Sucedió un día en la selva que todos los animales se encontraban
reunidos para discutir lo que un científico acababa de publicar.
El científico señalaba en su teoría que: “el hombre desciende del
mono”.
Habían sido precisamente los monos quienes convocaron aquella
asamblea, la cual fue abierta por el simio más viejo, que indignado
dijo:
“Nuestra estirpe ha sido brutalmente insultada, hermanos, pues se dice
que el hombre desciende de nosotros.”
¡Es inaudito! -Dijo un enorme rinoceronte…,-¡pero, cómo es posible que
se atrevan a hacer semejante afirmación!
¿Cuándo se ha visto que una mona abandone a sus hijos para irse con
otro mono?
¿Y se ha visto alguna vez a un mono que se embriague hasta perder el
sentido y la vergüenza?
Además, amigos míos –agregó un gorila- ¿Se ha sabido alguna vez de un
mono que tome un arma y dispare con odio a un hermano por la espalda?
¿Se ha sabido alguna vez de una mona que después de parir un hijo lo
lance al vertedero de la basura o lo golpee hasta quitarle la vida?
En ese momento el imponente león, rey de la selva, dejó oír su
tremenda voz para decir: “Dejad que el hombre hable y sueñe ser como
nosotros…”
“…pero, si nos dieran a escoger entre la razón de que presume el
hombre y el instinto que nos acompaña, preferimos seguir actuando como
hasta ahora…”
“… pues entre nosotros jamás habrá guerras, ni enemigos, ni crímenes,
ni engaños, porque hermanos…”
“…el hombre efectivamente, desciende, pero no del mono.”