Es vibrar cada instante, ante la emoción de sentir la maravilla de la creación que nos rodea.
Es fluir con el vuelo de cada minuto que transcurre
Es saborear intensamente cada destello del día, amaneciendo con el asombro de un niño y atardeciendo con la sabiduría de un anciano
Es dar la bienvenida vivificante al eterno hoy que nos visita, simiente de un ayer y mañana plenos de un aquí y ahora.
Es saber dar lo mejor, es vibrar de bondad, como la máxima expresión de nuestra capacidad de Ser.
Es gozar la belleza abierta, cubierta y encubierta en todo lo que ocurre
Es desafiarse a sí mismo en las diversidades nominadas de adversidades.
Es aprender, crecer, evolucionar y transformarnos en un ser cada vez mayor porque discierne su existir.
Es amar intensamente al acariciar el alma.
Es escuchar en silencio el lenguaje del amor.
Es perdonar sin réplica, es aspirar la presencia del otro, uno mismo.
Es besar con devota pasión a quien amamos, por ser creación de Dios.
Es contemplar apaciblemente la alegría de un niño.
Es escuchar al adolescente amando sin juicio sus inquietudes.
Es acompañar con gratitud-alabanza y gozo la magia del anciano
Es auto gestarnos en el seno y vientre de la sabiduría, en solitario, teniéndonos a nosotros/as mismos/as.
Es comprender al amigo en la adversidad y, aunque se tenga mil argumentos para contradecirlo o justificarlo, finalmente sólo escucharlo.
Es abrigarnos con la ternura brotada del corazón.
Es tener la capacidad de regocijarnos ante las victorias secretas, triunfos y realizaciones que el aprender nos lega.
Es vibrar y latir, es amar y gozar, es contemplar y superar, es dar y aceptar, es ser y permanecer.
Es sentir que nuestro hoy es lo único que poseemos para manifestar plenamente nuestro Ser omniversal.
Es respirar el aroma de nuestro retorno al hogar primigenio, morada sin cercas, estuches ni límites.
Es un también infinito....
Desconozco el autor