cara de los caribeños y no tan caribeños de la delegación y algunos miran asombrados el minúsculo abrigo azul que trae puesto a la salida del aeropuerto Malvinas Argentinas mientras nos señala a un hombre en corto short que, pese a los 0 grados que marca el termómetro, camina por la calle en ese momento. Como puede, dicen todos.
Ushuaia, la que todos sueñan visitar, una de las favoritas, la exuberante rodeada de glaciares y andes, la afortunada de estar situada en el mismo fin del mundo, dista mucho de la ruidosa Buenos Aires.
En esta época de mayo, cuando la nieve comienza a teñir de blanco sus calles, el silencio reina, pero dicen los lugareños que casi siempre es así. Los fueguinos son tranquilos, cálidos, afectuosos y exquisitos.
Desde que el visitante llega por estos lares sabe que esta asistiendo a un acontecimiento pues, no todos los días se esta cerca de esa frase tan cotidiana que muchos mencionan cuando tienen que ir a un lugar distante en su rutina diaria. Esto si que esta en el mismo fin del mundo.
Las imágenes son impactantes. Por estos días a las nueve de la mañana apenas empieza a amanecer y sobre las seis de la tarde ya es de noche. Los colores varían y contrastan. Hace un aire helado, pero el sol asoma, aunque no llega a calentar el cuerpo.
Puerta de entrada a la Antártida, en el extremo más sur del planeta se puede encontrar bosques milenarios, cadenas montañosas como el Martial, visitada por miles y miles de personas amantes a esquiar o simplemente descender en trineos o hacer caminatas en la época de invierno, animales autóctonos y una cultura culinaria por excelencia.
La pregunta es casi la misma de todos los curiosos a los residentes en esta ciudad. Cómo es vivir con tanto frío. Ya estamos acostumbrados, repiten varios fueguinos.
Desde su deliciosa carne de cordero, la centolla -una especie propia de cangrejo que es todo un manjar de esta tierra y está en casi todos sus restaurantes-, su merluza negra, que para lograr pescarla hay que hacerlo a más de mil metros de profundidad, la cultura gastronómica es otra de sus riquezas.
Leyendas que palpitan, paisajes esplendorosos, la historia de aquellos expedicionarios que se atrevieron a pisar el continente blanco en los siglos XIX y XXX, la ciudad enamora y es, sin duda, uno de los lugares del continente bendecidos por la naturaleza.
El gobierno de la ciudad mantiene viva su cultura y tradiciones y así lo reflejó en la Bienal. Su Aeroclub, donde ahora reposan en sus mástiles tres banderas de artistas participantes en la cita (Banderas en el fin del mundo), como reza su título, su Museo, la Antigua Casa de Gobierno que recoge décadas y décadas de historia, remiten al viajero a un pasado presente.
Un tema es recurrente para muchos de sus pobladores y también palpable para el que este en esta tierra argentina, es lo referido a las Islas Malvinas, territorio usurpado por el Reino Unido en 1833, parte indisoluble de este país y de este lugar que recuerda que, bajo el mismo aire, muy cerca de aquí, hay unas islas que son parte de esta nación suramericana.
La isla de los pájaros, excursión obligada para muchos, el museo marítimo y del presidio, las varias de sus lagunas, el impactante mirador del paso Garibaldi, con una exuberante vegetación y una vista esplendorosa.
Son tantos los paisajes y lugares que el tiempo parece no alcanzar a los que viajen a esta ciudad, un pretexto para, -a pesar de la distancia-, poder regresar a la distante pero cercana y hermosa ciudad del fin del mundo