Un hombre que pasaba por un bosque, vio a un zorro que había perdido sus cuatro patas. Al verlo, se detuvo para preguntarse cómo el zorro estaría sobreviviendo, de dónde conseguiría alimento para sostenerse, y por qué parecía tan tranquilo en medio de su calamidad. Entonces, vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca. La había cazado momentos antes y después de hartarse él, dejó el resto de la carne para el zorro. El hombre regresó al día siguiente para ver la misma escena, como Dios estaba alimentando al pobre zorro a través del tigre. Entonces comenzó a maravillarse de la extraordinaria bondad de Dios y se dijo a sí mismo: «Voy a quedarme aquí en un rincón, confiando plenamente en el Señor, y Él me dará lo que necesito». Así lo hizo durante varios días y nada sucedió. Cuando el pobre hombre estaba ya casi muriendo del hambre, escuchó una voz que le dijo: « ¿Por qué no abres tu entendimiento? Te traje para que observaras la escena del tigre alimentando al zorro y no la escena del zorro siendo alimentado por el tigre. En lugar de imitar al pobre zorro mutilado, imita al tigre y pon a producir lo que si tienes».
Muchas veces entendemos que la vida es injusta con nosotros. Sentimos que nadie se da cuenta de lo que nos está sucediendo y tenemos la tendencia a sentir lástima por nosotros mismos. Muchos ni siquiera han tenido a alguien que crea en ellos. No es asombroso lo fácil que podemos ver el potencial de otros, más sin embargo se nos hace tan difícil desbloquear el nuestro. Es imposible descubrir cuan fuertes podemos ser, mientras tenemos a alguien o algo que nos está cubriendo todas nuestras necesidades y dándonos todo lo que necesitamos. Mientras tenemos quién nos supla de nuestras necesidades, seremos incapaces de descubrir lo que podemos hacer por nosotros mismos. Por eso es bueno que, de vez en cuando, Dios nos aparte de las cosas y de las personas que nos suplen todo lo que necesitamos. Es importante que usted entienda que el fuego no destruye al oro, pero si lo purifica.
Cuando Dios está listo para hacer brillar su oro, Él utiliza el fuego de las pruebas para cumplir su propósito. Lamentablemente, nada saca tanto brillo de nuestro carácter ni tanta determinación de nuestro corazón como las pruebas lo hacen. Un producto terminado es el resultado de un doloroso e intenso proceso de fuego y trabajo. Jesucristo comenzó a prepararse para ser el camino, la verdad y la vida en el taller de un carpintero. No es casualidad que el Salvador de nuestras vidas, las primeras herramientas que tuvo en sus manos fueron martillo y mucho fuego. Sobre un yunque, daba forma a piezas de carpintería, las cuales había sometido al fuego y a los golpes.
Déjeme advertirle algo que aprendí en mi propia vida: «Dios coloca sus más valiosas posesiones en el fuego» Él, como un alfarero, le da la forma de su más brillante gloria a lo que Él considera su posesión, lo que Él considera que es de Él, a través del fuego. Cuando el fuego es tan fuerte que es capaz de derretir el oro, entonces Él lo toma y le da la forma que Él quiere, nunca antes. La mala noticia es que aún aquellos que tratan de llevar la vida más limpia y más piadosa ante Dios, el predicador, el que va a la iglesia tres veces por semana, el que sirve como voluntario en el hospital, el que da el diezmo para la obra del Señor, el que ayuda a los pobres y visita a los presos… sufrirá persecución y pruebas. La buena noticia es que, usted podrá sentir que está atravesando el fuego más feroz, pero ¡Dios es quién controla el termostato! Cada vez que usted vea a alguien brillando como el oro más puro, en lugar de sentir envidia y asumir la posición del zorro de estar esperando que venga en nuestro auxilio, puede levantar sus ojos al cielo con seguridad y decirle a Dios: « sigue trabajando conmigo, hasta que yo esté también listo para brillar como el oro más puro». Sólo Él sabe lo caliente que tiene que estar el fuego por el que usted pase, para que sea completado el propósito que Él tiene para su vida y para que puedan ser desbloqueados los dones y tesoros que van escondidos en su interior:
“Yo a la verdad os bautizo con agua para arrepentimiento, pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quién no soy digno de quitarle las sandalias; Él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. El bieldo está en su mano y limpiará completamente su era; y recogerá su trigo en el granero, pero quemará la paja en fuego inextinguible” (Mateo 3, 11-12)
Al decirle que Él tiene el control del termostato, realmente lo digo. Personalmente, no me sentiría más tranquilo en mi vida con nadie más teniendo el control de hasta cuánto me quemará el fuego por el que esté pasando, que el Dios de toda Gracia. ¿Sabe una cosa? Quizá usted esté pasando hoy por una prueba muy grande, pero tengo que confesarle algo muy importante. Al escribirle en este momento, no le puedo mirar como el zorro de la historia, sino como al tigre. Yo, en este momento, le miro como le miraría Dios y le hablo como le hablaría Dios. Él es el único que sabe cuán caliente debe estar el horno. Sólo Dios sabe a qué temperatura se pueden consumir las impurezas que tenemos atadas a lo más profundo de nuestro carácter y personalidad.
Su mano tiene el calor y las llamas de fuego necesarias para enseñarnos paciencia, oración, perseverancia, valentía y muchas otras lecciones que necesitamos aprender para luego ser capaces de enseñárselas a nuestros hijos y amigos. El caliente de su fuego será lo único con la capacidad de desprender de su interior cada impureza y lograr que verdaderamente usted, su más valiosa posesión, sea capaz de brillar como el oro más puro y, en ese brillo, Dios al mirarle, pueda ver en usted el reflejo de su rostro de amor perfecto.
Su-Yen Hipp